Capitulo XI

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Era importante que Lena supiera que contaba con su apoyo si así lo necesitaba. Jeremías estuvo de acuerdo con su esposa. Efectivamente, la joven pareja debía limar en solitario sus diferencias.
Tras decirle aquello, lo primero que hizo Eliza fue invitar a su nuera a almorzar, donde tenía la intención de descubrir exactamente lo que estaba ocurriendo. Kara no le había dado muchos detalles y Lena se había mostrado muy cortés al teléfono. Sin embargo, la mujer presentía que la situación era mucho peor de lo que le había hecho ver a Jeremías. No tenía mucho tiempo. No es que tuviera intención de interferir, pero algún ajuste aquí y allá no vendría nada mal.

Lena decidió que no podía rechazar la invitación. No sentía el menor deseo de ir. Se sentía estúpida, fea y desaliñada. Se había negado a contestar las numerosas llamadas de Kara.
No se había lavado el cabello desde hacía días y tenía un aspecto terrible.
Se miró al espejo. «Mira en lo que te has convertido», se dijo. Con un suspiro comprendió que no podía salir así a almorzar. Tendría que arreglarse antes de reunirse con su suegra. De mala gana, tomó el teléfono y concertó las citas necesarias.
—Bueno —dijo Eliza, cuando las dos mujeres se hubieron acomodado en una mesa de Mark’s, el selecto restaurante—, he oído que Kara y tú habéis encontrado un apartamento.
—Estuvimos buscando —respondió Lena. No quería que Eliza conociera sus intenciones de divorciarse de su esposa antes de haber tenido oportunidad de hablar con Kara. Aún no se había puesto en contacto con sus abogados porque, o al menos eso se había hecho creer, no había tenido tiempo.
—Vaya, yo creía que era ya algo hecho —comentó Eliza.
—Sí… No. Bueno, resulta todo bastante complicado a decir verdad — admitió Lena. Le resultaba muy difícil sincerarse con su suegra.
—Me da la sensación —repuso ella—, que la armonía entre Kara y tú no es completa —añadió mientras golpeaba suavemente la mano de Lena con la suya.
—Sí, bueno no… Es decir… En realidad…
—Lena, me gustaría que me consideraras como una amiga en vez de una suegra. Después de todo, no tienes ni madre ni abuela que te guíen, querida. Antes de que sigamos hablando, déjame añadir que sé muy bien lo que es mi hija. No soy una de esas madres que creen que sus hijos nunca hacen nada malo. Conozco muy bien las… carencias que tiene Kara.
Lena tomó un sorbo de champán. Llevaba días pensando en la situación, pero no sabía si debía contárselo todo a la madre de Kara. Sin embargo, tras mirar a la mujer a los ojos, decidió que si no le contaba lo ocurrido a alguien se volvería loca.
—No sé cómo empezar. Yo creía que todo iba bien. Estaba empezando a creer que, tal vez, nuestro matrimonio había sido una buena idea y entonces… —susurró. No pudo continuar. Los ojos se le llenaron de lágrimas.
—Lena, querida mía —dijo suavemente Eliza
—, ¿por qué no me cuentas lo que ha ocurrido? Es mucho peor que te lo guardes todo para ti. Somos las dos mujeres. Necesitamos hablar de las cosas que nos preocupan. Te aseguro que no le contaré a nadie lo que me digas.
—Bueno, tiene una amante…
—¡Ah! Lana, supongo. Una mujer inadecuada e incómoda. Yo creía que la había dejado.
—No por lo que yo vi desde aquella mesa. —¿Dices que la has visto?
—Sí. En realidad, los he visto a los dos.
—Entiendo —susurró Eliza, con una expresión de consternación en el rostro—. ¿Dónde, Lena?
—En Santi’s. Se suponía que Kara estaba en Midvale. Yo salí a almorzar con Lois, que muy amablemente me llevó de compras. A mí me gusta Santi’s, por lo que fuimos allí. La vi sentada en una mesa, sonriendo a una mujer. Yo sabía quién era. Las había visto juntas en una revista. Pensé… Me imaginé que, estando casada…
—Siento mucho que tuvieras que pasar por eso —replicó Eliza, completamente atónita por lo que acababa de escuchar—. Sé por experiencia lo difícil que resulta enfrentarse a este tipo de asuntos. Jeremías era un verdadero donjuán cuando nos casamos. Supongo que ésa es la razón de que regresaras tan precipitadamente aquí, ¿no?
—¿Qué otra cosa podía hacer? —replicó Lena, a la defensiva.
—No te estoy criticando. De hecho, creo que has hecho exactamente lo más adecuado. A Kara no le vendrá nada mal darse cuenta de lo estúpida que ha sido.

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