Capitulo XIX

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Desde que regresaron a Gotham, Lena casi no había visto a Kara.
Parecía estar muy ocupada y a menudo no regresaba a Casa hasta cerca de las diez de la noche. Ella no cuestionaba sus ausencias, pero le dolían. No creía que pudiera tener tantas cosas que hacer en el despacho como para que tuviera que quedarse hasta tan tarde. Una noche, la llamó al móvil, pero la reacción de Kara había sido tan seca que no había vuelto a repetirlo.
-Estoy en una reunión -le había dicho kara, con impaciencia-. Te llamaré en cuanto haya terminado.
Aquella noche llegó a casa después de medianoche. Lena se había quedado dormida hacía mucho tiempo con la única compañía de las lágrimas.
No servía de nada. Siempre sería igual. Aquellas pocas semanas en Grecia no habían sido nada más que una ilusión que las dos habían compartido durante un tiempo. En aquellos momentos, Kara volvía a estar en su mundo de siempre, en un mundo de negocios y posiblemente de aventuras con mayor o menor importancia.
También le preocupaba el hecho que, desde su regreso, casi no habían hecho el amor. Esto, acompañado de las ausencias hasta altas horas de la noche y del mal genio de Kara, sólo consiguió acrecentar sus temores.
Decidió que debía tomar una decisión, tanto si ésta era para continuar con el matrimonio o para terminarlo de una vez por todas.
El otro asunto que había dejado en punto muerto eran las solicitudes a las universidades en las que estaba interesada. Por alguna razón, no lograba reunir la energía para rellenarlas. Tal vez tendría que dejarlo durante otro año más.
La vida no se mostraba muy amable para Lena. Sentía que, poco a poco, se iba marchitando. Desgraciadamente, no parecía que hubiera mucha luz al final del túnel.

A medida que la investigación avanzaba, Kara se enojaba más con las discrepancias que encontraba, no sólo en la contabilidad de las empresas Luthor, sino también en el modo en que se habían negociado varios de los contratos más importantes. Resultaba difícil llegar al fondo del asunto sin alertar a los principales sospechosos y tenía que hacerse en secreto, principalmente después del horario laboral. Por consiguiente, sus días eran muy largos y sus noches muy cortas. Le habría gustado poder explicárselo a Lena, pero era imposible. El asunto era demasiado delicado como para que se pudiera hablar de él antes de que Kara dispusiera de pruebas suficientes.
Sin embargo, cuando le propuso pasar un fin de semana juntas, ella no demostró mucho entusiasmo. De hecho, ni siquiera quiso abrir la casa que su abuelo tenía en la capital francesa e insistió en que fueran a un hotel. Kara accedió y reservó una suite en el Plaza Athénée.
Llegaron a París el viernes por la tarde y se dispusieron a cenar en el Relais Plaza, un restaurante que formaba parte del hotel. Mientras se sentaban, Kara pensó que tal vez después podrían ir a bailar o tomar una copa en alguna parte.
No obstante, Lena se mostraba muy silenciosa. Ni siquiera intentaba entablar conversación.
-Lena, ¿ocurre algo? -le preguntó, algo irritada. Había estado tres semanas enteras a su disposición. Seguramente ella debía comprender que tenía trabajo con el que debía ponerse al día y muchas otras responsabilidades.
-No, no me ocurre nada... Me ocurre todo -musitó.
-¿Qué quieres decir con eso, querida? Pensé que ya habíamos superado todo eso y que nuestra relación se había asentado.
-¿De verdad? Pues te has equivocado -le espetó ella-. Tal vez tú creas que puedes meterme en un cajón en cuando tienes otras prioridades, pero yo creo que me merezco alguna consideración. Kara suspiró. Aquello no iba a resultar fácil. Las investigaciones habían llegado a un punto en el que cualquier filtración podría ser fatal para el resultado final.
-Mira, Lena, sé que he estado mucho...
-¿Mucho? ¿No te parece que te quedas corta?
-Por favor... No te puedo explicar todo lo que ocurre en el despacho, pero, en estos momentos, tengo que apagar algunos fuegos.
-Estoy segura de ello, en especial a partir de las seis.
-Nena, ¿qué es exactamente lo que estás tratando de decir?
-Que pareces tener muchas cosas que hacer después de terminar tu trabajo, Kara.
-De hecho, así es.
-Estupendo. Eso me dice todo lo que tengo que saber, ¿no te parece? -¿Qué estás insinuando?
-Que, evidentemente, tienes una amante. Por eso creo que lo mejor es que terminemos con nuestro matrimonio.
-¿Quieres terminar con nuestro matrimonio? -preguntó kara, incrédula.
-Sí. Creo que esta vez ya he llegado al máximo de lo que puedo soportar, Kara. Primero fue Lana y ahora... Bueno, no sé quién es ahora, pero sólo puedo deducir que debe de haber alguien para que tengas que pasar fuera todas las noches, tal y como has estado haciendo desde que llegamos...
-Esto es absurdo -replicó Kara. Airadamente, dejó la servilleta encima de la mesa.
-No, no lo es. Crees que puedes manejarme como si yo fuera una de tus propiedades personales, algo que puedes recoger o dejar de nuevo en la estantería cuando te place. Pues no es así. Cuanto antes te des cuenta de ello, mejor. El problema es que no creo que tú seas capaz de verlo de otro modo, por lo que, cuanto antes nos divorciemos y sigamos con nuestras respectivas vidas por separado, mucho mejor será para las dos.
-No me puedo creer que esté escuchando esto -musitó kara.
-¿No? Supongo que se debe a que estás acostumbrada a salirte siempre con la tuya.
-Ya es suficiente -dijo Kara-. Camarero -añadió, tras hacerle una seña al hombre que las había atendido. Tenía un gesto sombrío en el rostro-. Después de todo, no nos vamos a quedar a cenar. Póngalo en mi cuenta.
-¡Pero si acabamos de pedir! -exclamó Lena.
-Levántate, Lena, y ven conmigo.
Ella estuvo a punto de negarse. Entonces, se dio cuenta de que no podía montar una escena en medio de aquel selecto restaurante y la siguió.
Kara la sacó rápidamente del restaurante y la llevó al hotel. Entonces, llamó al ascensor. Se montaron en él. El silencio podía cortarse con un cuchillo.
Lena mantuvo la cabeza alta y fingió que no le importaba en absoluto, pero no pudo evitar mirar a Kara de vez en cuando.
¿Qué pensaba hacer?
¿Obligarla a hacer las maletas para que pudieran regresar a Gotham inmediatamente?
Kara abrió la puerta de la suite y se quitó la chaqueta del traje. A continuación, se volvió y la miró con dureza.
-Ya he tenido más que suficiente de estos juegos.
-¿Qué juegos? Yo no estoy jugando. Si hay alguien que esté jugando ésa eres tú.
-¿De verdad crees que estoy jugando? ¿Que me paso el tiempo con otra mujer en vez de estar contigo? ¿Es eso? -le preguntó, con voz amenazadora.
-Sí... Creo que...
-¿Qué es exactamente lo que crees, Lena?
-Que tú... Bueno, que tú...
-¿Sí? Dilo. ¿Acaso tienes miedo ahora?
-Claro que no tengo miedo -replicó ella-, pero...
-¿Pero qué?
-Este asunto empezó mal desde el principio.
-¿De verdad? Explícame por qué -le desafió kara. Antes de que Lena pudiera reaccionar, Kara la estrechó entre sus brazos con fuerza. Le colocó una mano en la nuca y le tiró del cabello, obligándola así a mirarla
-. Yo te demostraré de una vez por todas lo que está bien y lo que está mal. Prácticamente la arrojó a la cama. Entonces, empezó a besarla y a despojarla de la ropa que llevaba puesta hasta que estuvo completamente desnuda ante kara.
-No lo hagas, Kara -susurró ella, a pesar de que sentía el inevitable tirón del deseo despertándose dentro de ella. Sabía que le resultaría imposible resistirse-. No lo hagas, por favor... Debemos ser razonables.
-¿Razonables? ¡Ja!
Con unos rápidos movimientos, Kara se quitó la ropa. Volvió a la cama y empezó a devorar los pechos de Lena, provocando que ella lanzara un grito. A continuación, sus labios buscaron algo más y descendieron hasta que alcanzaron el punto más vulnerable de la joven, el pequeño montículo de carne. Lo lamió repetidamente, provocando que ella gimiera. El placer era indescriptible, mucho más intenso que nada de lo que había experimentado antes, ni siquiera en las noches más ardientes de Agapos.
Kara no se detuvo. Siguió hasta que ella alcanzó el clímax una y otra vez, incapaz de evitar el gozo y el placer que estaba sintiendo.
Lena no pudo hacer nada para detener aquel fuego. Su capacidad de pensar quedó reducida a la nada ante el asedio de placer al que la sometió Kara. Cuando se hundió en ella, no suavemente sino con dureza y rapidez, como si deseara poseer cada centímetro del cuerpo de Lena, ella se abrazó a kara y gozó con el delirio que kara le provocaba, respondiendo beso con beso, arqueándose para recibirla...
Cuando terminaron y yacieron inertes sobre las arrugadas sábanas, Kara se tumbó en un lado de la cama y dejó a Lena sola en el otro. Entonces, se volvió hacia ella y la miró.
-¿Es eso lo que tú llamas «ir mal»? -le preguntó-. ¿Se te pasaría por la cabeza hacer eso con otro hombre o mujer?
-Claro que no. Jamás soñaría hacer el amor con otra persona - admitió ella. Sólo deseaba que la tomara entre sus brazos, que no la dejara así, sola y abandonada, en aquella cama tan grande.
-Entiendo. A pesar de todo, a ti te parece completamente natural que a mí me apetezca hacerle el amor a otra mujer, tal y como lo hago contigo, ¿no?
-Se me había ocurrido -musitó ella-. Después de todo, estuviste con Lana.
-¡Lana! Siempre Lana. ¿Es que no nos podemos olvidar de ella? Te aseguro que yo ya lo he hecho. En estos momentos, no significa nada para mí.
-Pues eso no fue lo que me pareció...
-¿Estás celosa?
-Por supuesto que no -le espetó ella. Se incorporó en la cama y colocó las rodillas debajo de la barbilla-. Simplemente soy una mujer realista. Tuviste una aventura con ella durante dos años. Hasta me parece normal que no rompieras con ella sólo por un matrimonio de conveniencia al que tuviste que someterte cuando menos lo esperabas.

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