Capitulo X

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—Sólo espero que Franco nos pueda dar una buena mesa. Si no, podemos tomar una copa de champán o algo así en el bar mientras esperamos.
Cuando entraron en el concurrido restaurante, Franco no tuvo problemas en encontrarles una mesa para dos en un rincón. Las dos mujeres avanzaron entre las mesas, pero fue Lois la que primero captó las miradas furtivas que se dirigían hacia la galería del piso de arriba. Frunció el ceño y se temió lo peor, pero fue demasiado tarde. Lena ya había levantado la vista.
No hubo palabras que pudieran describir el profundo horror que experimentó cuando las vio.

Lana, la mujer de la revista, se inclinaba sobre Kara y le tocaba la mejilla de un modo que denotaba una familiaridad e intimidad completas.
Al principio, Lena sintió que la atravesaba un dolor tan fuerte que casi no pudo moverse. Entonces, como por efecto de un milagro, recobró la compostura en espacio de unos segundos y siguió andando como si no hubiera ocurrido nada.
—¿Qué te pasa, Lena? Estás muy pálida —dijo Lois, muy preocupada.
—Estoy bien —respondió ella, con una brillante sonrisa. No pensaba ponerse en ridículo. Había sido una estúpida al pensar que Kara dejaría tan fácilmente su estilo de vida, que sería capaz de olvidar a su amante. ¿Por qué no se habría dejado llevar por su instinto y había mantenido su vida matrimonial como la había concebido en un principio? Un trato. Una solución satisfactoria a un problema.
No. Había permitido que Kara le robara el corazón y había caído víctima de su inmenso encanto y de la pasión que ella le había enseñado.

Había sido una necia. Tal vez a Kara le había divertido enseñarle algunas cosas. A algunas mujeres les encanta ser la primera en la vida de otra mujer. Había creído que a ella también le gustaba que estuvieran juntas.
¡Qué estúpida ilusión! La clase de mujer que verdaderamente le gustaba era alguien tan sofisticada como Lana, una mujer de mundo con la que compartía intereses similares. Ella sólo era un pez fuera del agua…
Se juró que no haría el ridículo en público. Mantendría la compostura a cualquier precio, comería tranquilamente y llevaría una conversación normal y civilizada con Lois, como si nada hubiera ocurrido. No le daría a aquella mujer el placer de verla derrotada.

Muy intranquila, Lois miró hacia la galería. Se preguntó si Lena habría visto a la pareja. Decidió que era mejor no mencionarlo por si acaso no las había visto. Sin embargo, la joven tenía un aspecto tan pálido, tan tenso… A pesar de lo mucho que se estaba esforzando, Lois sabía que le ocurría algo.
Se imaginó que debía de haberlas visto. Admiró la dignidad y el orgullo de la joven esposa de Kara. Hacía falta mucho corraje para soportar una situación como aquélla y le agradaba ver que Lena no se arredraba.

Tras mirar a Kara de soslayo, deseó que Lena le hiciera pagar muy caro todo aquello. No le vendría nada mal. De hecho, notaba tanta determinación en la joven que no le sorprendería que Lena terminara por ganarle la partida.
Kara se levantó de la mesa y dejó que Lana pasara delante de ella. Ella trataba de rozarle constantemente y le hablaba de un modo muy íntimo mientras descendían de la galería a la parte principal del restaurante. Lana le tocaba el brazo posesivamente y fue en aquel preciso instante cuando vio a Lena.
—Madre de Dios —murmuró.
Lana caminaba por delante de Kara, sonriendo a sus amigos y parándose de vez en cuando para asegurarse de que todo el mundo las veía juntas.

Kara estaba furiosa. ¿Cómo había consentido que ella la llevara a aquella situación? ¿Debería ir a hablar con Lena o sería mejor fingir que no la había visto? Aparentemente, su esposa estaba charlando animadamente con Lois.
De repente, tomó su decisión. ¡Maldita fueran Lana y sus golpes bajos! Su esposa era mucho más importante. Sin dudarlo, se dirigió a la mesa que ocupaban las dos mujeres.

—Hola —dijo, antes de colocar una mano sobre el hombro de Lois y darle un beso en lo alto de la cabeza. Entonces, miró a su esposa—. Lena, yo…
—Hola, Kara —replicó ella, con una débil sonrisa—. ¡Qué coincidencia que nos encontremos en el mismo restaurante! Pensaba que ibas a regresar más tarde.
—Así era —musitó kara—. ¿Cuándo vas a regresar al hotel?
—No tengo ni idea —respondió ella, fríamente—. Oh, mira. Es mejor que te des prisa. Tu amiga te está esperando en la puerta.
—Muy bien —repuso kara—. Te veré en el hotel más tarde.

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