12

3.2K 196 55
                                    


————————
capítulo doce
mentiras que valen la pena

————————

El fin de semana pasó lento. Demasiado lento, tanto que para Valentina había sido una tortura. Cada minuto que pasaba le hacía aumentar las ganas de ver a Gonzalo otra vez. Incluso solía agarrar su celular con frecuencia, abría la casilla de mensajes de él, como si de un momento a otro le fuera a llegar un mensaje de su parte. Pero por supuesto eso no iba a pasar.

Le hubiese gustado saber cuánto de lo que había pasado entre ellos el otro día había significado algo para él. Porque, ciertamente, para Valentina había significado mucho.

No solo por el hecho de que pudo descartar todas las teorías que mantuvo con respecto a qué sucedió la noche del cumpleaños de su mejor amiga, sino porque finalmente pudo hablar con él. Simplemente eso, conversaron a la luz de la luna, los dos solos. Pero aquello había sido mucho más certero que cualquier charla con alguno de los demás jugadores del plantel.

Ese lunes su alarma sonó y de inmediato se puso de pie. Se vistió y desayunó en tiempo récord. Cuando llegó al club escuchó como Charly, de seguridad, le decía: "Qué temprano llegaste hoy, Valen". Ella solo le sonrió y se dirigió a su consultorio.

Mientras se ponía su guardapolvo blanco escuchó como su celular sonaba. Se trataba de Sandra.

Hola Valen, ¿ya llegaste?

En cuanto llegues por favor veni a mi oficina así te comento como será el día de hoy.

Suspiró. Finalmente tendría que ponerse a trabajar.

—Entonces a partir de la semana próxima estaremos tomando los exámenes de rendimiento, tal como lo hicimos el año pasado—explicó la neuropsiquiatra mientras la chica, a su lado, miraba los papeles que llevaba en sus manos, tomando en cuenta quienes eran los presentes y que información sobre ellos tenía. —También, este año, Valen va a ser parte de la revisión.

La chica levantó la cabeza y les sonrió. Lo buscó, entre todos los hombres que habían allí y por supuesto lo encontró junto a Palacios. Pero estaba cabizbajo. Aun así, su mirada se encontró con la de ella y su corazón empezó a latir más rápido. Valentina sonrió más, pero él no le respondió el acto. La chica frunció el ceño, confundida.

En los siguientes veinte minutos, lo que había durado el discurso del cuerpo técnico a los jugadores, Montiel no volvió a mirarla ni una sola vez y lo único que sintió Valentina fue enojo. ¿Es que lo del viernes había quedado en el pasado ya?

—Vayan preparándose—anunció Biscay—. En cinco arrancamos.

Todos comenzaron a agruparse de manera tal que aquellos que no debían entrenar emprendieron su salida de la habitación. La psicóloga empezó a entrar en pánico al ver cómo el chico dejaba sus cosas a un lado y se disponía a recibir indicaciones. No volvería a verlo en lo que restaba del día, tal vez el resto de la semana, debido a que el equipo debía viajar al interior del país para un partido de la superliga.

Se dio cuenta que había esperado todo el fin de semana ese momento, en vano.

Pero no permitiría que las cosas terminaran así una vez más. Se acercó a Sandra cuando ésta estaba a punto de salir. —¿Puedo hablar con Montiel antes de volver?

Ella asintió. —Claro. Yo te espero en mi oficina.

Respiró hondo y se dirigió donde el chico. Se estaba sacando la campera, quedándose simplemente con la remera de la indumentaria. Se preguntó si no tenía frio, ese día el clima no estaba particularmente caluroso.

THE PSYCHOLOGIST | Gonzalo MontielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora