La Punta De La Lanza

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—Central, tenemos un 10-65, posible caso de la enfermedad, necesitamos apoyo a nuestra llegada —Ellen sentía los movimientos violentos, que sucedían en la parte trasera, sacudir por completo la ambulancia mientras avanzaba tan rápido como las personas que corrían a mitad de la calle lo permitían.

—Por el amor de Dios, quédese quieta —Andy, su compañero, forcejeaba con la mujer anciana que se encontraba en la camilla, intentando desesperadamente atar sus manos con las cintas de seguridad.

—Unidad, tenemos problemas aquí, diríjase a otro hospital de inmediato.

—¡¿Qué no saben lo que está pasando acá afuera?! —gritó Andy, mientras estiraba un brazo para alcanzar una jeringa que había caído al suelo mientras con el otro le detenía ambas manos a la mujer, quien ahora intentaba morderlo mientras soltaba escalofriantes alaridos.

—Central, la ciudad es un caos, no podemos desviarnos. La paciente no resistirá —gritó Ellen al pequeño micrófono del radio.

—¡Nosotros no resistiremos! —Sin que Andy pudiera reaccionar, la mujer tiró de sus manos, haciendo que su cuello quedara peligrosamente cerca de ella.

Un chorro de líquido carmesí impactó contra el parabrisas, manchando un poco la manga del uniforme de Ellen. Seguido de eso, los gritos de Andy inundaron la parte trasera de la ambulancia.

Ellen giró sin quitar el pie del pedal, encontrándose con la mujer arrancando la garganta de Andy, mientras él se llevaba la mano a la herida, intentando detener la sangre que brotaba de ella.

La paramédico no tuvo manera de detener a la mujer, quien continuaba arrancando trozos de piel y carne de su compañero con sus uñas y dientes. Tampoco tuvo tiempo de reaccionar cuando aquella Grand Cherokee roja apareció frente a la ambulancia, cruzando la calle a gran velocidad.

Lo siguiente que sintió fue el impacto de su vehículo contra el costado de la camioneta. La fuerza del golpe hizo que la cabeza de Ellen chocara contra el volante, volviendo todo oscuro por completo.

—Repasemos el plan una vez más, ¿sí? —Lambert se acercó a la mesa para inspeccionar detenidamente el mapa que descansaba frente a él.

—Nos separaremos en dos —comenzó Giselle, recitando los pasos que había memorizado en ese punto—, Tú, Roger, Emir y Asad se irán en tu camioneta.

—Porque es más grande que la mía —interrumpió Charlie sin quitar la vista del hipnótico brillo de los rayos del sol reflejándose en la pintura roja de la Grand Cherokee.

—Porque es más grande que la de Charlie —confirmó la chica.

—Mientras ellos avanzan por este camino —Emir señaló una pequeña línea que serpenteaba por el mapa—, mientras nosotros vamos por este otro en caso que nos empiecen a seguir.

—Seguiremos los caminos hasta la autopista, continuaremos hasta llegar a la ciudad y el hospital —Charlie hablaba sin mirar al resto de los presentes, sus ojos habían saltado de su camioneta y ahora se perdían en el reflejo que se formaba en la hoja de una pequeña hacha que descansaba sobre un enorme trozo de un tronco—. Utilizaremos los radios que sacamos del búnker para comunicarnos. En caso de que algo salga mal, nos reencontraremos en alguno de los puntos de reunión. Lo importante es que Asad llegue con mi madre.

—Y todo eso lo haremos en cuanto Abbadie dé la señal —concluyó Emir.

—Recuerden utilizar nombres clave entre nosotros y para nombrar los lugares, necesitamos mantener el perfil bajo —Lambert tomó un enorme sorbo de la cerveza que se encontraba frente a él, y secó las gotas de sudor que bajaban por su frente.

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