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Agosto 29.

Él llevaba más de 10 años encerrado en una prisión especial, como un psiquiátrico, y siempre estaba igual que desde que puso un pie allí. Siempre que despertaba se sentaba en la orilla de la cama y miraba la nada. Y esa misma sonrisa psicótica adornaba su rostro, nunca lo abandonaba.

Cuando se lo llevaba para que desayunara, él veía la nada otra vez y esa sonrisa estaba allí. Comía muy lentamente o a veces no comía nada, pero la sonrisa siempre estaba allí.

Cuando lo regresaban a su celda, miraba de nuevo la nada. Así fue por todo el día, en los últimos diez años. Incluso en aquellos días en los que se le permitía salir afuera en su silla de ruedas y su camisa de fuerza.

A veces, cuando JiMin o HoSeok o incluso YoonGi lo visitaban, él no decía absolutamente nada, sin embargo, escuchaba cada palabra de ellos. Ni siquiera se movía y era difícil saber si su mente estaba conectada a la realidad.

Aun así, ellos le platicaban de cualquier cosa, de lo que había sucedido recientemente, de cómo les va en sus carreras, que ya se habían casado su primo y mejor amigo no hace mucho.

Pero Jeon siempre estaba neutro, con la mirada perdida y esa maldita sonrisa.

Cada noche, él soñaba como TaeHyung iba con él entre esa oscuridad abrazadora, y le decía que lo amaba, que quería que lo acompañara al más allá, que él lo había perdonado.

TaeHyung estaba siempre con él, siempre.

—Él...es mío... ¿cierto? —


Claro que lo es, solo muerto nadie más lo miraría, nadie nos lo quitaría...


—Pero...él no está conmigo.


Lo estará pronto...


Él es mío. 

Solo mío. 

De nadie más. 

Él me pertenece...

Él me pertenece

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Suyo...

Él fue...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora