Capitulo I

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Kara Danvers comprendió que la había llamado. Sentada a lomos
de su hermoso Pazzo Fino, fruncio el ceño y contempló los vastos y verdes espacios en los que pastaban varias miles de cabezas de ganado, todas las cuales le pertenecían a ella. Una vez más, estaba a punto de montarse en el avión de su empresa para dirigirse de Smallville a Gothan City.
Resultaba poco frecuente que su padre la llamara. Después de todo, Kara tenía treinta y dos años y se había independizado hacía años.
El asunto debía de ser muy importante y, por consiguiente, debía acudir inmediatamente a su llamada.
Había experimentado un momento de preocupación. ¿Podría ser que la salud de uno de sus progenitores fuera la razón de tanta urgencia? Seguramente no. Su madre, con la que Kara había tenido una relación muy estrecha, habría confiado en ella inmediatamente. A pesar de todo, no perdió el tiempo. Regresó al galope a su hacienda e hizo que Otis, uno de los criados, le hiciera el equipaje para partir sin dilación.

Veinticuatro horas más tarde, estaba sentada en el gabinete de la casa familiar en Eaton City, tratando de recuperarse de la conmoción que le habían producido las palabras de su padre.

-¡Eso es algo completamente descabellado! -exclamó Kara mientras se mesaba su dorado cabello-. Si no recuerdo mal, Lena Luthor ni siquiera tiene veinte años... Es una niña. ¿Cómo podéis el viejo Luthor y tú pensar en que contraiga matrimonio?
-Vamos, Kara, déjate de remilgos. Parece que nunca hayas oído hablar de un matrimonio de conveniencia.
-Te aseguro que no como éste -replicó Kara-. No sé lo que se os ha metido en la cabeza. Si Lena piensa en mí, probablemente será como una...
-Tonterías -le interrumpió su padre, un hombre muy bien vestido de casi ochenta años-. Dudo que se acuerde de ti, lo que puede que sea lo mejor.
-Maravilloso.
-Hay razones muy poderosas para esta decisión.
-¿Sí? ¿Y cuáles son? -preguntó Kara, con altivez.
-En dos palabras, Luthor, el abuelo de Lena, se está muriendo.
-¿Qué le ocurre?
-Me temo que está enfermo de cáncer. Le quedan seis meses como mucho. ¿Te imaginas lo que le ocurriría a esa muchacha si se viera sola en el mundo con la cantidad de dinero que heredará? Eso, por no mencionar la dirección del imperio de Luthor-añadió mientras lanzaba una aguda mirada a su hija.
-Así que de eso se trata -dijo Kara-. Luthor cree que yo soy una candidata adecuada para hacerme cargo, ¿verdad?
-Considerando lo grande lo complejo que ese imperio es, yo diría que es un cumplido.
-Supongo que es un modo de considerarlo -admitió Kara, aunque se sentía algo irritada-. Sólo hay un problema.
-¿De qué problema se trata? -preguntó Jeremías Danvers, atónito. -Yo no tengo deseo alguno de contraer matrimonio.
Se produjo un momento de silencio antes de que el padre de Kara respondiera.
-Kara, este matrimonio con Lena... -Que, prácticamente, podría ser mi hija...
-No lo creo, a menos que pienses entrar en el Libro Guinness de los Récords como la madre más joven de la historia -murmuró su padre, con ironía-. Este matrimonio, como te estaba diciendo antes de que me interrumpieras tan groseramente, no terminaría con tu... estilo de vida. Estoy seguro de que Lena ha sido educada esperando un matrimonio de este tipo. Tengo que admitir que no la he visto desde hace varios años. Ha estado en un internado, el Convento del Sagrado Corazón -añadió, con una sonrisa de satisfacción-. Eso, en sí mismo, es un buen presagio.
-Padre, ¡todo esto es completamente absurdo! -explotó Kara. Se levantó de la butaca y empezó a pasear su atlética y esbelta figura, elegantemente ataviada con un traje azul marino de corte italiano, por el gabinete-. Ni que estuviéramos en la Edad Media. No puedo estar de acuerdo con algo así.
-Piénsatelo. Podría ser una gran oportunidad para ti, al menos profesionalmente.
-Padre, si crees que yo me dejaría implicar en un matrimonio de conveniencia sólo por el deseo de mejorar mis negocios, que por cierto ya no me van tan mal, permíteme que te desengañe inmediatamente.
-No quería decir eso -respondió Jeremía, muy cuidadosamente al ver la reacción de su hija-. Piensa en tu madre y en mí. Casi no nos conocíamos antes del matrimonio y mira lo bien que nos ha salido. La verdad es que, desde que me casé con ella, no he vuelto a mirar a otra mujer y te aseguro que, en mis tiempos, yo era una buena pieza. En cuanto a lo de la edad, tu madre es veinte años menor que yo. Tú ni siquiera tienes trece más que Lena, por lo que no se puede tener en cuenta. Además, creo que treinta y dos años es edad suficiente para empezar a tener hijos.
-Sí, claro, padre -gruñó Kara. De repente, sintió la necesidad de estar a solas, de pensar en cómo salir de aquel atolladero.
-¿Puedo decirle a mi viejo amigo Luthor que, al menos, vas a pensar en la proposición? Rechazarla de plano sería un insulto para él.
Aquello era cierto. El honor de haber sido seleccionanda por uno de los hombres más ricos del mundo para que se convirtiera en su futura nieta política, heredera de todas sus responsabilidades, era un asunto que no debía tratarse a la ligera. Si se trataba del modo equivocado, podría afectar a la amistad de toda una vida.
De mala gana, Kara asintió.
-Muy bien, padre, pero sólo con una condición. Deseo ver a Lena. Supongo que ella conoce la situación.
-No que yo sepa -murmuró Jeremía Danvers -. Se le dirá todo a su tiempo...
-Estupendo -replicó Kara cínicamente, tras realizar un gesto de desaprobación con la mirada. Entonces, por una razón inexplicable, evitó pronunciar el resto de la frase que estuvo a punto de escapársele de los labios.

-¿Los Danvers?
Las hermosas cejas de Lena se fruncieron. Inclinó su bonito y bronceado rostro y fijó los ojos verdes esmeralda en su abuelo.
-No los recuerdo -añadió-. ¿Los conocimos en Smallville?
-Por supuesto, cielo mío, pero hace bastante tiempo desde la última vez que nos visitaron. De hecho, creo que no han vuelto desde que tú te fuiste al internado. Jeremías Danvers es un viejo amigo mío y su esposa Eliza está, en cierto modo, emparentada con la familia de tu difunta abuela.

-Ah -dijo Lena. Entonces, asintió y sonrió.
-Van a venir a tomar el té mañana con su hija, Kara, de la que puede que te acuerdes. Vino a vernos en algunas ocasiones mientras estudiaba primero en Etony luego en Oxford.
-Lo siento, pero no tengo ni idea de quién es -replicó Lena, agitando su negro cabello, producto de las dos semanas que se había pasado jugando al tenis todos los días en el sur de Francia. Se puso de pie-. Me marcho a un torneo ahora. ¿Necesitas algo antes de que me vaya? ¿Agua para tus pastillas? -añadió. De repente, se sentía muy preocupada.

Su abuelo parecía haber envejecido mucho durante las últimas semanas y estaba muy preocupada por él. Había heredado la percepción de su madre y la innata capacidad de ésta para dirigir Thurston Manor, la encantadora casa de campo que tenían cerca de Windson y para asegurarse de que su abuelo estaba bien atendido.
-No, no, hija mía. Vete, pero asegúrate de que llegas a tiempo mañana a la hora del té.
-Lo intentaré, pero tengo las semifinales y, si consigo que no me eliminen hoy, tal vez tenga que jugar.
El abuelo Luthor sonrió a su nieta. La quería mucho. Le hubiera gustado mucho poder vivir lo suficiente para verla convertirse en la flor en la que percibía que estaba a punto de convertirse. Sin embargo, sabía que eso no podría ser. Aceptó con resignación el beso en la enjuta mejilla. Debía asegurar el futuro de su nieta, no sólo económicamente, algo que no le preocupaba en exceso. Lo que más le inquietaba eran los cazafortunas que empezarían a rondarla en el momento en el que él estuviera muerto y enterrado.

Cuando el Bentley aparcó frente a la espléndida casa de campo eran las cuatro. Kara experimentó una nueva oleada de desagrado. Aquel asunto era completamente absurdo y le hacía sentirse como si estuviera participando en una película muy mala. A pesar de todo, había escuchado atentamente las peticiones de sus padres para que acudiera con ellos a aquella visita. Tal vez podría hacer entrar en razón al Abuelo Luthor y a su padre.

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