La vida de los ladrones y los artistas Manu.
La voz de el padre de Mateo interrumpió los pensamientos de él castaño, hace rato que había estado en aquella sala hablando con Pedro.
—mira, cuando fueron a la joyería aquella noche...alguien los vio entrar, estamos en problemas Manuel.—la expresión de Manuel seguía igual, no de preocupación o de risa, de tranquilidad.
—¿ah si?—su cara no decía nada al respecto, igual, si lo atrapaban, se iba a ser cargo de sus problemas, pero no asumirlos.
Vainstein tenía varios delitos que nadie sabía, autos robados que había quemado y dejado en el bosque, había asesinado personas, asesinado personas, era un ángel negro en persona, no quería ir en cana, no.
Solo se mantuvo tranquilo.
—mira, no quiero que mi hijo acabe en la cárcel como yo, o esto se acaba o tomo medidas—sentenció Pedro.
—¿qué medidas?—
—entregarte a vos, y nosotros salimos del mapa.No ves más a Mateo en tu vida.—ahí el corazón de Manuel se rompía más, ¿no volver a ver a Mateo en su vida? ¿Pedro lo decía en serio? ¿Lo iba a entregar?
Mateo observaba todo, con el ceño fruncido.Mientras sostenía un vaso de jugo en sus manos.
—¿qué pasó acá?—