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Jueves.

Malayka.

Se venía rumoreando que el presidente iba a dar cuarentena obligatoria, eso quería decir que no íbamos a poder salir, ni ir a trabajar ni nada, hasta que esto del coronavirus terminé. La verdad me tenía algo preocupada, ya que yo estaba casi todo el día afuera.

Mire el reloj, las siete en punto. Una hora, solo una hora para ir a tirarme a mí cama y no salir hasta el lunes.

Mí celular sono, me estaban llamando, aproveché que no había nadie y atendí.

—¿Hola?—Pregunte confusa ya que no había leido el nombre de la persona.

—Malayka— Rodé los ojos.

—¿Que querés Mateo?

—Podemos hablar por favor.

—Si no te contesté fue por algo, ¿no?— Dije largando un bufido.

—Dale Mala— Rogó— Te extraño.

—Aja—Me límite a decir.

—Posta wacha dale— Volvió a insistir.

—No—Volví a negar— Aparte no puedo estoy trabajando.

—Bueno mira, hacemos asi— Hizo una pausa— Salís, vas para tu casa, agarras ropa, venís a casa y comemos algo y hablamos y aclaramos todo— Propuso— Como los viejos tiempos.

¿Quería que me muera de amor? Por que si era así lo estaba logrando.

—No se Mateo, ya es tarde.

—Malayka dale, quiero arreglar las cosas con vos— Volvió a repetir.

—Bueno Mateo—Dije rendida.

—Yo te pago el Uber, avísame cuando estés por salir— Le respondí con un simple bueno— Te quiero.

(...)

Llegué a mí casa, y así como llegue me metí a bañar. Tarde unos quince minutos adentro del baño, cuando salí lo primero que hice fue cepillarme el pelo, me había dejado crecer el flequillo y ya lo tenía bastante largo.

Agarre una mochila y guarde algo de ropa, ya que por la hora supuse que me iba a quedar. También metí mí cepillo de dientes, mí cargador y la billetera con plata.

Mientras me terminaba de atar las zapatillas le mandé un mensaje a Mateo de que estaba lista.

(...)

El auto se estaciono frente de la casa del morocho, dejando ver a Mateo con la capucha puesta mientras que se acercaba al Uber a pagarle.

Me baje del auto, y este arranco. Dejandonos solos.

—Hola— Lo salude mientras sacaba el celular y le avisaba a mí mama que ya había llegado.

—¿Te puedo abrazar?— Lo mire confusa— Es que posta te extraño.

Guarde mí celular en el bolsillo de mí jean, y Mateo abrió los brazos, dejando a entender que quería que me acerque para envolverme en un abrazo.

Y tenía que ser sincera, yo también lo extrañaba. Por primera vez después de un mes y unos días sentí su perfume, el olorsito que tenía su ropa, esos brazos que rodeaban tan bien mis hombros o como mis brazos encajaban perfectamente en su cintura y como apoyaba su menton encima de mí cabeza.

Nos separamos después de un rato de estar en silencio.

—Vayamos adentro que encima está fresco y tenés el pelo todo mojado, te vas a enfermar— Hablo caminando hacia la puerta.

MALAYKA || TruenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora