"Ser ladrón es diferente a ser asesino, y ese pibe es lo dos"
Mateo negaba las palabras de su papá, Manuel no podría matar a una persona inocente como ese hombre.
Con esa cara no, con esa cara de ángel no.
Su cara de ángel podía manipularte de una forma rara, te hacía dudar de él, te perdías en su mirada y ya ni sabias en lo que decías.
Manuel no era un asesino.
Amaneció, viendo a un Manuel en la cocina.
¿Como había entrado? Bueno, su casa ya era el segundo hogar de Manuel, de seguro tenía una copia de la llave.
—¿todo bien?—dijo Mateo apoyándose en la mesada, viendo cómo este se servía agua.
Miró a los ojos a el menor, ahí es donde Mateo vio que el miedo tenía rostro humano, aquel niño de cara angelical y piel pálida que alguna vez fue, se había dormido para siempre.La vida que lo marcaría hasta el final de su respirar comenzaba a reencarnar.no habría desgracia que lo abatiera, ni obstáculo que lo detuviera.
Allí, antes los ojos marrones de Mateo, el ángel nacía en su faceta más oscura.
—¿todo bien?—repitió mirándolo, tratando de pensar que aquel chico que le decía te amo seguía ahí.
—si...todo bien—sonrió el menor, pero Mateo sabía que esa sonrisa no era la que Manuel hacía siempre, era una llena de mal gusto y oscura.
"No somos asesinos"
Las palabras de Pedro se repitan en la cabeza de Mateo, una y otra vez, una y otra vez.