Aquello Que No Podemos Cambiar

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La sangre siguió lentamente su camino abriéndose paso en las irregularidades del suelo hasta tocar la desgastada tela de los tenis del chico

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La sangre siguió lentamente su camino abriéndose paso en las irregularidades del suelo hasta tocar la desgastada tela de los tenis del chico. A él no le importaba, lo único que tenía en mente era la escena frente a él.

Aun cuando su respiración se había normalizado, las lágrimas continuaban escurriendo de sus ojos hasta caer sobre sus piernas haciendo que pequeñas manchas de humedad aparecieran.

El sonido de algo pesado golpeando el piso hizo que Alex recordara lo que sucedía en el interior de la farmacia. Se levantó lentamente, sintiendo el peso de la mochila en su espalda, y obligó a sus piernas a moverse. Le dedicó una última mirada al atacante, barriendo su cuerpo desde las botas que llevaba hasta llegar a la masa sanguinolenta que ocupaba el lugar donde debería estar la cabeza. Ahogó un quejido con su mano para evitar ser escuchado por las personas dentro del establecimiento a su derecha, y continuó caminando por el callejón.

Alex llegó a la calle, pero no reconoció dónde estaba. Las paredes frente a él eran de un gris inerte que jamás había visto. Corrió, era lo único que se le ocurrió para poder escapar del nuevo festival de destrucción que comenzaba detrás de él. El sonido de cristales rotos empezó a inundar el ambiente, mientras los trozos de cristal caían desde lo alto de los edificios.

El chico dejó atrás los enormes edificios de la ciudad para dar paso a hermosas casas con jardines cuidados.

Por un segundo, sus piernas se negaron a responderle haciendo que cayera sobre el asfalto. Alex giró hasta quedar de espaldas con la vista fija hacia el cielo. El sol que había iluminado las calles unas horas antes era eclipsado por un cúmulo de nubes que encapotaban el cielo.

No tardó mucho cuando un rítmico tamborileo envolvió el ambiente alrededor del chico. Fue sólo cuando las gotas de lluvia lo alcanzaron que recobró un poco de conciencia sobre lo que pasaba. Alex se enderezó con un dolor recorriendo sus piernas.

Alex miró a su alrededor desconcertado, nada parecía remotamente conocido, menos con la lluvia empañando parte de su visión. El chico se dirigió a la casa más próxima a él, cruzó el jardín y tocó insistentemente el timbre. No hubo respuesta.

Caminó hacia la casa que quedaba frente a la primera. La ropa que llevaba sobre él estaba totalmente empapada para ese punto, haciendo que los desgastados vaqueros pesaran el doble de lo que normalmente hacían.

Cuando alcanzó la elegante puerta de la construcción, pudo notar a través de los cristales decorativos el desastre que se encontraba detrás de ella. Unas cuantas prendas estaban tiradas en el piso, y más adelante, lo que parecía ser latas de comida.

El estómago de Alex dio un vuelco en cuanto recordó lo sucedido hace apenas unas horas. Sin poder soportarlo más, dio arcadas mientras se inclinaba sobre uno de los arbustos que flanqueaban la entrada de la casa y, finalmente, vomitó.

Un estruendo llamó la atención del chico. Como pudo, recuperó la compostura y se dirigió al origen del sonido. Después de recorrer el jardín por completo, se encontró con una cochera donde un auto esperaba con la puerta abierta.

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