Capitulo XV

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Sin embargo, Kara prefirió no decir nada. Tal vez sería mejor guardar silencio.
-Me voy a marchar durante unos días -dijo, mientras el camarero le servía una copa de vino.
-¿Sí? ¿Y adónde vas a ir? ¿A Smallville? -preguntó ella.
Kara captó la tensión que había en su voz, por lo que reprimió una sonrisa.
-No, en realidad me marcho a Metropolis. Tengo que visitar las oficinas que la empresa de tu abuelo tiene allí y ocuparme también de algunos asuntos personales.
-Entiendo -dijo Lena. Al ver que no le pedía que la acompañara, sintió una profunda desilusión. No es que ella hubiera ido, pero Kara se lo podía haber preguntado.
-¿No quieres vino? -quiso saber ella. -No, gracias.
-¿Estás segura de que te encuentras bien? -Sí. ¿Cuándo te marchas? -Mañana por la mañana. -Entiendo. ¿Cuánto tiempo piensas quedarte en Metropolis?
-Unos cuantos días, no estoy segura. Depende de cómo me vayan las cosas. Tal vez me tome el fin de semana o tal vez pueda irme a navegar unos días.
Lena se reclinó sobre la butaca, tratando de controlar sus emociones. Allí estaba ella, con la mayor noticia de su joven vida y Kara se iba a navegar. Se lo tendría que haber imaginado. Pues que se fuera a navegar y a hacer todo lo que quisiera. ¿Qué le importaba a ella? No pensaba decírselo en aquellos momentos. Que esperara.
El rosbif llegó por fin, pero, por alguna razón inexplicable, Lena parecía haber perdido completamente el apetito.
-Pensé que tenías mucha hambre, querida. ¿Qué ha pasado? - preguntó Kara inocentemente, al ver que no hacía caso a la comida.

-Estoy bien. Tal vez haya exagerado pidiendo tanta comida.
-¿Estás segura de que estarás bien mientras yo estoy de viaje?
-Por supuesto -se mofó ella-. ¿Por qué no iba a estarlo?
-No lo sé... Supongo que no hay razón alguna.
El coche de Lena la estaba esperando en el exterior del restaurante.
-¿Quieres que te lleve?
-No, gracias. Iré dando un paseo.
-Muy bien. Que tengas buen viaje.
-Gracias. Te veré cuando regrese -dijo Kara. La besó en la mejilla antes de que ella entrara en el vehículo.
-Eso ya lo veremos -murmuró Lena, cuando ella ya no pudo oírla.
A pesar de todo, tenía que admitir que resultaba muy reconfortante saber que se estaba ocupando de los asuntos de su abuelo y que ella no estaba en manos de unos abogados a los que no entendía y en los que, por alguna razón, no confiaba.
Se acordó de Eliza y suspiró. No le parecía bien contarle a nadie lo de su embarazo antes de decírselo a Kara. Había tenido su oportunidad y no la había aprovechado. Suponía que no había nada de malo en decírselo a su suegra. Sentía que podía confiar en que ella no se lo dijera a su hija.
Lentamente, tomó su móvil y la llamó para decirle que llegaría en pocos minutos a su casa. Cuando el vehículo se detuvo delante de la casa, Eliza ya la estaba esperando.
-Entra, querida mía. Vamos a tomar una taza de té en el saloncito - dijo. Le dio indicaciones al mayordomo y acompañó a Lena a una estancia íntima y femenina, que, evidentemente, era su sala favorita.
-¡Qué bonita es esta habitación! -exclamó Lena.
-Tenía que tener algún lugar así de femenino en una casa -replicó su suegra, riendo-. Ahora, siéntate y dime lo que te ha dicho el médico.
Lena obedeció y respiró profundamente.
-Es cierto -admitió-. Estoy embarazada. El médico me ha dicho que el bebé nacerá en abril.
-Mi enhorabuena, cariño mío. Es maravilloso. ¿Cuándo piensas decírselo a Kara?
-No lo sé. Todo resulta tan... difícil. Pensé decírselo a la hora de almorzar, pero...
-¿Habéis almorzado juntas?
-Sí, en Wilton's. Me apetecía rosbif. -¡Ah!
-No sé lo que hacer... -susurró Lena. De repente, se echó a llorar de un modo incontrolable-. No sé lo que me ocurre -añadió, entre sollozos-. Yo nunca me comporto de este modo... incapaz de tomar una decisión. Es como si mi capacidad de razonamiento se hubiera desvanecido.
-Lena, querida mía, eso es algo natural -dijo Eliza. Se sentó a su lado en el sofá y le tomó una mano
-.Cuando una mujer espera un hijo cambian todas sus emociones. Se llora sin razón aparente, se ven las cosas muy negras cuando, en realidad, no lo son tanto... Se sienten toda clase de sensaciones inexplicables. Recuerda que tu cuerpo y tu mente se están preparando para la idea de ser madre. Ya no eres tú sola, sino dos de las que tienen que cuidar.
-Lo sé. Lo he estado pensando en el restaurante.
-Entonces, dime, ¿por qué no se lo contaste a Kara?
-Porque se marcha a Metropolis y luego se va a ir a navegar a Newport. ¡A navegar! ¿Se lo imagina? Quiero decir, ¿para qué tiene que ir a navegar? ¿Por qué no puede regresar y...?
Al darse cuenta de lo necias que debían estar sonando sus palabras, Lena cerró la boca.
-Tal vez no le has demostrado que no quieres que se vaya... Las mujeres tenemos un modo muy extraño de reaccionar en estas situaciones. Somos muy orgullosas. ¿Dejaste que Kara te hablara sobre lo que ocurrió en Smallville?
-No...
-¿Te enfadarás conmigo si te digo que eso ha sido una tontería? Se merecía que la castigaras y estoy segura de que le ha venido muy bien darse cuenta de que no puede salirse siempre con la suya, pero creo que estaba diciendo la verdad cuando te contó que su aventura con Lana había terminado.
-¿De verdad? -susurró Lena, con los ojos y las mejillas llenos de lágrimas-. Esa mujer es tan hermosa, tan sofisticada... No veo por qué la iba a dejar a ella para estar conmigo. Después de todo, yo soy sólo un compromiso para ella. No me di cuenta de que me...

-¿De que te enamorarías? -dijo su suegra, terminando la frase por ella
-. ¿Por qué no? Yo me enamoré de mi esposo después de casarme con él y tengo buenas razones para creer que a él le pasó lo mismo. ¿No se te ha ocurrido nunca pensar, Lena, que Kara podría estar enamorada de ti?
-No, claro que no. ¿Por qué iba a estarlo? Si hubiera usted visto el modo en el que Lana y ella se miraban... Estoy segura de que está enamorada de ella.
-Tonterías -repuso Eliza
-. Lana y ella se hacían compañía. Tenían los mismos amigos y estoy segura de que tuvieron una vida sexual muy agradable mientras duró, pero no es eso a lo que me refiero. Estoy hablando de pasión, del amor verdadero... Ese sentimiento se produce una vez en la vida y no desaparece nunca.

-Si me ama, ¿por qué se va a marchar a Metropolis para, además, quedarse el fin de semana e ir a navegar cuando no tiene que hacerlo?
-Porque la has estado apartando de tu lado, querida mía. ¿Qué mujer no querría salvar su orgullo en algún momento, particularmente una criatura arrogante y segura de sí misma como lo es Kara? Probablemente esto nunca le ha ocurrido antes.
-Supongo que no...
-Ahora, mi recomendación es que te vayas a casa, te relajes y te tomes esta semana para pensar muy bien lo que deseas hacer. Entonces, cuando vuelva, podrás decidir.
-Probablemente tiene razón -murmuró Lena
-.No le dirá lo del niño, ¿verdad?
-Claro que no, cariño. Ese será nuestro secreto hasta que tú decidas contárselo. Ese privilegio sólo lo tienes tú -afirmó Eliza, con una sonrisa en los labios-. Si me necesitas... de hecho, aunque no me necesites, estaré siempre cerca de ti, para asegurarme de que estás bien.

Lena se marchó a casa sintiéndose un poco más tranquila, aunque muy cansada. Se suponía que iba a cenar con unas antiguas compañeras de colegio, pero, de repente, se sintió agotada por las emociones del día. Lo único que le apetecía era irse temprano a la cama.

Mientras el avión despegaba, Kara tomó una copa de whisky entre las manos y observó el paisaje que se extendía bajo sus pies. Tenía muchos asuntos que solucionar y pensaba hacerlo tan pronto como pudiera. Sin embargo, una sensación de intranquilidad se había apoderado de ella. Se reclinó sobre el cómodo asiento y pensó en todo lo ocurrido en las últimas semanas.
El día anterior, Lena había parecido mostrarse muy cambiante, algo que no era propio de ella. A pesar de todo, no le servía de nada preocuparse por ello. Sería mucho mejor que se pusiera a estudiar los expedientes que llevaba consigo.
Con un suspiro, abrió el maletín y se preparó para el largo vuelo que tenía ante sí. Al menos las horas en el avión le darían el tiempo suficiente para revisar todos los temas que le preocupaban sobre las empresas Luthor. Además, podría ser que una semana alejada de Lena no les viniera nada mal a ninguna de las dos. Mientras ella se mostrara más tratable cuando regresara...

Tres noches más tarde, Lena se despertó a medianoche. Sentía un
fuerte dolor en el vientre. Al principio, se dio la vuelta y trató de encontrar una postura más cómoda en la cama para poder volver a dormirse, pero, al ver que el dolor persistía y se hacía más fuerte, empezó a preocuparse.
Encendió la lámpara de la mesilla de noche y trató de incorporarse, pero le resultó imposible. Entonces, cuando apartó la sábana y trató de ponerse de pie, se dio cuenta de que estaba sangrando.
-Oh, no -susurró, horrorizada. ¿Qué le estaba ocurriendo? ¡No podía perder el bebé!
El miedo se apoderó de ella. Se sentó en el borde de la cama, completamente inmóvil, como si con aquel gesto fuera a impedir que se produjera lo que estaba ocurriendo en su interior. Otro pinchazo le cortó la respiración. Inmediatamente, trató de agarrar el teléfono mientras se desmoronaba sobre las almohadas.
Después de respirar profundamente, llamó a los Danvers. Esperó ansiosamente a que alguien respondiera el teléfono.
-¿Dígame? -preguntó la voz de Jeremías.
-Soy Lena -respondió ella, deseando que hubiera sido Eliza la que hubiera respondido-. Siento molestarlos tan tarde, pero... ¿Está ahí Eliza?
-Por supuesto que sí, pero Lena... ¿Ocurre algo?
-Sí... ¿Podría hablar con ella?
-Por supuesto, querida mía. Enseguida. -dijo.
Lena oyó que murmuraba algo al tiempo que le pasaba el teléfono a su esposa.
-Lena, dime, ¿qué es lo que te pasa? -preguntó la voz ansiosa de Eliza.
-Yo... me desperté con un fuerte dolor y no se me pasa. Entonces, cuando me senté en la cama, me di cuenta de que estaba... de que estaba sangrando...
-Dios santo. Quédate donde estás. Yo iré enseguida. Mientras tanto, no te muevas. Yo llamaré a una ambulancia inmediatamente.
-¿A una ambulancia?

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