Capitulo 30

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Hacia media hora que me había despertado, pero aún seguía en la cama, observando a Amelia dormir plácidamente con su cabeza apoyada en mi pecho, mientras que con su brazo izquierdo me tomaba por la cintura. Con mi mano derecha dejaba caricias en su espalda desnuda, ya era un ritual el dormirnos de esta forma después de hacer el amor, nos dejábamos caer una encima de la otra dejando que el clímax y nuestra respiración se fuera calmando, y que el sueño nos fuera venciendo. Parte del ritual era que por las mañana yo fuera la primera en despertar, al menos los días en los que dejábamos brotar toda nuestra pasión entre las sabanas, que era prácticamente todas las noches, y también había descubierto que el único lugar en el que podía hacerle caricias sin despertarla era en la espalda, asi que así era como calmaba mi necesidad de estar en contacto con su piel todo el tiempo sin interrumpir su sueño, haciendo suaves movimientos ascendentes y descendentes con la yema de mis dedos por su columna, tomando la precaución de no llegar traspasar la zona de su cintura para no caer en la tentación.

Pasaban los días, las horas, los minutos, y en cada uno de ellos me sentía cada día mas enamorada de Amelia, de una forma que nunca pensé que me podía pasar, despertarme y verla o sentirla a mi lado, hacía que mi cuerpo buscara automáticamente y por inercia tener más contacto con ella, todos los días me despertaba pensando que era un sueño, que aún no podía creer como una mujer así se había fijado en mí, no solo era hermosa, porque lo era por donde la miren y por donde no quiero que la miren también, si no que cada día con gestos, con detalles, con una mirada, me demostraba que me amaba tanto como yo a ella.

Anoche, por ejemplo, estábamos en el sofá abrazadas, yo aún sollozaba un poco después de haberle contado todo lo que había pasado en la casa de mis padres, mientras ella me dejaba tiernos besos en la frente, y con su mano derecha hacia rulitos en mi pelo. En un momento se detuvo, saque mi cabeza de su pecho para mirarla, ella sin decir nada, me dedico una sonrisa, dejo un breve beso en mis labios, y se dirigió al baño. Minutos más tarde volvió para decirme que me había preparado la bañadera, que me quedara ahí un rato mientras ella nos preparaba algo para comer. Sin protestar y sin chistar, deje que me tome la mano y me conduzca al lugar de destino, una vez dentro me dio una suave nalgada invitándome a arrancar, mientras ella salía para ocuparse en la cena. Me quite la ropa y me metí en la bañadera, tire mi cabeza hacia atrás dejando que el agua caliente relajara mi cuerpo, mientras una sonrisa se dibujaba en mi rostro imaginando a Amelia en la cocina, ese era otro de sus gestos de amor, era malísima cocinando, y odiaba hacerlo, demoraba horas cortando unas simples hojas de lechuga con precisión de cirujano, porque tenía miedo de rebanarse un dedo. Cerré mis ojos imaginándola en esa situación, imaginando la carita de concentración que tendría al estar cortando verduras, porque estaba segura que su preparación de cena consistía en una ensalada.

Ese era uno de sus tantos gestos de amor, no hacía falta que dijera nada, en cada uno de sus detalles me decía que me amaba sin siquiera pronunciar una palabra. Un nudo volvió a empezar a crearse en mi garganta cuando recordé a mi padre, cuando recordé de cómo se cerró a verme así, a dejar que le contara lo feliz que me hacía, a dejar que me viera con ella y no hiciera falta que le dijera nada, comencé a imaginar cómo hubiera sido si hubiera sido más comprensivo, si me hubiera dado un abrazo diciéndome que invitara a Amelia a pasar noche buena con ellos, sentada a mi lado, así como Ignacio estaba al lado de Maria, escuchando anécdotas del abuelo, riéndonos de los malos chistes de papá, y los retos de mi madre cuando esos chiste se empezaban a hacer más picantes a medida que las copas de vino comenzaban a sumarse al transcurrir la noche.

Pero nada de eso iba a pasar, un dejo de nostalgia me invadió al darme cuenta que tampoco iba a pasar más fiestas con ellos, porque después de lo de ayer de una cosa estaba segura, solo iba a volver a entrar a esa casa con Amelia de la mano, no iba a pretender ser algo ni alguien que no era, no iba a dejar mi relación en la puerta de su casa como si fuera un paraguas mojado, para dejarlos que jugaran a que eso no existía. Los iba a extrañar, a todos incluyendo a mi papá, sabía que todo lo que había dicho no era por falta de amor, era porque era demasiado cerrado en su pensamiento para poder ver que el amor nunca está mal, y cuando te encontras con esa persona que se mete tan profundo en tu corazón, solo podes abrazar ese sentimiento con todas tus fuerzas para que nunca más te abandone.

Enseñame lo que es el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora