Para el trigésimo tercer azote, los discípulos de la secta Lan sostenían ya los brazos de Lan WangJi. Los ropajes blancos colgaban hechos jirones y se tintaban de un rojo tan intenso como las granadas cuando son aplastadas.
Treinta y tres azotes por cada anciano herido.
Lan WangJi mantenía la cabeza baja, ya sin pisca de fuerza para seguir sosteniendo recta su gallarda figura; apretaba los dientes a causa del dolor pero, aun cuando este mismo le estuviera escociendo la espalda, el Segundo Jade de Gusu Lan no mostraba emoción alguna porque no había nada más doloroso que recordar las últimas palabras que Wei WuXian le dirigió: piérdete.
Lan XiChen y Lan Qiren observaron cómo el menor de los Jades fue azotado, lamentando en sus adentros verlo en tal posición. El rostro de Lan WangJi siempre había sido estoico para el mundo, una belleza helada que difícilmente podría ser alcanzada, pero la desesperanza que sus ojos vieron en el rostro de su hermano casi lo ahoga.
Quería tomar el castigo por él, quería protegerlo como siempre lo había hecho y terminó por preguntarse: en el futuro, ¿El deber de un líder de secta lo hará sufrir como en ese momento? ¿Se vería forzado a perder o inclusive matar a alguien que ama para proteger a su clan y todo aquello que le enseñaron desde su alumbramiento? No, esperaba que no. Eso lo desgarraría justo como lo estaba desgarrado en ese momento.
Lan Qiren por su parte no podía creer que Lan WangJi era en efecto la persona que estaba recibiendo castigo tan semejante. Lo miraba sin pestañear, no prestando atención a nadie más que a él, su sobrino, el prestigiado Hanguang-Jun.
La Sala Ancestral de la Secta Lan quedó sumida en absoluto silencio cuando el castigo terminó. Los ancianos que aún heridos pudieron asistir se fueron retirando uno por uno al igual que los discípulos que ayudaron a sostener al Jade.
Lan WangJi, arrodillado, con la cabeza baja y la espalda encorvada hacia adelante tenía los brazos colgados a los costados. El cabello le caía hacia el frente y aun cuando sus ropajes estuvieran ya dañados, sucios y con su sangre impregnada, la cinta de regulación Lan seguía tan perfecta sobre su frente. Blanca, pura y significativa.
Se escucharon pasos, apenas perceptibles. Tanto su tío como su hermano se acercaban a él en completo silencio. Lan XiChen podría jurar que el Receso de las Nubes jamás habían estado tan silenciosos, se sentía sofocante.
Respetar los filiales. Las reglas de la secta vinieron a la mente de Lan WangJi cuando, por su limitado campo de visión, pudo ver los ropajes canos frente a él. Alzó con esfuerzo la cabeza para hacer frente a sus palabras.
A Lan XiChen se le atascó la respiración en la garganta. Había visto el rostro de su hermano desde su posición pero tenerlo a escasos centímetros de distancia le había enviado un terrorífico escalofrío por todo el cuerpo. Su hermano, el pequeño Lan Zhan tenía la frente perlada de sudor, estaba tan pálido que daba miedo y los labios, ligeramente entreabiertos, lucían resecos y sin vida. Casi como si no hubiera bebido del sagrado líquido por semanas completas.
La pérdida de sangre mermaba la vitalidad de Lan WangJi pero aún en ese momento en el que estaba por desfallecer, Hanguang-Jun seguía siendo tan hermoso y viril como ningún otro hombre.
—Líder de secta Lan —Lan Qiren se dirigió a su sobrino con frío formalismo—, necesito un momento a solas con Lan WangJi.
—Tío —dando una debida reverencia Lan XiChen caminó a paso firme hacia la salida del Pabellón de Castigos, deteniendo su andar sólo cuando las puertas se cerraron detrás de sí. Quería sacar a Lan WangJi de ahí pero tenía que aguardar. Sólo esperaba que las palabras de su tío no fueran tan severas.
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Recuerdos impregnados del primer amor | v.1 | Lan MeiLing
FantasyVer. 1 | Sin editar. "...Para el trigésimo tercer azote, los discípulos de la secta Lan sostenían ya los brazos de Lan WangJi. Los ropajes blancos colgaban hechos jirones y se tintaban de un rojo tan intenso como las granadas cuando son aplastadas...