Capitulo XIV

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-La señora Eliza está en el salón -le dijo una doncella mientras
Lena bajaba las escaleras. Se sentía completamente agotada. Las náuseas no habían cesado, tal y como había supuesto. ¿Sería posible que tuviera algo grave?
Cuando llegó al vestíbulo, respiró profundamente. ¿Qué estaría Eliza haciendo allí a las diez y media de la mañana? Se sentía mareada y no le apetecía hablar con nadie, pero no podía pedirle a su suegra que se marchara.
-Lena -dijo Eliza, levantándose del sofá. Ella se acercó a la dama para darle un beso-. Siéntate, hija mía y dime qué te ocurre. Pareces estar muy pálida y desmejorada. ¿Has ido a ver al médico?
-No. No sé lo que me pasa. Siento deseos de vomitar desde hace varios días, aunque sólo cuando me despierto. A mediodía me siento mucho mejor, tanto que creo que me estoy recuperando. Creo que debo de haber contraído algún virus.
-¿Y dices que eso sólo te ocurre por la mañana?
-Sí. Eso es lo más extraño. No puedo soportar la idea de tener que desayunar, pero, para la hora de almorzar, tengo bastante hambre.
-Hmm... Perdona que te pregunte algo tan personal, pero, ¿cuándo tuviste tu último periodo?
-Oh, no sé... hace algunas semanas -dijo Lena.
Cerró los ojos durante un momento y esperó que pasara la sensación de mareo-. Lo siento -añadió-. Estaré bien dentro de un momento.
Eliza sonrió. La muchacha no tenía ni idea de lo que le estaba ocurriendo. Rápidamente, se preguntó cómo afectaría aquella noticia a la situación que se estaba produciendo entre Kara y ella. Decidió actuar con cuidado.
-Lena, ¿has pensado que puede que no sea ningún virus?
-No. No veo qué otra cosa puede ser -respondió. De repente, pareció comprender las implicaciones de la anterior pregunta de Eliza. Se incorporó rápidamente-. ¡Oh! ¿No creerá que estoy...?
-¿Esperando un hijo? -preguntó la mujer, con voz tranquila.
-Eso no puede ser. Es decir, estas cosas no ocurren así como así, ¿verdad?
-Eso depende. ¿Has estado utilizando algún método anticonceptivo?
-No, no lo pensé. Yo...
-Bueno, en ese caso, creo que existen muchas posibilidades de que estés embarazada. Las náuseas son uno de los primeros síntomas. Yo las tuve cuando me quedé embarazada de Kara.
-Eliza, por favor. No se lo diga a Kara -suplicó Lena, sin saber lo que iba a hacer-, al menos hasta que haya averiguado si estoy embarazada o no. Ya sabe que las cosas no van muy bien entre nosotras. Necesito poder tomar mis propias decisiones.
-Lo comprendo, querida, pero permíteme que te pida cita con un excelente ginecólogo. El podrá decirte si estás o no embarazada. Cuando lo sepamos, ya decidiremos lo que hacer. Por el momento, quiero que te tumbes en el sofá y que levantes las piernas. Toma -dijo Eliza mientras le colocaba un cojín a Lena detrás de la espalda-. Creo que una infusión te vendría bien. Le diré a la doncella que la prepare inmediatamente.
Un hijo... ¿Cómo sería? ¿Sería niño o niña? ¿Y si Kara y ella...? No. No quería ni pensarlo. ¿Cómo reaccionaría si supiera que estaba embarazada? No podría haber ocurrido en un momento peor.
Se sentía atrapada entre los recién estrenados sentimientos de tener a una personita creciendo en su interior y los que le provocaba su distanciamiento con Kara.
Suspiró, cerró los ojos y dejó que su suegra la mimara un poco. Le pidió una infusión y le cubrió las piernas con una manta antes de dirigirse hacia el teléfono y empezar a hacer llamadas telefónicas. Varios minutos más tarde, regresó al lado de Lena.
-Tengo una cita con el ginecólogo para mañana por la mañana a las once. Yo puedo acompañarte, pero lo entenderé si prefieres ir sola.
-Gracias. Si no le importa, creo que prefiero ir sola.
-Lo comprendo, querida, pero, por favor, llámame por teléfono en cuanto sepas el resultado.
-¿No se lo dirás a Kara?
-¿No te prometí que esto sería nuestro secreto? No lo haré, pero sólo a condición de que me permitas cuidarte. Después de todo, podrías estar embarazada de mi nieto -añadió, con una sonrisa.
-Por supuesto. Ha sido usted maravillosa. Muchas gracias. -De nada. Me encanta tener a una hija a la que mimar.
-Sí -replicó Lena. Inmediatamente la asaltaron las dudas. ¿Y si Kara y ella se divorciaban? ¿Qué ocurriría entonces?
Decidió que no debía pensar en eso en aquellos momentos. Sólo tenía que esperar al día siguiente, ir al médico y saber la verdad. Ya habría tiempo de encontrar respuestas para el resto de sus dilemas.

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