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capítulo treinta y seis
vuelo 4353
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El corazón le latía demasiado rápido mientras la radio de fondo continuaba poniéndolo al tanto de la hora (y del clima porque al parecer no tenían otra cosa qué contar). El paisaje a su alrededor había cambiado bruscamente. Ya no aparecía la ciudad ni los edificios, en su lugar se encontraban los campos que bordeaban la ruta.

Conocía el camino al aeropuerto de Ezeiza como la palma de su mano. Lo había hecho innumerables veces para tomar los vuelos chárteres de River, pero nunca tan rápido. Ya se había comido al menos doscientos bocinazos y cuatrocientas puteadas por cambiarse de carril a cada rato.

Pero si quería llegar a tiempo antes de que Valen partiera debía hacer lo necesario.

Sintió que empezaba a respirar mejor cuando vio aparecer el inicio de las edificaciones que conformaban el aeropuerto. Los autos hacían fila para entrar por lo que él los imitó. Puteó al aire cuando intentó buscar lugar para estacionar, pero no logró encontrarlo ni uno en ningún lado. ¿Tanto tiempo se tomaba la gente?

Miró el reloj en el tablero del auto. 14:53.

La re puta madre.

No tenía tiempo de seguir buscando.

Paró allí, en un costado, sin pensar mucho si estaba bien, o mal, o lo que sea. Que se lo lleven si querían. Él tenía otras cosas en qué pensar. Y mucho más importantes.

Salió del coche para empezar a correr. Podía ver la entrada por lo que no estaba tan lejos. Pero entonces recordó que no sabía a qué área del aeropuerto debía ir. Ni siquiera con qué aerolínea viajaría la chica. Solo que el vuelo saldría a las tres.

A las tres, eso significaba que faltaban menos de diez minutos y el todavía no había llegado.

Se llevó un par de personas por delante y, una vez más, lo volvieron a insultar. No tenía tiempo de preocuparse por eso. No obstante, tenía otra preocupación mayor.

Ni bien entró se encontró con el tablero de vuelos. Absolutamente todos los vuelos se encontraban ahí y uno podía quedarse de pie, esperando pacientemente para poder encontrar su vuelo y de paso, observar el resto de vuelos que saldrían ese día. Tal cosa podría llevarte un par de minutos. ¿Cuál era el problema? Que Gonzalo tenía menos de cinco minutos antes de que se hicieran las tres y no podía perder ni uno.

Se quedó ahí, mirando, esperando un milagro. Un milagro que no ocurrió porque ningún vuelo a España hizo acto de presencia allí. Un nuevo miedo se desbloqueó. ¿Y si ella hacía escalas? ¿Y si el vuelo no iba directamente a ese país? Estaba seguro de que Zuculini había dicho que ella se dirigiría allí, pero, ¿y si no?

Dudó, esperando una señal que le dijera qué hacer.

Miró a su alrededor en busca de alguien que pudiera ayudarlo. Algún trabajador del aeropuerto, algo. Incluso notó que la gente empezaba a mirarlo y no parecía ser por la cara de traumado que probablemente estaba poniendo. Ya lo habían reconocido y sabía que en breve comenzarían a pedirle fotos o autógrafos y no podía permitirse eso ahora. A su vez, el tiempo seguía corriendo.

No llegaría a ver a Valen.

Ultima llamada vuelo 4353 con destino a Madrid—se paralizó en cuanto esas palabras llegaron a sus oídos. Definitivamente esa era su señal.

Miró el tablero otra vez. Vuelo 4353 de Iberia. Plataforma 2.

Sus piernas empezaron a correr desde antes de que su cerebro se diera cuenta lo que estaba pasando. Él estaba en la plataforma uno, por lo tanto, estaba cerca. Un sentimiento de esperanza renació en su interior. Quizás todavía podía lograrlo.

THE PSYCHOLOGIST | Gonzalo MontielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora