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capítulo treinta y tres
próxima parada: madrid
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Evidentemente pasó lo que tenía que pasar. En cuanto escuchó esas palabras salir de la boca de la mujer supo que la vida le estaba dando una segunda oportunidad. Y qué oportunidad.

Cuando se lo comentó a sus padres, su papá casi se pone a llorar. Su hija siendo pretendida por uno de los clubes europeos más importantes del mundo. ¿Qué más podía pedir?

Su madre, por otro lado, era un poco reacia a lo que estaba a punto de pasar. Ella amaba a su hija y se le llenaba el corazón de orgullo de verla triunfar, sobre todo a pasos tan rápidos (por no decir agigantados), pero no podía creer que se fuera a ir a vivir sola al otro lado del mundo.

Pero la decisión definitiva fue cuando recibió una llamada del mismísimo Cholo Simeone. Él la había llamado para comentarle lo que tenía en mente. Y no solo eso, le dijo que conocía su trabajo y que tenía las mejores referencias de ella.

Sintió cómo se le calentaba el pecho al oír eso. Eso que sentía, se llamaba orgullo de sí misma.

Fue entonces cuando no tuvo que pensarlo más.

Sus amigas fueron otra cosa. La mayoría de ellas se pusieron a llorar, sobre todo Camila. Empezó a decir que no podría vivir sin ella de ahora en adelante, que tenía que volver a pensarlo y que la iba a extrañar muchísimo. Hasta que Valen encontró las palabras justas que la reconfortarían.

—Pensa que nos vamos a ir de vacaciones a Ibiza—en cuánto lo escuchó la chica esbozó una sonrisa. "Bueno, quizás no es tan mala idea" terminó diciendo.

De todas formas, todas las personas de su círculo cercano estaban felices por el presente de la rubia.

Las cosas estaban sucediendo muy rápido. Le habían puesto una fecha límite para tomar la decisión y está se estaba acercando. Dijeron que los detalles finales los acordarían en cuanto ella llegara a España, lo cual era en breve.

No obstante, sus amigas tuvieron una idea brillante. —No te podés ir de acá sin una fiesta de despedida—había dicho una de las chicas.

Pero Valen no quería que hicieran la gran cosa por ella. Todos sabían que no le gustaba ser el centro de atención. Además, hasta que no tuviera la total certeza de que todo estaba bien no quería contarle al resto del mundo la noticia.

Finalmente decidieron hacer algo "tranqui" simplemente entre ellas. Las amigas más íntimas vinieron unos días antes a que ella se fuera. Trajeron mucha comida y alcohol, no necesitaban nada más.

Valen no sabía que esperar de aquello, pero definitivamente nunca se imaginó lo que terminó pasando en realidad.

Lo único que hicieron fue llorar.

—Te voy a extrañar muchísimo—le dijo Cami, no quería separar sus brazos de su cuerpo. La había estado abrazando desde que llegó—Se me va mi otra mitad, ¡al otro lado del mundo!

Valen no quería hacer un gran show, pero no pudo evitarlo. Ella también empezó a llorar. ¿Cómo haría a partir de ahora, sin su fiel amiga a su lado?

—Vamos a ser videollamada todos los días, te lo juro—contestó la chica, riendo para no (seguir) llorando.

—¡Bueno, dale, que no decaiga!—gritó Flor, subiendo el volumen de música.

Una cosa llevo a la otra y después de imaginar un millón de escenarios que podrían pasar en la vida de la chica en Europa (Vicky incluso ya se había inventado una historia donde se enamoraba de un español, se casaba y no volvía nunca más a Argentina), se entregaron al sueño que las estaba esperando. No era la fiesta loca de despedida que Cami había planeado, pero era lo que Valen necesitaba. A sus amigas ahí para ella, apoyándola en lo que era el momento más importante de su vida, y de su carrera.

Para ese entonces ya no estaba muy enterada de lo que estaba pasando. La música había dejado de sonar y estaba rodeada de los cuerpos de sus amigas profundamente dormidos a su alrededor. Intentó ponerse de pie, pero de inmediato se mareó. ¿Algún día entendería que el alcohol y ella no iban de la mano?

Sintió el frío recorriéndole todo el cuerpo y como pudo comenzó a caminar. Tomó su celular porque quería saber qué hora era. No lo había agarrado en horas, por lo menos desde que sus amigas habían llegado. Vio que tenía montones de notificaciones sin leer, pero el que más le llamó la atención fue una de Gmail. Sandra le había pedido que por favor necesitaba que le enviara las fichas hechas por ella.

Dios. Lo había olvidado completamente.

En cuanto renunció no había querido volver a pisar el Monumental y aunque sabía que nadie le diría nada por eso, tampoco estaba bien que no dejara las cosas en orden. Además, eso ayudaría al colega que la reemplazaría.

No tenía sueño, en menos de cuarenta y ocho horas estaría volando al otro lado del mundo para iniciar su propia vida lejos de todo lo que conocía. Tenía miedo, sí, pero sobre todo tenía ganas de avanzar en su profesión. Valentina no se había considerado una persona ambiciosa hasta que la psicología deportiva había aparecido en su vida.

Se dirigió a su habitación en busca de su computadora para hacer lo que la mujer le había pedido. Tomó su laptop y buscó entre los archivos hasta que encontró lo necesario. Abrió su mail, comenzando a mandar las carpetas que necesitaría.

El trámite se estaba tardando más de lo normal, pero aquello era obvio. Los archivos eran demasiado grandes para ser enviados de esa forma. De todas maneras, ella prefería esperar antes que dirigirse hasta allí.

Parecía una obra del destino, pero el archivo que más tardaba en ser enviado era el de Montiel. Ver su nombre y apellido ahí trajo consigo todos los recuerdos que había estado intentando tapar los últimos días. Dirigió el mouse inconscientemente al enlace, generando que el archivo se abriera. Lo primero que apareció fue la foto del chico.

Valentina sonrió, se sentía melancólica.

Y es que entonces se había dado cuenta de que ese era el fin. No volverían a verse nunca más. Ella se iría lejos por lo que todo lo que había pasado entre ellos quedaría simplemente en su memoria.

Dentro suyo aún quedaba un poco de resentimiento por el chico, pero más allá de eso, solo quería que las cosas quedaran bien entre ellos. Hay quienes dicen que el tiempo cura todo...esperaba que en ese caso también las cosas fueran así.

Había algo en su interior que le decía que no podía irse así, dejándolo atrás como si nada. Mientras en la pantalla de la computadora el mail estaba siendo enviado su mente pensaba en un millón de cosas. Sabía lo que estaba a punto de pasar.

Se estiró para tomar su celular y buscar el contacto del chico.

Por supuesto, aún seguía bloqueada en WhatsApp. Viendo la situación ahora le daba un poco de risa (pero hace un mes andaba llorando por los rincones).

El mail ya se había enviado y su celular marcaba las cinco de la mañana. Sabía que era una locura intentar comunicarse con él a esa hora. Pero, por otro lado, ella no esperaba hablar con él. No esperaba que lo leyera.

Valentina solo quería cerrar esa etapa y poder seguir tranquila.

No estaba nerviosa porque no tenía nada que perder.

Volvió a mirar el chat de WhatsApp en su teléfono para un destinatario cuya foto no podía ver. Sonriendo, empezó a teclear con la seguridad de que él nunca leería sus palabras, pero con la mente tranquila porque ella lo había intentado.

Aún estaba enamorada de Gonzalo, pero eso, solo ella lo sabía. 

THE PSYCHOLOGIST | Gonzalo MontielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora