Prólogo

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—Así es como las cosas tienen que ser

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—Así es como las cosas tienen que ser...

El calor del verano despertó a Charlie cerca de las cuatro de la mañana, aún con las puertas que daban al balcón abiertas y dejando entrar una suave brisa que levantaba las delgadas cortinas de la recámara. 

El chico estiró un poco su mano hasta sentir la tela de su playera desgastada cubriendo el torso de Giselle. Un extraño alivio lo inundó, como si existiera la duda de que ella no estaría en la cama que compartían. Enredó un poco los dedos en el largo cabello, castaño claro, de la chica y lo acarició.

Charlie se levantó intentando hacer el menor movimiento posible y salió de la habitación. La extraña disonancia entre antigüedad y modernidad que transmitía aquella casa siempre lo había intrigado, en eso pensaba mientras sus ojos seguían el adorno de una de las paredes del corredor que conectaba la recámara donde dormía con una más pequeña. Un segundo alivio llegó cuando encontró la cuna, aún vacía, y el resto de los artículos para bebé que había encontrado fuera de las murallas.

... así es cómo ahora sobrevivimos, como las cosas se nivelan...

El balcón lo recibió con una brisa húmeda característica del lugar lleno de pantanos. Las antorchas en las jardineras a mitad de la calle y los faroles en las entradas de las casas hacían que las sombras se arrastraran por las paredes y el asfalto. 

Al final de la calle se encontraba la muralla que separaba a los que todavía quedaban vivos de los muertos. Charlie a veces se quedaba lo más quieto que podía, lo más callado y, justo antes de que el sonido de la sangre corriendo detrás de su oreja fuera perceptible, escuchaba los gruñidos y gemidos de aquellas cosas.

Charlie regresó a la recámara y tomó sus jeans desgastados, unas botas, y su sudadera favorita. Bajó a la sala de estar y se vistió ahí, evitando hacer ruido y salió de la casa. Las calles parecían diferentes de como se veían desde el balcón, una neblina fina le daba un toque lúgubre al lugar junto con los pasos de los guardias que vigilaban. El chico caminó sin rumbo fijo, pasando por el consultorio médico de Nate y la pequeña cafetería que Allison manejaba.

El chico llegó hasta la entrada donde dos enormes estructuras de madera sostenían a un par de guardias, uno a cada lado. El joven alcanzó a distinguir la silueta de Emir en uno de ellos y lentamente subió hasta alcanzar la plataforma.

... no se trata de a quiénes perdimos, por más que nos duela su partida...

¿Noche tranquila? —La niebla danzaba entre los árboles y pantanos fuera de la comunidad. Algunas antorchas alumbraban las zonas más oscuras intentando desviar la atención de los caminos que conducían a Eden.

—Por ahora sí. Hace unas horas se escucharon gritos a lo lejos, pero ya no los he oído —Emir era un año mayor que Charlie y al menos siete centímetros más alto. Su cuerpo era robusto, con una fuerza que le permitía cargar grandes cantidades de leña en hombros y lanzar a los muertos unos cuantos metros sin esfuerzo alguno.

—¿Gritadores? —preguntó Charlie preocupado. Los muertos eran una cosa, pero los gritadores eran mil veces peores, más peligrosos.

—Tal vez, a ellos los caimanes los detienen, al igual que a los muertos, pero no a esas sabandijas —Emir levantó su arma y la acomodó para disparar. Charlie tomó un arco que descansaba contra uno de los barandales del andamio. Ambos apuntaron a la oscuridad que creaba un enorme mangle, justo donde dos puntos brillaban de un color amarillo intenso. Aquel ser se movía reptando por el tronco del árbol, haciendo un sonido similar al de una serpiente.

—No gastes balas —Charlie soltó la flecha sin dar tiempo a una respuesta impactando a la criatura en las sombras, la cual sólo lanzó un grito ahogado y cayó al agua golpeando las raíces del árbol.

—Cada vez se acercan más a nosotros —la voz de Emir se tornó profunda y seria al hablar.

—Tendremos que mantenernos más alertas ahora.

—Sobre todo con los bebés que vienen y el ruido que harán —Una mirada cómplice salió de los castaños ojos del vigilante hacia el recién llegado. Charlie sólo lanzó una carcajada ahogada en respuesta.

—En mi defensa, Alex y Lyra también están esperando.

—Lo cual significa el doble de problemas. Y, ¿sabes qué vi hace unas horas? ¡Emily y Roger! Esos dos salieron muy sonrientes de la cafetería.

—¡Cállate! —Las risas y el volúmen de las voces ya no eran tan discretas como antes. Ya no eran simplemente un guardia y un sobreviviente hablando, eran dos amigos contando rumores como si estuvieran en alguna preparatoria.

—Así es. En lo que a mí concierne, esta noche aumentará el número de habitantes en Eden.

... esta es la noche en la que dejamos los viejos hábitos y nos entregamos a lo que viene. El mundo es corrupto, y ahora sólo aquellos que lo sean merecen vivir en él...

—A veces olvido que sólo somos unos niños —Charlie suspiró mientras las primeras luces del alba teñían de tonos lavanda el cielo.

—Ya no lo somos, y lo sabes. Todos lo entendemos así. Tuvimos que madurar un poco más rápido, pero lo logramos, es por eso que Giselle es la líder.

...Caesar lo dijo, no más reyes, no más falsos líderes.

—Basta... por favor, basta.

—De nosotros depende que esto continúe, Charlie, nosotros somos el futuro.

—Nosotros somos el futuro —El chico alzó una pequeña daga que sacó de su cinturón y la mostró a todos, evidenciando que era real, después se dirigió al chico que se mantenía de rodillas, con las cejas sangrando tanto que apenas podía notar la luz que se reflejaba en el filo del arma—. Así no es como quisiera que esto terminara, en serio.

El chico que yacía en el suelo intentó decir algo para detenerlo, pero el dolor en su vientre apenas le permitía mantener el aire suficiente para no desmayarse. El atacante bajó la daga, se hincó para mantenerse a la misma altura que su víctima, y hundió la daga en su objetivo. Pronto, la sangre en sus manos fue tal que parecía pintura roja saliendo sin control de una lata de pintura.

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