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capítulo treinta y cinco
cambio de rumbo
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Había estado pensando en los acontecimientos de la noche anterior desde que comenzó el día. Incluso durante el entrenamiento, en su mente solo tenía lugar Valentina y sus mensajes.

La curiosidad lo mataba. Necesitaba saber hace cuánto había enviado ese mensaje. Saber hacía cuánto había empezado a pensar todas esas cosas.

Sentía algo dentro de sí mismo. Sabía muy bien de qué se trataba. Era un idiota por haber bloqueado a la chica. Si no lo hubiera hecho podrían haber hablado mucho antes y quizás ella no se estaría yendo al otro lado del mundo.

Pero también sabía que ya era demasiado tarde para pensar qué podría haber hecho diferente. Probablemente para ese entonces, ella ya estaría abordando el avión.

—Uh, perdona...—uno de sus compañeros entró al vestuario donde él estaba terminando de vestirse para volver a casa. Había creído que era el último en salir, pero al parecer estaba equivocado. Se volteó para ver de quién se trataba.

Bruno lo miraba desde la puerta, evidentemente incómodo. No iba a negar que él tampoco estaba al cien por ciento cómodo con él allí mas no dijo nada. Le hizo un gesto con la mano, como diciéndole que entrara.

Era la primera vez que hablaban desde hacía mucho tiempo. El rubio había estado entrenando diferenciado hasta hacía unas semanas debido a su lesión (causada por él) y ya estaba totalmente recuperado.

Ambos se sentían patéticos por estar haciendo eso. Actuaban como desconocidos luego de todas las cosas que habían compartido juntos. Como si su amistad nunca hubiera existido. Gonzalo no aguantó más esa actitud y le habló.

—¿Cómo va la recuperación?—preguntó.

Bruno pareció relajarse, como si hubiera temido que se aproximara una nueva pelea.

—Bien, me acaban de hacer los últimos estudios y todo salió excelente—le contó, entrando y dirigiéndose a su casillero para tomar sus cosas. —La semana que viene ya voy a poder entrenar completamente a la par de ustedes.

El oriundo de González Catán asintió y le dedicó una media sonrisa. "Que bueno" dijo en un tono bajo, todavía un tanto incorfortable. No podía dejar de pensar que el único culpable de que halla ocurrido todo eso era él. Nunca se había disculpado.

Continuaron hablando de otras boludeces e incluso compartieron alguna que otra risa hasta que terminaron lo que estaban haciendo y tuvieron que emprender el camino hacia la salida. Fue entonces cuando las palabras salieron de la boca de Gonzalo casi solas.

—Bruno, yo...te quería pedir perdón por...ya sabes, la lesión.

El hombre lo miró, más no dijo nada. Negó con la cabeza e incluso le dijo que no pasaba nada. Se sintió bien por haber podido sacar eso de su pecho y estar en paz consigo mismo.

—Me lo merecía— afirmó él—. Parecía que ya todos lo sabían, pero yo no estaba al tanto de que Valen y vos... Bueno, no fue mi intención entrometerme en nada. Quería que lo sepas.

Fue raro escuchar a otra persona decir su nombre otra vez. Escuchar a Bruno decir su nombre. Ahora que veía las cosas con perspectiva se sentía un pelotudo por haber dejado que todo eso ocurriese. Ayer a la noche no había parado de pensar en que tal vez se había dejado llevar por sus emociones (y por su anterior experiencia con Morena) y había juzgado a Valen demasiado rápido.

No iba a negar que se arrepentía de eso. Si hubiera pensado antes de actuar y de terminar las cosas entre ellos de la manera en que lo hizo quizás ella no se estaría a punto de tomar un avión hacia Europa.

—Ustedes...¿no volvieron a hablar? —preguntó el rubio, en un tono dudoso, como si se hubiera arrepentido de hacerlo.

Gonzalo no sabía que contestar. Bueno, no, técnicamente no habían hablado de nuevo. Simplemente ella le escribió, pero nunca recibió una respuesta por parte de él. No tenía caso hacerlo.

—No—entonces levantó la cabeza e inquirió para él—¿Ustedes sí?

Él asintió. Pero no se estaba jactando de nada, no se estaba burlando, muy por el contario. Parecía avergonzado.

—La llamé yo—confesó.—Tenía que hablar con ella para disculparme por algo que...—Por más de que comenzaran a hablar de nuevo, Gonzalo no tenía ganas de hablar de las cosas que él había hecho con la chica, la verdad que no. No emitió un comentario al respecto, pero el mediocampista pareció darse cuenta solo porque dejó de hablar de eso. —En fin, como me enteré que se iba no podía dejar que se fuera dejando las cosas así. Así que pudimos hablar... Me contó cómo iba a seguir a partir de ahora. Hoy viaja, a eso de las tres de la tarde. Bueno, por suerte, todo bien.

—Qué bueno—el chico tragó saliva. No le molestaba que le dijera que había hablado con ella. Le molestaba que Bruno se había podido despedir de Valentina y él no.

Ambos caminaban hasta el estacionamiento donde se montarían en sus autos y se irían de allí. No dijeron mucho más en el camino. No sabía cómo sería en el caso del rubio, pero él tenía la mente repleta de cosas en las qué pensar.

Cuando llegaron se saludaron y separaron sus caminos. El defensor empezó a acercarse a su coche, pero notó que su compañero se había quedado inmóvil en su lugar. Le dio una mirada justo cuando escuchó cómo su nombre salía de su boca, llamándolo.

—Gonza, —le dijo. El eco del estacionamiento hacía que sus palabras resonaran aún más fuertes, todavía más cuando empezó a caminar hasta donde se hallaba. Toda su atención se concentró en él.—desde el primer momento en que puso un pie acá ella tenía la mirada en vos. Yo fui el que no se dio cuenta y siguió para delante, pero te aseguro que nada importante pasó entre nosotros.

Gonzalo no dijo nada. Simplemente se quedó escuchando. Sentía cómo la respiración se le hacía más pesada al escuchar sus palabras.

—No sé cómo quedaron las cosas entre ustedes, pero no tengo ninguna duda de que ella estaba enamorada de vos.

Se quedaron ahí, de pie, y el chico apartó su mirada de la del rubio. Por la forma en que dijo aquellas palabras parecía que las había estado pensando hacía mucho tiempo. Como si necesitara dejarlas salir.

Se dieron un apretón de manos y esta vez sí se separaron. Gonzalo se metió en su auto con el simple objetivo de llegar a la tranquilidad de su hogar. Ya no quería pensar en nada. Simplemente necesitaba descansar, e incluso dormir. Había recibido suficiente información para un solo día.

Prendió la radio para distraerse en el camino. Ni siquiera le importaba qué clase de música pasaban, solo necesitaba distraerse.

Agradecía que el trayecto no fuera tan largo, aunque aquello no evitó que su cabeza rememorara una y otra vez la conversación que acababa de tener con Bruno. "No tengo ninguna duda de que ella estaba enamorada de vos" le había dicho. El semáforo frente a él se puso en rojo, entonces estiró su cabeza hacia atrás y cerró sus ojos tomándose un momento. Se refregó la cara, pensando para sí mismo.

—Hoy es miércoles, con una sensación térmica de 13 grados en la Ciudad de Buenos Aires y siendo las 14:26 de la tarde vamos a empezar con los clásicos que nuestros oyentes aman...—dejó de escuchar.

Faltaban media hora para las tres de la tarde.

Era literalmente imposible que llegara a tiempo.

Pero no sabía que si no se arriesgaba se arrepentiría para siempre.

En cuanto el semáforo se puso en verde, Montiel giró el volante completamente y cambió de rumbo.

Directo al Aeropuerto de Ezeiza.

THE PSYCHOLOGIST | Gonzalo MontielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora