Sin poder evitarlo, recordó cuando hicieron el amor hacía unos días. Kara no había vuelto a marcharse de su cama. Había insistido en que durmieran juntas y, como ella estaba demasiado abrumada por los acontecimientos que se estaban produciendo a su alrededor y porque, aunque no quisiera admitirlo, sus brazos le proporcionaban un maravilloso consuelo, había cedido.
Desgraciadamente, la realidad había vuelto a hacer acto de presencia.
—¿Por qué no te vas tú sola a Smallville, Kara? Yo no tengo nada que hacer allí. Además, tengo que hacer aún muchas cosas aquí, como ver a algunas personas y ocuparme de algunos asuntos de mi abuelo. No pude hablar con muchos de sus amigos el día del entierro y tengo que mandarles notas de agradecimiento…
—Lena, eso es ridículo y tú lo sabes. Nos reunimos con todos los asesores legales de tu abuelo ayer mismo. Además, de ahora en adelante yo me ocuparé de los intereses Luthor. En cuanto a las notas de agradecimiento, en Smallville hay un papel perfectamente aceptable.
—No veo por qué tengo que marcharme —insistió ella.
—Yo hubiera pensado que resulta completamente evidente. Tengo que ocuparme de mis empresas, de mi hacienda. ¿Por qué no deseas marcharte?
—No creo que sea el momento para hablar de eso.
—A mí me parece más bien lo contrario. Sabes que tiene que ocurrir tarde o temprano. Es mejor ir ahora. Además, tú necesitas un respiro, marcharte de aquí y relajarte después de todo lo que has pasado.
—No creo que Smallville me resulte relajante…
—No veo por qué no. Es una ciudad muy agradable. Harás nuevos amigos, tendrás una vida allí al igual que en Gotham, Metropolis y en todos los demás lugares en los que vivamos. Sin embargo, después de todo, va a ser el lugar en el que viviremos principalmente. Quiero comprar una casa o un apartamento.
—¿Sí? ¿Y qué tiene de malo el que ya tienes? —le preguntó Lena, desafiante.
—Nada, pero es más bien un piso de soltera. Resulta demasiado pequeño para una familia.
—Nosotras sólo somos dos —replicó ella—. ¿Quién sabe? Tal vez me guste.
—No lo creo —repuso Kara, con firmeza—. Nos alojaremos en una suite hasta que encontremos algo que nos convenga.
Lena decidió no seguir discutiendo. Se había dado cuenta de que cuando Kara tomaba una decisión resultaba muy difícil hacerle cambiar de opinión. Decidió que así sería. En cierto modo, tal vez era mejor marcharse. Tarde o temprano tendría que afrontar la verdad, pero resultaba difícil hacerse a la idea de que podía ser tan apasionada con ella en la cama y comportarse del mismo modo con otra mujer.
Aquel pensamiento le dolió. No obstante, aprendería a controlarlo, a librarse de aquellos estúpidos celos. Estaba segura de que al final ganaría. Desde que era una niña, a Lena siempre le había chocado mucho marcharse de Gotham a mitad del verano y llegar a Smallville con un pesado abrigo bajo el brazo.
Llegaron al Alover Palace, el mejor de los hoteles de Smallville. Kara se mostró atenta y cariñosa con ella. Se aseguró de que no se sintiera en un segundo lugar, como Lena se había temido. Como aún estaba muy triste por la muerte de su abuelo, a ella no le apetecía demasiado verse inmersa en actividades sociales, pero Kara insistió en que salieran aquella misma noche para cenar en un restaurante. Tal vez después, podrían ir a ver bailar el tango en el Viejo Almacén.
Estaban tomando los postres cuando, de repente, Kara se inclinó sobre la mesa.
—Lena, mi linda —susurró—. Te debo algo…
—¿Que me debes algo? No lo creo—respondió ella, sin comprender a qué se refería.
—Sí —insistió kara. Se sacó dos pequeñas cajas de cuero del bolsillo de la chaqueta—. Esto es lo primero que te debo —añadió, mientras deslizaba una caja roja de Cartier sobre la mesa.
Lena dudó. El pulso comenzó a latirle más rápidamente. Sin poder contenerse, abrió la caja. En ella, había un precioso anillo de diamantes. Kara extendió la mano y lo sacó del estuche. Con una sonrisa, tomó la mano izquierda de Lena y le deslizó el anillo sobre el dedo para colocarlo junto a la alianza de boda.
—Es tu anillo de compromiso —dijo—. Si no te gusta, podemos cambiarlo.
—Oh, no, me encanta. Es precioso —le aseguró ella mientras contemplaba la maravillosa joya.
—Y esto —prosiguió kara, abriendo la larga caja de cuero—, es tu regalo de boda.
Sacó una delicada pulsera de zafiros y diamantes. Encantada, Lena extendió la mano.
—Es bellísima, Kara. Es una antigüedad, ¿verdad?
—Sí. La vi en un catálogo de Sotheby’s e hice que mi hombre en Gotham pujara por ella. Sé que probablemente heredaste muchas joyas antiguas de tu madre y de tu abuela, pero ésta me pareció una pieza muy especial.
—¡Lo es! —exclamó ella, tratando de contener las lágrimas que se le agolpaban en los ojos.
De repente, se sintió muy mal. Mientras ella estaba tratando de rechazar a su esposa, ella estaba haciendo todo lo posible para conseguir que su matrimonio fuera un éxito. Tal vez se estaba comportando de un modo muy inmaduro.
—Gracias, Kara —dijo, con una cálida sonrisa—. Me siento muy emocionada por este gesto. Ha sido un detalle por tu parte acordarte de esto.
—Es lo menos que podía hacer…
Le tomó la mano y, tras darle la vuelta, le depositó un beso en la parte interior de la muñeca. Aquella caricia le provocó a Lena unas deliciosas sensaciones por todo el cuerpo y le recordó que la velada aún no había terminado.
Se había mostrado algo reticente con ella, temerosa de que Lana pudiera estar cerca. Sin embargo, en aquel momento Kara acababa de disipar todos sus temores. De repente, Lena se sintió muy feliz, encantada de estar con ella en Smallville y no en Gotham, llorando en solitario a su abuelo.
Decidieron regresar andando al hotel. Lena recordaba vagamente haber tomado el té allí con sus abuelos y sus padres cuando sólo era una niña.
—Aún recuerdo venir aquí con mi madre —le dijo a Kara, cuando entraron en el vestíbulo del hotel—. ¿Siguen teniendo el té inglés con bollitos?—Por supuesto —respondió ella —. El Alover nunca pierde su toque especial ni sus tradiciones. Supongo que ha debido de ser muy duro para ti crecer sin tus padres —añadió.
—En cierto modo sí, pero tenía a mis abuelos. Se portaron maravillosamente conmigo.
—¿Cuándo murió tu abuela?
—Hace cuatro años. El abuelo nunca superó su muerte. Después del fallecimiento de mi abuela, nunca fue el mismo hombre. Se querían mucho.
—¿Se concertó también su matrimonio?
—Sí, como el de tus padres, aparentemente. Ellos también parecen muy felices. Han sido muy amables conmigo…
—Por supuesto. Acaban de ganar una hija.
—¿Es eso lo que sienten de verdad o sólo lo dices para que me sienta mejor?
—No. Es en serio. Mi madre te adora y mi padre está medio enamorado de ti.
Lena se echó a reír mientras cruzaban el vestíbulo y se dirigían al ascensor que las llevaría a su suite.
—Mañana nos vamos a reunir con mis agentes inmobiliarios —dijo Kara, cuando llegaron a la puerta—. Tienen una serie de casas y apartamentos para enseñarnos. ¿Qué prefieres?
—¿A qué te refieres? —preguntó Lena. Entraron en el salón de la suite, donde las dos se quitaron los abrigos que llevaban puestos—. ¿A si prefiero casa o apartamento? En realidad no lo sé. Yo… Nunca había pensado en que me compraría… en que nos compraríamos una casa tan pronto. Todo resulta una novedad para mí.
—Mejor. Así nos divertiremos más —afirmó kara—. ¿Te apetece ver la televisión durante un rato?
—¿Por qué no? Veamos lo que echan. Se sentaron juntas en el sofá, como si llevaran años haciéndolo. Resultó agradable y natural, por lo que Lena no pudo reprimir una cierta sensación de miedo al notar lo mucho que se estaba acostumbrando a compartir la vida con una mujer a la que casi no conocía.Estuvieron una hora viendo una serie de humor, relajadas y disfrutando cada minuto de la velada. Había sido una noche perfecta. Lena pensó que todos los miedos que había sentido antes de ir a Smallville habían desaparecido por los gestos de su esposa. Se sentía muy emocionada ante la perspectiva de elegir su nueva casa y de decorarla.
—Bueno —dijo Kara—. Creo que es hora de que nos vayamos a la cama. Mañana nos espera un día muy agitado.
Lena sonrió, ahogó un bostezo y dejó que Kara la ayudara a levantarse del sofá. De repente, se produjo un cambio casi imperceptible en el ambiente. Sus miradas se cruzaron al tiempo que Kara la estrechaba contra su cuerpo.
—Te deseo —susurró. Le colocó las manos sobre el trasero y la apretó contra ella, dejando que Lena sintiera su erección.
—Y yo te deseo a ti —musitó ella. —Entonces, ¿a qué estamos esperando?
Con un rápido movimiento, Kara le desabrochó el vestido, que cayó en un círculo a los pies de Lena. A continuación, hizo lo mismo con el sujetador.
—Mi hermosa esposa… —murmuró.
Le cubrió los senos con las manos y empezó a acariciarle los pezones con los pulgares. Lena contuvo el aliento y se empleó a fondo en desabrocharle los botones de la camisa y la hebilla del cinturón.
Minutos más tarde, estaban tumbadas sobre la cama, completamente desnudas. Kara estaba ejerciendo su magia sobre ella, pero, aquella vez, Lena también deseaba aventurarse. Cuando kara levantó la cabeza del cuerpo de su esposa, ella la empujó sobre la cama.
Kara la miró sorprendida, pero, al ver la decisión que había en su mirada, cedió a sus caricias. Lena empezó a besarle la garganta, el pecho y más abajo hasta que, por fin, le rodeó la erección con los labios. Oyó que ella contenía el aliento.
—Mi amor —susurró Kara, con voz ronca.
Aquello fue lo único que ella necesitó para seguir. Muy pronto, estaban enredadas juntas, besándose, mordiéndose. Kara la penetró, poseyendo cada centímetro de su cuerpo tal y como Lena la poseía a ella.
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CAMAS SEPARADAS
FanfictionElla esperaba que Lena se rindiera a sus encantos... Kara Danvers era guapa y rica y las mujeres hacían cola para calentarle la cama. ¿Por qué entonces podía querer una mujer así un matrimonio de conveniencia? Lena Luthor era una heredera de buena...