Infinitos

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La luz de sol se colaba por la rendija entre las cortinas de la pequeña recámara

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La luz de sol se colaba por la rendija entre las cortinas de la pequeña recámara. El aroma de los envases de cerveza de la noche anterior junto con las sobras de pizza golpeó la nariz de Giselle en cuanto se despertó. El brazo de Charlie se mantenía sosteniéndola de la misma manera que cuando se acostaron unas horas atrás, sonrió para sus adentros y empezó a moverse lentamente para lograr levantarse sin despertarlo.

El antiguo jersey de su padre que había dejado en el cuarto de su novio en caso de quedarse a dormir con él le llegaba hasta la mitad de los muslos, el resto de su pijama improvisada eran unos shorts cortos color azul chirriante que había comprado y jamás había querido usar en público.

Para Giselle, aquel pequeño departamento (si a aquel cuarto podía llamársele departamento) estaba lleno de cosas por descubrir, había salido con Charlie desde hacía dos años, y aun así no terminaba de conocerlo por completo. Paseó su dedo sobre los discos perfectamente acomodados sobre una repisa al lado de la cama para leer el título de cada uno hasta encontrar uno conocido entre la música irlandesa que dominaba entre los gustos del chico.

Mientras el reproductor comenzaba a hacer sonar el disco, Giselle recorrió la pequeña distancia entre la cama y la "cocina" del departamento, encendió la cafetera y dejó que el aroma de café recién hecho inundara la habitación junto con unas suaves notas de la primera canción.

Charlie despertó cuando Giselle comenzaba a bailar al compás de la melodía con una taza de café en sus manos. Se pasó lentamente las manos por su rostro para rectificar que no seguía dormido, después se levantó lentamente para alcanzar la cafetera y una taza.

—Buenos días, dormilón —Giselle tomó su cabeza antes de poder tomar el primer sorbo de su recién servida taza y lo besó.

—¿Sabes?, creo que tomar café de tus labios es una manera mil veces mejor de despertar —Charlie tomó a la chica por la cintura y la acercó lo más que pudo a él para seguir besándola, haciendo que un poco del contenido de la taza que ella sostenía cayera al suelo.

—Tranquilo, campeón —Giselle se separó lo suficiente para poder hablar, pero no tanto como para no sentir el aire caliente que salía de la nariz de su novio con cada respiración que daba—, tenemos que apresurarnos.

—Pensándolo bien, ¿no crees que salir de vacaciones en verano está sobrevalorado? —Charlie caminó hasta la cama y se dejó caer pesadamente sobre las sábanas desarregladas—, podríamos quedarnos encerrados en este cuarto por el resto del mes y sobrevivir de pizza, café, y el vodka escondido entre Freud y Skinner— El chico estiró un brazo apuntando al pequeño librero al lado de su cama que contenía los textos necesarios para sus clases mientras se tapaba los ojos con la parte interna de su codo contrario.

—¿Por qué escondes vodka entre Freud y Skinner? —preguntó la chica con una seriedad espontánea.

—Porque Wundt está ocupado con el escocés... —Charlie destapó uno de sus ojos para ver el efecto de su chiste en la sonrisa de Giselle. Ella simplemente se limitó a lanzarse sobre él para besarlo.

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