CAPITULO 4

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Cuando el sol estuvo en el punto más alto, Thysthy y el caballo estaban bajo un árbol, el caballo pastaba y la chica terminaba de limpiar la espada, y cuando por fin terminó, se maravilló con el arma. El mango era dorado con piedras rojas brillantes y la hoja relucía con la luz del sol que se filtraba por las hojas del árbol, tan limpia que ahora podía ver su reflejo en ella. Le dio la vuelta y se dispuso a leer lo que tenía escrito en letras rojas.

—Finem dirigit amor movet — leyó, pero no lo comprendió.

Recordó todas las lenguas de las que había leído, pero ninguna sonaba igual a esta.

— ¡Thysthy! — la llamó su madre.

La chica corrió hasta la casa con la espada en la mano y entró. Encontró a su madre y abuela sentadas con un plato de comida enfrente y su estómago rugió.

—No has comido nada en todo el día, deja eso junto a las cosas del hombre y regresa a comer — ordenó su madre.

—Claro — respondió.

Thysthy entró en la habitación y dejó la espada a un costado de la cama, notó que la cobija no cubría el brazo del hombre, así que tomó su brazo y lo acomodó sobre el estómago del sujeto y después lo cubrió con la cobija. Sonrió y caminó de regreso al comedor.

Se sentó a la cabeza de la mesa y con mucho gustó comenzó a comer, mientras repetía una y otra vez en su mente la frase de la espada, preguntándose ¿será acaso un idioma muerto o una especie de código? ¿O quizás solo sean letras? No sabía que era lo que significaban, pero el hombre debía saberlo.

Al amanecer, la madre y abuela de Thysthy estaban recogiendo frutas y verduras del huerto, mientras ella limpiaba la casa. No era de sus tareas favoritas, pero prefería hacer eso que estar con las dos mujeres fuera de la casa, con esa vibra tan pesada e incómoda para ella. Últimamente peleaban más de lo normal, su madre siempre estaba de mal humor y a la defensiva con la anciana. Y eso no le gustaba. De repente, escuchó algunos quejidos provenientes del cuarto de Nithea, tomó la escoba con ambas manos y se acercó con cuidado.

— ¿Hola? — preguntó la chica, aun sabiendo quién originaba esos ruidos.

Se dejó ver dentro de la habitación y vio al hombre sentado en la cama, mirándola con confusión.

— ¿Dónde estoy?

—Tranquilo, estás a salvo — dijo.

— ¿Cuánto tiempo llevo aquí?

—Tres días, tranquilo señor, llamaré a mi madre, no se mueva de ahí y póngase su ropa — le dijo antes de salir corriendo.

Al regresar con su madre y su abuela, el hombre ya se encontraba vestido y sentado en la orilla de la cama.

— ¿Cómo se siente? — preguntó la abuela.

—Me siento bien, ¿podrían explicarme cómo llegue aquí?

—Mi hija lo encontró a la orilla del río, inconsciente y sucio, lo trajimos aquí y no había reaccionado hasta ahora — le explicó Nithea.

—Su caballo está afuera — agregó Thysthy.

El hombre se levantó y salió de la casa, bajo la atenta mirada de las mujeres dentro de la casa. Thysthy vio como el caballo parecía alegrarse al ver al hombre, él lo acarició y a ella le pareció un momento muy tierno.

Al poco rato, Thysthy fue enviada a llamar al hombre para que entrase a comer.

—Mi madre quiere que entre a comer, después de casi tres días debe tener mucha hambre — le dijo acercándose con cautela.

—Su madre es muy amable, enseguida entraré — le respondió con una sonrisa.

Ella asintió y regresó a la casa, al poco tiempo el hombre también lo hizo y se sentó a un lado de la anciana, Nithea dejó un plato de comida frente a él y este lo devoró con gusto.

—Espero que no le importe que haya revisado sus cosas, pero quería saber qué hacía en el río — le dijo Nithea.

—Para nada, realmente agradezco su hospitalidad y atención, señoras.

A Thysthy le causó gracia la manera de hablar del hombre, le recordaba a los diálogos de las personas en sus historias. Algo que no pasó desapercibido por él. Al terminar sus deberes, Nithea le permitió a Thysthy salir con el hombre.

—Hola — le saludó, llegando con sus pertenencias.

—Señorita — respondió con una sonrisa.

—Me llamo Thysthy, tome sus cosas.

—Es un gusto Thysthy, mi nombre es Rommel, ¿ya conocías a Zercal?

— ¿Zercal?

—Mi caballo — aclaró. La chica asintió y se acercó para acariciar a la criatura.

—Mi madre dice que eres un explorador — le dijo.

—Es cierto, he viajado a toda clase de lugares y he visto criaturas que ni siquiera puedes imaginar.

— ¿Podrías contarme? — le preguntó la chica con emoción.

El hombre se sentó en el césped y sacó su libro, ella se sentó frente a él y comenzó a hablarle de todo lo que había en el reino, a ella le surgían demasiadas dudas, que el hombre pensó que ella jamás había salido de ese pequeño risco, pues era cierto, hasta sus recuerdos más viejos tenían lugar ahí.

Al medio día, Rommel había invitado a Thysthy a subir a su caballo y dar un par de vueltas a la casa mientras le seguía hablando de sus aventuras.

— ¿Puedo hacerte una pregunta? — le dijo el hombre al detener el caballo.

—Claro.

—Tu madre y tu abuela son de ojos marrones y cabello negro, mientras tú eres de ojos azules y cabello rojizo, ¿tu padre era igual a ti?

—No lo sé, desde que soy pequeña, siempre hemos sido nosotras tres, y a mi madre no le gusta cuando pregunto por él...no sé nada de él — murmuró con algo de tristeza.

—Lamento escuchar eso.

El ruido de un ave les hizo elevar la cabeza, el ave voló sobre sus cabezas y dio media vuelta hasta perderse de nuevo en el horizonte. Regresaron a la casa un par de horas después y Thysthy se sorprendió al ver a su madre con los ojos rojos por el llanto. La anciana hizo que la chica entrara a la casa mientras ambas mujeres hablaban con Rommel.

Thysthy los observaba con curiosidad a un par de metros de la casa, Rommel volteaba a verla de vez en vez y no lo entendía. Su charla se extendió por más tiempo y ella comenzó a quedarse a dormida en el marco de la ventana. Hasta que un estruendo la hizo despertar, las mujeres y el hombre entraron a toda velocidad a la casa y ella estaba más confundida que nunca. La llevaron hasta la parte de atrás de la casa, donde Rommel la cubrió con su capa negra.

— ¿Qué está sucediendo? — preguntó y escuchó las ventanas romperse.

Nithea le entregó un pequeño bolso y le dio un beso en la frente mientras sus lágrimas eran derramadas. — Te amo, mi niña.

—Rommel te cuidará — le dijo su abuela.

El hombre la saco de la casa y subieron a su caballo. Avanzaron a toda velocidad usando la oscuridad como su aliado, y al pasar a unos metros frente a la casa, Thysthy vio a varios hombres lanzar antorchas dentro de la casa y al huerto. Intentó gritar pero Rommel le cubrió la boca.

— ¡Escapan! — gritó uno de los hombres.

Rommel apresuró a Zercal y el caballo doblo la velocidad, dejando atrás a los hombres que lo perseguían. El caballo saltó sin problemas el río y se ocultaron entre los arbustos del bosque.

En otras circunstancias, Thysthy habría amado estar ahí, pero su madre y abuela se habían quedado en la casa para ser quemadas vivas. Sin notarlo comenzó a llorar y Rommel se acercó para abrazarla.

Estaban muertas. Las había abandonado.

Thysthy y la profecía | #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora