La sonrisa de una sombra

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Volví con Nicole días después del espeluznante atentado, el cual me ha privado de todas mis facultades al conciliar el sueño.

Como era de esperar, no tuvo ni la más mínima pizca de valor para presentarse ante mí, sin embargo, tendió otro de sus trozos de papel en su ventana que decía "Eres fuerte, veamos que tanto" en conjunto con una carita sonriente, por detrás traía consigo un mini mapa que me dejó atónito.

Me quedé como una sucia estatua por un indefinido tiempo, resalté lo que mis ojos tenían en frente, ¡El Instituto!. ¿Qué demonios habría ahí?, ese lugar es más aburrido que ir a misa.

No creí que fuese tan impactante como mi trauma pasado, aunque me encontraba con una ira incalculable por la que pensé yo, fue una trampa de Nicole, no obstante, este misterio nuevo me dio indicios de que tal vez, ella pudo haber ocultado algún presente como disculpas en el Instituto.

Tracé mi ruta mentalmente, me preparé con algunos utensilios domésticos, en primer momento obtuve una linterna vieja que aún llevaba algo de batería, en mi mochila algunos bocadillos, vendas que en realidad eran trozos de ropa vieja y un silbato oxidado; sé que suena alocado, pero enserio, ¡¡no me fío de esa niña!!, ¿qué tal si me ocultó un perro rabioso, o a algún wendigo?.

Ella tiene sangre de víbora, y esencias de brujas por toda su aura.

Al apartarme de la clase, luego de las diez y media, tocó el timbre del receso, decidí escrutar por mí mismo; las pesquisas ya no eran compartidas, como saben, mis viejos amigos se esfumaron, como todos mis sueños; el deseo de aventura queda grabado cada vez más profundos.

Resulta que cerca de una de las oficinas de la directora a unos metros de las aulas, existe el cuarto de respaldo y refrigerio del conserje, donde guarda todas sus cosas, un lugar sucio, protegido con una puerta blanca de metal, desecha, vieja y traslucida.

Las indicaciones de Nicole me llevaron hasta ese punto, para mi sorpresa, a un lado de la nota, decía "detrás de la maceta". Justo a mi izquierda se encontraba una de estas pero sin flores, solo tierra, nadie me observaba, así que escarbé hasta que hallé la llave del lugar, y otro papel que decía "suerte".

Como era de esperar al abrirla, nada, no había más que escobas malgastadas, trapeadores, productos casi acabados; todos apilados alrededor de esas paredes de tres metros de ancho y tres de alto; saqué de mi bolso la linterna con el fin de encontrar algún papel con un "te la creíste", otra vana ilusión.

Palpé cada escoba, cada objeto, hasta que llegué a un marco de fotos vacío en un estante, del cual me quedé hipnotizado por sus manchas del pasar de los años; lo topé muy fuerte, cayó, una especie de cuerda accionó un movimiento en la pared.

Un grupo de trapeadores del fondo se abrieron paso, la pared aparentemente era de algún material distinto, no tan sólido, pero sí lo suficiente como para soportar ese peso y hacer el papel de puerta secreta.

No tuve aliento, una brisa fría escapaba de un hoyo subterráneo de casi dos metros y medio de diámetro, unas frágiles escaleras estaban suspendidas a un costado del hueco, me armé de valor y descendí poco a poco, antes de ello, reacomodé mi maleta para acceder a la linterna más fácilmente.

Luego de cinco minutos di por fin con el fondo, todo estaba oscuro, el eco era tal, que las mismas paredes alrededor mío, transmitían cada latido de mi corazón.

El aire se volvió más pesado, se me dificultó respirar, decidí usar la linterna, enfoqué justo enfrente de mí.

"¡¡¿QUÉ?!!", pensé con mis pupilas bien abiertas, mis cejas muy en alto, y mis pasos alargados hacía las escaleras yendo marcha atrás . Las paredes eran soportadas con vigas hechas de cráneos rellenas de concreto, del mismo modo, cada pared llevaba la misma decoración sádica, no tenían apariencia alguna de ser falsas.

50 sueños sobre tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora