Análisis

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Murmullos

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Murmullos. Pitidos. El zumbido estático que despiden las bombillas cuando la corriente eléctrica las abastece. Todos esos ruidos se escuchaban a través de una barrera invisible, tal como pasaba cuando su madre la llamaba después de pasar toda la tarde en la piscina de su hogar.

Por un momento se trasladó a esos días, aquellos días de verano cuando sólo era una niña y podía costearse perder el tiempo en el jardín de su casa chapoteando en la alberca o tirada en el pasto mientras el sol besaba su piel. Recordaba lo calurosos de esos días, pero en ese momento, sólo sentía frío.

Intentó abrir los ojos sólo para ser cegada por una luz blanca e intensa. Apretó los párpados tan fuerte que sintió un escozor en las mejillas. Era muy parecido al dolor cuando ríes durante mucho tiempo, como aquella salida de hace... ¿una semana? Sabía que hace siete días había pasado la noche con su mejor amiga, Mary. Habían ido a un club en busca de un suplente para los chicos de intercambio que habían regresado a sus países por las vacaciones de verano. Pasaron toda la noche juntas, sólo para poder ver el amanecer desde su departamento.

Dolía de la misma manera en que lo hacía cuando lloraba todas las noches hace unos años, durante la preparatoria. Esas memorias se volvían un ardor profundo en su antebrazo. Inconscientemente llevó su mano hasta la manga de su camisa, la deslizó ligeramente hacia arriba y pasó la yema de sus dedos sobre las cicatrices abultadas.

Megan abrió de nuevo los ojos. Esta vez, después de soportar el brillo de las luces, pudo notar donde se encontraba. Un panel de vidrio a sus pies le permitía ver un pasillo donde iban y venían personas con batas blancas. A su izquierda, mucho más cerca de ella, otro cristal la separaba de lo que parecía una habitación de hospital.

—Auch —El quejido hizo que la chica girara su cabeza hacia la derecha. Su visión todavía no era lo suficientemente clara para descubrir lo que la enorme masa frente a ella era—. ¿Puede tener más cuidado?

—Si no te movieras, esto sería más fácil —Una de las partes de la masa se separó y comenzó a moverse hacia Megan. Mientras más cerca estaba de ella, más definida se hacía.

La enfermera notó que la joven había despertado en cuanto alcanzó su cama. Con un poco de sorpresa, se estiró hasta la cabecera y presionó el botón verde que se encontraba ahí.

—Calma, debes estar mareada todavía —Megan notó que la mujer no era mucho mayor que ella. El tono en que dijo esas palabras, dulce y comprensivo, hizo que la chica se tranquilizara.

—¿Qué pasó? —La joven intentó sentarse en la cama, pero un torbellino, junto con una espantosa migraña, hizo que se recostara de nuevo. Giró de nuevo a la derecha para encontrarse con unos enormes ojos cafés enmarcados por unos anteojos gruesos mirándola.

—Estás en el hospital. Te tuvimos que internar —respondió la enfermera.

—¿Qué? —La confusión en Megan hacía que sintiera su cabeza punzando de dolor y, junto con el mareo por su intento de sentarse, dieron como resultado náuseas que apenas pudo controlar—. Vine ayer porque me dolía la garganta.

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