Han pasado varios días desde que estuve con Sean. Hemos hablado por teléfono durante mucho tiempo, creo que hablar con él, sin tenerlo frente a mí es más fácil, así logro dominar un poco los sentimientos que él despierta en mí al verlo. Le he dicho como me siento, las cosas que he pensado, los sueños que he tenido, todo. Él, para mí sorpresa, pareció no sorprenderse.
-No soy un psicólogo, Coby, pero creo que es normal lo que sientes y lo que sueñas. Estabas muy apegado a Aaron, fue alguien que te dejó una huella muy profunda y lo respeto-sus palabras son profundas, con sentimiento, no simples palabras al viento-, y también creo que no he sido muy comprensivo contigo.
-Claro que no, tú has sido quien me ha ayudado a llevar todo esto sin desmoronarme.
-En parte, yo sólo quiero que estés feliz y cómodo, que podamos tener algo hermoso, algo que no toda la gente quiere. El problema es que me obsesionó tanto con esa idea que olvidó que todos tenemos defectos, que todos tenemos distintas percepciones… no sé, creo que no he sido el mejor no…-antes de terminar la oración, finge un ataque de tos, como si casi si estuviera a punto de decir algo que no debe-, pero no importa ya. Juro por mi vida que estaré junto a ti ahora y que no importa que estés triste, yo estaré ahí sin importar la hora o él lugar. Soy tuyo.
Sus palabras son como una caricia después de un golpe, como un chocolate caliente después de una lluvia fría que no deja de caer. Casi puedo sentir sus brazos alrededor de mí, casi puedo sentir tu tibio cuerpo contra el mío, reconfortándome.
-Y yo tuyo-respondo y sonrío como un tonto. Me veo en el espejo de mi cuarto y me avergüenzo un poco.
-Eres mío-lo dice más para sí que las palabras apenas logran recorrer la línea telefónica con un murmullo.
Hablamos por una hora más y colgamos. Me siento con un enorme peso menos de encima, como si hubiera sacado tantas cosas que llevo dentro que no hacen más que hundirme. Me acuesto en mi cama y leo un libro que hace meses que no leía.
Cuando cae la noche tengo miedo a volver a soñar. No he tenido una buena noche de sueño en un buen tiempo, pero aun así no quiero volver a ver la cara desfigurada de Aaron. Me acuesto y me cubro con los edredones y, como un niño pequeño, dejo encendida una tenue luz ámbar junto a mi cama. Lo más triste es que me reconforta. Me lleva a una época donde las cosas eran más fáciles, dónde si algo salía mal, podía correr con mis padres, ellos solucionarían el problema, una época donde podía correr y jugar y dormir sin tener miedo de lo que sucedería mañana.
La luz ilumina tenuemente los objetos que me rodean y, poco a poco, la luz se hace más y más borrosa. Lucho por mantenerme despierto, pero mis párpados pesan demasiado. La realidad se mezcla con el sueño en una masa amorfa y al final, cedo.
**
Despierto con el sol en los párpados. La luz es blanca y limpia. Apago la luz a lado de mi cama y miro el reloj de mi celular.
He dormido trece horas seguidas.
No recuerdo mi sueño, pero no fue nada violento. Me retuerzo entre las cálidas cobijas y escucho como truenan las vértebras de mi espalda una por una. Me estiro y un extraño placer recorre los nervios de mi cuerpo. Camino hasta la ducha y tomo un largo baño en la regadera.
Anoche quedé con Sean de salir hoy, de no hablar de nada del pasado, simplemente de caminar por un parque cercano al centro de la ciudad, platicar, besarnos y quizás comprar un helado, pero un mensaje hace vibrar mi celular, tirando mis ilusiones de una tarde linda y feliz.
Hola, cielo, buenos días.
No podré estar contigo esta tarde, de hecho creo que toda la semana

ESTÁS LEYENDO
Eres mío
Teen FictionCoby es un chico de cabello blanco acosado por el peor chico de la escuela hasta el punto que llega a ser su esclavo... sexual. Coby se debate entre la espada y la pared al conocer a un chico que lo hace sentir feliz y protegido. ¿Elegirá Coby al br...