Capitulo 39

2.9K 132 39
                                    

Día 9

Estaba sentada en mi cama desde hacía media hora, esperando escuchar la puerta del estudio de Amelia cerrarse indicándome que mi ex se había encerrado en ese cuarto como todos los días. No quería cruzármela, al menos por unos días, sentía mucha vergüenza después del papelón de ayer, ¿cómo pude pensar que era una buena idea presentarme desnuda frente a ella? Como siempre la respuesta llego rápida, no lo pensé realmente.

Finalmente escuche la puerta del bendito cuarto de Amelia cerrarse, espere uno minutos más, y abrí levemente mi puerta para asomarme y comprobar que no había moros en la costa. Sali cuando note que tanto la sala como la cocina estaban en silencio, y comencé a caminar rápido para poder prepararme algo para desayunar, moría de hambre ya que anoche no había cenado antes de mi desafortunado striptease.

Llegue a la cocina y el aroma a café y tostadas recién hechas hicieron que mi estómago rugiera de hambre, por lo que, aunque dude en dejar todo igual y prepararme algo ya que quizas Amelia volviera después a buscarlo, opte por empezar a desayunar y prepararle luego más café y tostadas en caso de que ella fuera a salir.

Me serví un poco de café, puse las tostadas en un plato, tome la manteca de la heladera y lleve todo a la pequeña mesa que estaba al lado de la cocina. Unte un poco de manteca en una de las tostadas, y no sé si fue el hambre o la nostalgia lo que hizo que se me llenaran los ojos de lágrimas. Al entrar mis papilas gustativas en contacto con las partes quemadas de esa tostada, me vino el recuerdo de la primera vez que Amelia me hizo tostadas, también estaban quemadas, pero en ese momento como hacía poco que nos conocíamos opte por no decirle nada, la segunda vez ya tenía un poco más de confianza, por tampoco llegue a decirle nada ya que fue ella la que se disculpó por haberlas quemado mientras las traía a la mesa, a la tercera vez consecutiva, me di cuenta que realmente Amelia tenía un problema en la preparación de las tostadas, por los que decidí ser yo quien preparaba el desayuno, aunque de vez en cuando a mi novia se le ocurría sorprenderme con el desayuno listo, y obviamente tampoco le decía nada de sus tostadas quemadas, como podría hacerlo con la carita de ilusión con la que la veía al lado de su obra culinaria.

- Buen día – Sentí de pronto.

No sé si fue por el nudo que se me estaba empezando a formar en la garganta, o por lo poco habitual del acontecimiento, pero cuando sentí la voz de Amelia el bocado de tostada a medio digerir que tenía en la boca fue a para a mi garganta, por lo que empecé a toser y a golpearme el pecho, intentando de alguna forma hacer salir ese trozo de tostada. Por suerte Amelia no perdió el tiempo, y de una pequeña corrida llego a mi lado y comenzó a darme golpes en la espalda para que finalmente pudiera escupir lo que tenía atorado.

- ¿Estas bien? – Me pregunto visiblemente preocupada sin dejar de acariciar mi espalda.

- Si – conteste entrecortado, tomé un sorbo de café para calmar la molestia que me había quedado en la garganta, tosí un poco para aclararla, y volví a contestar con más animo – sí, ya estoy mejor.

- Perdón, no te quería asustar.

- Todo bien – Le conteste, girándome para dedicarle una sonrisa. Fue ahí que nuestros ojos se encontraron, fue ahí, por ese instante que la sentí tan cerca que no pude evitar sentir ganas de cortar esos pocos centímetros y darle un beso, pero creo que me leyó la mente, o quizás mis ojos, porque de un momento a otro dejo de acariciar mi espalda y se sentó en la silla que estaba ubicada del otro lado de la mesa.

- Gracias por el desayuno.

- De nada.

- Me sorprendió un poco encontrarme con esto, bueno, también me sorprende un poco que estés acá después de lo de ayer.

Enseñame lo que es el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora