CAPITULO 24

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La noche había caído en el reino y todos dormían tranquilamente dentro del castillo, menos Thysthy. No paraba de moverse en la cama, sudando frío y con los ojos cerrados con fuerza.

Las imágenes de un pueblo ardiendo en llamas le daban vuelta en la cabeza, escuchaba gritos pero no veía a nadie, solo estaba ella en medio de todo, sin poderse mover. Buscaba algo pero no sabía qué era, finalmente vio a los caballeros acercarse y vio una cara conocida, Greiton al frente liderando a los hombres, intentó correr él pero algo andaba mal, él le apuntaba con un arco, directo a su corazón.

— ¡Greiton! — gritó y despertó de golpe. Cuando menos lo notó, estaba llorando, y no sabía por qué.

Estaba sola, por primera vez en mucho tiempo estaba realmente sola, sin su madre y abuela, sin Rommel y Ailani, Greiton o Pertia. Estaba sola en un castillo a merced de la oscuridad, necesitaba estar a salvo y ese lugar no ayudaba; quería salir corriendo y jamás volver a Carpoge, pero entonces decepcionaría a todos, a los Quires, los hombres de las cuevas y a Ilum, incluso le daría la razón a Nékros si se iba.

Debía terminar con esto por ellos, por las promesas que hizo en el camino y las que haría cuando todo terminara. Puso sus manos en su corazón y pensó en Ilum, hizo un pequeño cuenco con sus manos y suspiró en ellas, al abrirlas, una pequeña esfera de luz flotó hasta el techo, la luz era tenue pero lo suficiente como para iluminar la habitación.

—Bajo la luz, ellas me van a cuidar — murmuró y volvió a dormir.

Melek estaba en los pisos subterráneos, cuidando de la única persona en el castillo que lo necesitaba. El pobre hombre convulsionaba y sangraba por los oídos, el hechizo que había usado hace tantos años le provocaba estos síntomas, tan horribles y dolorosos, era el precio por mantener a otros con vida.

Aun recordaba el día en que lo ayudó por primera vez, estaba solo en su cuarto cuando en la madrugada alguien golpeó su puerta, tan fuerte y rápido que temió que fuera un guardia advirtiéndolo de un ataque al castillo. Grande fue su sorpresa cuando abrió la puerta y él cayó a sus pies, luchando por respirar. Lo curó y al día siguiente actuó como si nada, al principio no lo entendió, pero con el tiempo se dio cuenta de que realmente no recordaba estar muriendo la noche anterior.

Se acostumbró a esa rutina, pasaron años y cada vez se ponía peor, pero no podía hacer nada por él. No sabía por qué se había hechizado a sí mismo, ni qué hechizo había usado, lo único que podía hacer era ayudarlo a sobrevivir la noche cuando se ponía de esa manera.

Y mientras lo veía dormir, logró escucharlo murmurar.

—Ya viene, está aquí.

Thysthy y la profecía | #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora