CAPITULO 3

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Nithea y la abuela limpiaban las heridas del hombre aun inconsciente, ambas sabían que la llegada de este hombre no era casualidad y se preguntaban cómo había llegado hasta aquí.

— ¿Será él? — preguntó Nithea, con un ligero rastro de miedo en sus palabras.

—No lo sé, la profecía no fue muy clara en ese aspecto — respondió la anciana.

Terminaron quitándole la ropa al hombre y lo cubrieron con una manta, la abuela salió para lavar la ropa del desconocido y vio a Thysthy limpiando la espada.

— ¿Qué haces con eso? — le preguntó.

—Tiene algo escrito en el mango, y está muy sucia así que no puedo leerlo — explico.

— ¿Es del hombre?

—Creo que sí.

Mientras ellas lavaban, Nithea buscó por la habitación de la abuela el pergamino de la profecía, pero no lo encontró. Estaba desesperada por saber si era él quien se llevaría a su hija, entonces regresó al lugar donde lo habían encontrado para ver que más traía consigo.

Recorrió la orilla río arriba esperando ver de dónde había llegado, caminó por horas hasta que vio un caballo negro al otro lado del río; no estaba atado y tenía un par de bolsas encima. La mujer buscó una manera de llegar al otro lado para revisar el contenido de esas bolsas, vio un tronco y lo empujó con todas sus fuerzas hasta que el tronco quedó sobre el río, de orilla a orilla. Paso con mucho cuidado y al estar del otro lado el caballo se acercó.

Viendo que ya casi oscurecía, Nithea tomó una rápida decisión. Tomó las riendas del caballo y lo hizo pasar por el tronco de regreso, después empujó el tronco, dejando que la corriente se lo llevara. Y caminó de regreso a su hogar con el caballo siguiéndola.

Con la ropa ya seca, la abuela la doblo y entregó a Thysthy para que se la dejara al hombre en la habitación mientras ella ponía la comida sobre el fuego. La pelirroja entró con cuidado en la habitación apenas iluminada por la luz de luna que entraba por una pequeña ventana en lo alto del muro, tomó una vela encendida para poder ver mejor y así se guio por el cuarto. Se acercó al hombre recostado en la cama y lo miró con mucha curiosidad. Tenía cabello negro y una ligera barba de un par de días, y una cicatriz en el hombro derecho, tocó su rostro y este era cálido, descubrió su brazo izquierdo y vio un gran tatuaje de un lobo mostrando sus colmillos. Se preguntaba si había más personas como él y si había atravesado el bosque con la intención de llegar hasta aquí o solo había sido un accidente. Pero sobre todo, se preguntaba qué le había sucedido.

Escuchó a su madre entrar por la puerta de la casa y ella se alejó en seguida, dejando la ropa en un mueblecillo al lado de la cama y salió de prisa de la habitación. Vio a su madre con lodo en sus zapatos y el vestido rasgado un poco en la falda, dejando un par de bolsas sobre una silla.

— ¿Qué te sucedió madre? — le preguntó Thysthy acercándose a verla.

—Fui a buscar de dónde llego el hombre y encontré su caballo — explicó.

— ¿Caballo? — pregunto Thysthy sorprendida, pues nunca había visto uno en persona.

—Sí, lo encontré río arriba.

La abuela sirvió la comida y Thysthy no podía esperar a que amaneciera para poder ir a ver al animal. Comieron en silencio y la madre volteaba a ver constantemente la puerta entre abierta que daba a su habitación, para ver cuando el hombre despertara.

Al terminar, Thysthy fue enviada a su habitación y Nithea durmió en la habitación de su madre, cerca de la puerta.

— ¿Dónde dejaste el pergamino? — pregunto Nithea en un susurro.

—Donde debe estar, oculto de ti — respondió.

Pasó la noche y nadie dentro de la casa se imaginaba la fuerza que se desataría sobre ellos, la profecía había empezado a cumplirse y era tarde para dar marcha atrás.

Thysthy apenas y había podido dormir por la emoción, así que cuando los primeros rayos de sol entraron por la ventana, se vistió y corrió a fuera de la casa. Se maravilló al encontrar al animal más hermoso y majestuoso que había visto jamás, de color negro totalmente y midiendo casi el doble que ella, con unas patas fuertes y ojos negros como la noche. Intentó acercarse poco a poco, siendo seguida por la atenta mirada del caballo, estiró su mano para tocarlo y el caballo relincho, se asustó pero no quito su mano, el animal se acercó y ella cerro los ojos; y sintió su suave pelaje, al abrir los ojos vio como el caballo la miraba de una manera extraña.

Termino por abrazarlo y se sintió en el paraíso, tocando a un animal tan majestuoso.

Mientras tanto su madre la miraba desde la puerta, quería decirle que se alejara de ese animal, pero al verla tan feliz, no tuvo el valor. Dejó a Thysthy ahí y regresó a revisar las bolsas que tenía el caballo sobre su lomo.

La primera solo contenía ropa, le pareció obvio que el hombre planeaba un largo viaje; en la segunda bolsa encontró un par de cuchillos y carne seca. Pero la última bolsa resultó ser más interesante para Nithea, había un pequeño libro. Lo tomó y observó con detenimiento, era pequeño pero grueso y parecía haber estado demasiados años en uso, debido a lo desgastado que se veía, en las primeras páginas se encontraba escrita la descripción de un pantano, seguido de dibujos de animales extraños y plantas que no parecían ser de este mundo; eran páginas y páginas de lo mismo: lugares, animales y plantas extrañas.

— ¿Qué tienes ahí Nithea? — preguntó su madre al salir de su alcoba.

—Lo encontré en las pertenencias del hombre, creo que es un explorador — dijo, mirando más adelante en las páginas del libro.

—Entonces no tienes de que preocuparte, la profecía mencionó a un guerrero, no a un explorador — le dijo sentándose en una silla.

—Eso creo — respondió.

Las mujeres se sentaron a desayunar, dejando que Thysthy pasara más tiempo con el animal, después de todo, ya no tenían de que preocuparse.

Thysthy y la profecía | #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora