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Enero 8.

Mi día había empezado como acostumbraba a serlo desde que tengo memoria. Me levanto temprano, desayuno y me baño. Era mi misma rutina, tediosa y aburrida, pero lastimosamente ya estaba acostumbrado.

Mi madre estaba demasiado ocupada viendo su álbum de fotos, de ella y su amado esposo de quien jamás se apartaba porque decía que no podía vivir sin "su amor", mientras que él, mi padre, mantenía su distancia de ella y miraba la nada, como si no estuviera presente.

Ambos eran tan distintos, pero tan iguales que me preguntaba constantemente como es que se "enamoraron". La mujer que me dio a luz dijo que fue como un sueño, mientras que mi padre nunca decía nada sobre eso. Es muy extraño e inquietante a veces, porque en ocasiones parece que está aquí sin querer...

¿Qué más da? Procuraba que esos detalles me importaran poco o nada, mientras ellos estaban en "su mundo", yo solo me disponía a contar los segundos, ver las pelusas de la alfombra o simplemente quedarme sentado en el suelo y ver la nada por largos y eternos minutos. Estaba aburrido, quería salir de esa maldita prisión, pero afuera nevaba.

A mi padre no le gustaba que saliera, menos si había nieve afuera, porque decía que sería un fastidio si picaba un resfriado y pasaba días en cama, porque siempre fui algo enfermizo. A mi madre no le interesaba, a veces pienso que ella me veía como una molestia, aunque no importa.

Yo quería salir y explorar la nieve, siempre veía a los niños jugar en esa cosa fría y blanca. No podía hacer otra cosa más que mirarlos, mientras deseaba estar allí también, me sentía extraño, ellos se divertían y yo estaba encerrado con una monótona y tediosa rutina. Pero, ese día particularmente, no había ningún niño alrededor, era extraño.

Me pareció haber oído a mis padres decir que este invierno sería el más fuerte de la década y que ya muchos niños se habían enfermado.

JungKook, aléjate de la ventana.

Ordeno mi padre con su característica voz fría y seca que a veces me daba miedo y me provocaba escalofríos. No sé por qué nunca me dejan ir más allá de esta prisión más que ir a la escuela, en la cual no tengo muchos amigos, solo tenía a JiMin y a HoSeok porque mi padre creía que eran buenas influencias para mí.

Pero solo los veo por los recesos, a veces los veo en la entrada del colegio, porque estamos en distintos salones. Además, viven muy lejos de mi casa, lo que nos limita más. Desearía tener un amigo más cercano con quien pasar mis días amargos en está cárcel.

Mis padres siempre me mantienen aquí y la verdad es que es muy molesto, demasiado. Sin embargo, no tenía más remedio. Obedecí a mi padre y me alejé de la ventana.

—Iré a mi habitación. —informé.

Mis progenitores no dijeron ni una sola palabra, mi padre solo asintió y volvió a "su mundo", mi madre ni quiera me miró, estaba tan concentrada en esas fotos viejas. Desde que tengo memoria, siempre ha parecido que soy un fantasma para ella, aun cuando era su único hijo...y a eso también estaba acostumbrado.

Mi cuarto no es el más grande o el más pequeño de la casa, pero sí era más el sitio más cálido de la prisión. Allí puedo hacer lo que quiera sin que mi padre me diga una sola palabra, lo cual es un alivio.

Así que me dispuse a mirar por la ventana otra vez. Logré ver mi reflejo en el cristal. Siempre estoy con la misma expresión de siempre, mejor dicho, sin expresión. Mi rostro siempre esta neutral. Era como si no sintiera nada en ningún momento. Ni siquiera recuerdo la última vez que me sentí feliz de verdad, porque siempre fingía.

La nieve caía lentamente, como si danzara, y...fue entonces cuando lo vi por primera vez...

La casa de enfrente había estado abandonada desde que el señor Lee falleció, hace unos 3 años en ella y los rumores que estaba embrujada no tardaron en surgir entre los niños de la calle. Yo nunca lo creí, era patético pensar que la vida después de la muerte era pasar el resto de la eternidad como fantasmas con cadenas y sabanas sobre ellos. Eso pensaba yo.

Un camión se paró justo en frente de la casa, que apenas me doy cuenta que ha sido remodelada, un auto negro se estaciono frente al camión y de él bajó una mujer de cabello castaño, era muy bonita debía admitir.

Ella dio la vuelta al carro y pareció platicar con alguien dentro del vehículo, algunos minutos después en los que ella no dejaba de sonreír, un pequeño niño pelinegro bajó también.

Se veía más joven que yo, de unos 5 o 6 años a juzgar por su estatura. No pude verlo bien desde mi ventana, pero si me percaté de que parece ser alguien tímido. Tras observarlos unos segundos más, el niño se giró y pude ver parte de su rostro.

En ese momento, sentía algo dentro de mí, como un impulso, una voz que me decía que debía ir allí. No era curiosidad, porque ese tipo de situaciones jamás me generan interés, pero ese sentimiento no me dejo en paz desde ese día.

 No era curiosidad, porque ese tipo de situaciones jamás me generan interés, pero ese sentimiento no me dejo en paz desde ese día

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