Sé que las cosas van a complicarse antes de que suceda. Mi cuerpo no está bien, yo no estoy bien: no duermo, no como, no pienso correctamente, las materias en la escuela pasan una tras otra y cuando me doy cuenta el día ha terminado y ni siquiera he sacado una pluma para escribir, Sean es paciente conmigo, pero sé que su paciencia tiene límites y estoy en ellos, cuando los cruce estaré solo.
Hoy es un día diferente a los demás, hoy habrá una… ceremonia. Iremos al auditorio de la escuela para un acto solemne y para mostrar respeto a… a Aaron. No sé si pueda soportarlo y me entra la idea de escabullirme entre la gente y salir de la prisión de grises paredes que es la escuela. Así como las cárceles que tiene como objetivo reformar a una persona, las escuelas tienen como objetivo enseñar; lo triste es que ninguna logra su propósito y hacen más daño del que curan.
El profesor interrumpe su clase y nos pide que vayamos al auditorio. Él se queda en el salón a guardar sus papeles y todo el salón sale disparado, como reses en un corral.
Mido mis movimientos para que nadie me vea. Camino cerca de los casilleros y doblo a la derecha en lugar de la izquierda que es dónde está el auditorio. El pasillo está completamente vacío y siento que mis pasos se escuchan más fuerte de lo normal. La salida está doblando un par de esquinas y sé que no habrá profesores cuidándola porque todos estarán en el auditorio.
Giro a la derecha, ningún profesor en el pasillo. Ya llevo medio camino logrado y puedo sentir la libertad y el aire gélido en mi cara. Comienzo a planear a dónde iré y qué haré, grave error, al destino no le gustan los planes de los hombres y hace todo lo posible por destruirlos. Doblo la segunda esquina y mi plan se desmorona, un grupo de alumnos acaba de salir de un salón y caminan sin pensar al auditorio como un montón de autómatas. La masa de gente me engulle y no me queda otra más que seguirlos. Escucho sus conversaciones con ojos somnolientos y arrastrando los pies, no tengo ganas de hacer nada y mucho menos de avivar el recuerdo de Aaron.
Una mano me jala con mucha fuerza a un extremo de la fila de personas.
-Coby, ven conmigo-dice una voz.
-¡No me jales!-grito y veo que es Sean-oh, lo siento, Sean, no sabía que eras tú.
-No importa, todo bien. ¿Qué haces aquí?
-Iba al baño-una mentira más a mi repertorio-y entonces la gente me arrastro.
-Bueno, así podemos estar juntos-dice y roza su nariz con la mía-, siéntate a mi lado.
Llegamos al auditorio y nos sentamos en los sillones rojos. Las pláticas suenan por todos lados. Un grupo de amigos se sientan detrás de nosotros y uno de ellos se hace el malo y presume ante su grupito poniendo sus pies encima de mi asiento. Uno de sus sucios tenis me golpea la nuca y antes de que pueda voltear la cabeza para ver quién es Sean ya lo ha tomado de las piernas.
-Ten cuidado, pendejo inútil-dice mostrando los dientes y con una mirada llena de furia.
Estruja los pantalones de mezclilla del chico y los jala. Él cae de espaldas en el suelo que está entre su silla y la mía. El golpe es sordo y me duele imaginarme el dolor. Sus amigos lo ayudan a levantarse, pero Sean lo vuelve a jalar y vulve caer, ahora de costado.
-Siéntense lejos de aquí, ¡ahora!-dice y el grupito se aleja con la cola entre las patas.
Me quedo mirando a un solo punto sin respirar y espero que todo pase.
-¿Estás bien?-me pregunta Sean. La calidez ha vuelto a su rostro, es como si nada hubiera pasado.
-Sí, solo fue un pequeño golpe, no tenías que haber hecho eso-digo y él baja la mirada.
-Lo sé, pero así es la única manera en que entienden.
-En que entienden ¿qué?
-A no meterse contigo, con nosotros.
Su lógica es aceptable, pero hay algo que no me gusta. Decido dejarlo así, no quiero que Sean crea que no quiero que me defienda o que me molesta que se haga respetar, lo último que quiero es tener a un agacho por ¿novio? ¿Eso somos?
Las luces se apagan y solo se ilumina un estrado. El director camina hacia él. Tiene ojeras enormes y parece haber adelgazado porque el traje le cuelga. Un maltratado paquete de Marlobro Rojos sobresale por el bolsillo de su traje gris. Al parecer él también lo tiene difícil, lidiar con los padres de Aaron, con el consejo estudiantil, con policías, con paramédicos y aun tener que sacar una escuela a flote sin contar los problemas de la vida personal… no sé cómo logra seguir.
-Jóvenes, les pido respeto para las próximas dos horas. Respeto no por mí, porque sé que ninguno lo tiene y no los culpo-se palpa los cigarrillos como si necesitara uno en este omento-, sino respeto para su compañero Aaron, que falleció hace unos días en las instalaciones. Él no era un profesor ni un directivo, era uno de ustedes, alguien que aparte de la escuela tenía una vida personal, tenía metas e intereses. En mi opinión, no de director, no hablaré como director, hablaré como persona, un joven no debe morir. No debe morir y punto. Un joven no debe preocuparse por accidentes o fatalidades, debe preocuparse por disfrutar su energía, su coraje, su juventud. Las enfermedades se curan, los exámenes se repiten, los partidos se ganan y pierden, pero hay dos cosas que no vuelven: las palabras que salen de nuestra boca y los minutos que pasan imparables para cualquiera. Nuestros asuntos nos seguirán a dónde vayamos, y aun con eso, les damos más importancia que a vivir el momento en el que estamos. Den un paso frente al otro, no vivan vidas que aun no les corresponden.
El silencio es total. El respeto se puede casi oler en el aire, cosa que ningún profesor ha logrado, quizás porque hablo como persona, lo que es y lo que siente. No tomó el papel de burócrata sin sentimientos, sino que nos mostro la debilidad y eso, por lo menos para mí, es un gran acto de valentía.
Al estrado pasó el entrenador con su gorra azul y su silbato negro colgando sobre una panza de cerveza. Habló con una voz rasposa y a la mitad de su discurso, se quebró. Cruzó los brazos sobre el estrado y se cubrió con ellos la cara roja. Sus gimoteos era abrasivos, crueles para nosotros, los alumnos que estamos acostumbrados a ver a los mayores como mentores, cómo líderes y sí ellos se rompen, ¿Qué pasa con nosotros?
Después de que el director le susurrara unas palabras al oído, el entrenador se consoló y se limpió las lágrimas con el antebrazo.
-Lo siento, un… un momento-respiro unas cuantas veces y continuó-, ahora, quisiera que se pusieran de pie los que conocían a Aaron.
Sean, yo y unas tres docenas de personas nos levantamos. Nos miramos unos a otros para buscar apoyo. Sean me toma la mano y me la aprieta. Su mirada está fija y su cara rígida, tenso como una cuerda. Aprieto su mano y eso me da la fuerza que necesito para seguir.
-Aaron no era ningún extraño, aquí estuvo, a su lado. Ahora, por favor guardemos el minuto de silencio.
Escucho algunos murmullos y alguien tose en alguna parte. Cuando termina, varias personas dicen unas palabras por Aaron y salimos. La luz plomiza de los pasillos martillea mi cabeza. Mis ojos arden y mi nariz está congestionada por llorar.
El director no espera a salir de los pasillos y enciende un cigarrillo.
Parece como si el mundo cayera a pedazos. La seguridad y tranquilidad de hace unas semanas es ahora un vago espejismo. Ahora, imaginarme sonriendo y tomando clase, comiendo y viendo el día con optimismo es una imagen tan lejana e imposible como… como pedir que el tiempo regrese, como pedir que Aaron regrese.

ESTÁS LEYENDO
Eres mío
Ficção AdolescenteCoby es un chico de cabello blanco acosado por el peor chico de la escuela hasta el punto que llega a ser su esclavo... sexual. Coby se debate entre la espada y la pared al conocer a un chico que lo hace sentir feliz y protegido. ¿Elegirá Coby al br...