Capitulo 37

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Hacia dos semanas que me había ido de la casa que compartía con Luisita, aquella casa que Benigna nos había cedido hace algunos años, y cada paso que daba en dirección hacia la misma podía sentir como si mis zapatos pesaran una tonelada cada uno.

Llegue al portal y busque mi llave entre mis cosas, sabía que Luisita a esas horas estaba trabajando, y además para que no sintiera que la invadía le había avisado que ese día iba a ir a buscar mis cosas para llevarlas al departamento de Natalia.

Desde que nos habíamos separado volví a la casa de mi amiga, después de todo fuera de Florencia y Jazmín, Natalia era la única amiga que tenía en Buenos Aires, y a la casa de mis otras amigas no podía ir porque sabía que me iban a intentar convencer de que volviera con Luisi, y en ese momento no me sentía lo suficientemente fuerte como para poder enfrentarlas y decirles que mi decisión era la correcta.

Por su parte Natalia, si bien la sorprendió verme aparecer en su casa con un pequeño bolso y la cara empapada en lágrimas, solo se limitó a abrazarme y hacerme compañía en mi silencio. La rutina se mantuvo casi igual los siguientes días, algunos días quizás me retaba un poco más cuando se daba cuenta que no había comido en todo el día o que quizás ni siquiera había salido de la cama o me había bañado.

Cada uno de esos días tuve que obligarme a levantarme de la cama, excepto los días en los que había tomado más de la cuenta la noche anterior intentando que el alcohol calmara un poco el dolor que sentía por dentro, no sin antes asegurarme de darle el teléfono a mi amiga para que lo escondiera para evitar que la llamara o le mandara un mensaje a Luisita, la extrañaba tanto, y cada día que pasaba la extrañaba un poco más.

Se me ocurrió que quizás debía ir a buscar alguna de mis cosas a su casa, ya que ni siquiera había traído mi guitarra, y si bien Natalia me insistió y trato de convencerme de que no lo hiciera tan pronto, yo sentía que quizás tener mis cosas ahí iban a hacer que tuviera mi cabeza más ocupada, al menos si podía volver a concentrarme en mi música los días quizás no se me hicieran tan largos.

Por eso ese día estaba ahí, frente al portal de la que alguna vez fue mi casa. Giré la llave en la puerta y en cuanto di el primer paso dentro pude sentir como el aroma a nostalgia me golpeaba con la fuerza de tsunami.

Deje mis llaves por inercia en la mesita que estaba al lado de la puerta junto con mi bolso, y fui hasta la cocina a servirme un vaso de agua que me ayudara a bajar el nudo que se me había empezado a formar en la garganta.

Lavé el vaso y estaba por ponerlo en el seca plato, cuando vi que aún estaba ahí un plato, un vaso, y un juego de cubiertos, no pude evitar sonreír al recordar cuantas veces le había dicho a su novia porque no guardaba las cosas después de lavarlas, a lo que Luisita siempre respondía – Porque lo haces tú – Y hacia había sido durante todos estos años, juntas cocinábamos o nos turnábamos en caso de que nuestros horarios no coincidieran, después ella lavaba los platos y yo los secaba y guardaba. No sé por qué, pero sin pensarlo seque mi plato y comprobé que lo demás estuviera seco, y luego guarde cada cosa en su lugar.

Aun nos podía ver cocinando juntas a la madrugada, después de habernos saltado la cena a horas decentes por quedarnos hablando de todo y nada mientras le dibujaba arabescos en su espalda desnuda luego de hacer el amor hasta altas horas de la noche.

Empecé a recorrer la casa dejando que las fotos mentales me invadieran mientras observaba cada recoveco, y en cada uno de ellos podía vernos a Luisita y a mí como fantasmas de un pasado que se veía demasiado lejano, y a la vez tan real, como si cada una de las cosas volviera a sentirlas en ese momento.

Pase mi mano por la pared pintada de verde manzana y una sonrisa se dibujó en mis labios al recordar cuando la pintamos, aun podía ver a Luisi con su jardinero y su musculosa blanca, su uniforme para pintar según sus palabras, con su carita llena de pecas a tono con la pintura de la pared amenazándome con un pincel de brocha gorda diciendo que yo estaba mucho más limpia que ella por lo que había que emparejar las cosas.

Enseñame lo que es el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora