Tic-Tac

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La luz entra por las ventanas dejando una estela luminosa acentuada de polvo. Los pasillos son silenciosos aunque la gente camina de un lado a otro con libros bajo el bazo. Los profesores beben sus cafés matutinos en busca de la energía que se necesita para controlas a casi medio millar de alumnos. Veo a la gente sin mirarla, siguiendo un camino que he recorrido ya cientos de veces: de la entrada de puertas dobles de cristal a mi casillero, de mi casillero a al salón 407, de ahí a la silla del final y ahí esperar hasta las 2:30.

Tomo los libros de mi casillero sin mucho ánimo y con una cara de fastidio que se niega a desaparecer. Cierro la puerta y al voltear la cabeza mis libros se desparraman por el suelo. Me quedo helado y  todo mi cuerpo se congela por un instante. Veo a Sean que viene hacia mí acompañado de alguien, de alguien delgado y alto: Aaron.

Doy torpes pasos en dirección a ellos. Piso "Algebra III" sin darme cuenta y la pasta del grueso libro se dobla bajo mi peso. La gente comienza a voltear a verme, pero mi mirada está clavada en Aaron que sonríe mientras sus ojos penetran los míos con una profundidad indescriptible. Siento un chispazo en la cabeza de felicidad, como si una explosión subiera al cielo y despejara mi mundo de negras nubes, trayendo consigo la luz del sol de vuelta.

Sin darme cuenta comienzo a correr y Aaron corre hacia mí. Abre los brazos para abrazarme y, poco a poco, la distancia se hace menor. Sean se queda parado a unos metros de nosotros, sonriendo. Él, al final del día, ha traído la felicidad a mi vida de nuevo.

Esquivo a un chico moreno que se cruza en mi camino hacia a Aaron y continuo sin dejar de correr. Cuando estoy más o menos a un metro de él, doy un salto y lo abrazo. El me recoge con sus brazos  y me estruja fuertemente. No sé que ha sucedido, ni me importa. Solo sé que Aaron está aquí, vivo, junto a mí.

-Aaron, Aaron, no vuelvas a dejarme nunca-le digo con la voz temblorosa.

-Tranquilo, Coby. Todo se solucionará, todo está arreglado-Su voz es más… tenue, como ahogada con una almohada. Pero no me importa, no es importante, es mi emoción que me hace imaginar cosas.

Sean se acerca sólo un poco y me mira con una sonrisa y unos ojos que tratan, sin éxito, de ocultar las lágrimas.

-Gracias-le digo sin soltarme del cuello de Aaron.

-De nada, Coby-al pronunciar las palabras su esfuerzo por no llorara se rompe y una gota salda rueda rápidamente por su mejilla derecha hasta fundirse con la comisura de sus labios.

Cierro los ojos y finjo no haberlo visto. No sé qué hacer, sólo quiero estar abrazado de Aaron y no soltarlo nunca, no quiero que me vuelva a dejar sin la tibieza de cuerpo. Nos quedamos abrazados durante largo rato, nada existe a nuestro alrededor, el ambiente se desvanece y lo único que me rodea son sus fuerte brazos, brazos que pensé jamás volver a sentir contra mí.

-Te… te… am-comienzo a decirlo cuando abro los ojos. El pasillo aparece de nuevo ante mi vista, pero… algo no está bien.

-Me… ¿qué?-dice Aaron y me mira. Su sonrisa es sincera y perfecta. Pero algo no está bien.

Aparto la mirada de sus penetrantes ojos y me fijo en el reloj sobre la cabeza de Sean que nos mira conmovido. Hay algo malo con él, pero no logro descifrarlo. Está sobre los casilleros, sus negras manecillas marcan los segundos pasar, pero algo está mal.

Las manecillas giran al revés.

Con cada tic-tac las manecillas se atrasan poco a poco. Las letras que deberían decir TIMEX están en un desorden indescifrable, una maraña de símbolos sin sentido.

El segundero de pronto se para y un silencio sepulcral apaga todo sonido en el pasillo.

Siento algo líquido que me recorre las manos, que baja por mis antebrazos abrazados aun de Aaron. 

Sangre.

La gente a mí alrededor me mira con caras límpidas sin ninguna emoción. Aaron comienza a tornarse cada vez más frío. La fuerza de sus brazos abandona su cuerpo y cae contra mí. Lo sostengo por debajo de los brazos, pero es muy pesado para mí. Cae al suelo con el ruido que haría una calabaza madura al estrellarse contra el piso.

Me aparto y veo que un círculo de sangre me rodea. Me cubre las suelas de los tenis y mancha todo a su alrededor. El cuerpo de Aaron está en el suelo, tieso y rígido, frío como las baldosas sobre las que está tirado. Busco a Sean con la mirada pero ha desaparecido. El sonido del tic-tac vuelve a sonar, ahora más estridente que antes. Con cada segundo, su sonido escarba más y más profundo dentro de mis oídos, rogando por ser escuchado. Me tapo las orejas con las manos, pero es inútil. El sonido no para y la sangre no deja de salir a borbotones por el cuerpo de Sean, ahora me llega a los tobillos y sigue subiendo.

Un grito inhumano sale de mi garganta, pero el sonido del reloj lo ahoga. Todo comienza a vibrar y a transformarse en grotescas sombras salidas de la imaginación de un lunático.

Abro los ojos de golpe.

El corazón me palpita a una velocidad inconsistente. Mi respiración es agitada. Las sombras de mi sueño son en realidad los muebles de mi habitación, estáticos e inertes. Fue un sueño, una pesadilla.

Corro a la cocina, bajando los escalones de la escalera a trompicones. Cruzo el corredor con largas zancadas, tratando de dejar la oscuridad que me rodea atrás. La luz del refrigerador pálida como un cadáver me ilumina. Cojo una de las latas de Red-Bull y la bebo en tres largos tragos, tomo otra y repito el procedimiento, después una más. Enciendo la cafetera y el foco de encendido me mira como un ojo en la oscuridad, amarillo y hostil. Cuando el café está listo me sirvo una taza. El líquido se derrama por mis manos temblorosas y lo bebo. Está tan caliente que siento que me abre la garganta con un cuchillo y la lengua me escuece, pero no me importa, no quiero dormir, no quiero soñar de nuevo con Aaron. Ha sido demasiado malo perderlo… una vez, no podría soportarlo más veces y menos si su recuerdo se convierte en una pesadilla en mi vida. Debo evitar manchar su recuerdo. A toda costa.

Me siento sobre el desayunador, en la penumbra. No me atrevo a mirar el reloj sobre el refrigerador, así que espero a que el canto de los pájaros se escuche y que la luz entre por las ventanas para alistarme e ir a la escuela.

Mi vida se convierte en un infierno y yo… en un monstruo.

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