Decreto 3: No Tendrás Compasión de los Mortales

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Se levantó de su sueño reparador para bostezar pesadamente y ver a su lado el cuerpo inerte de su cena de la noche anterior.

Rouge buscó aún adormitada su pequeña campanilla y así sonarla delicadamente.

Se puso en pie y sobre su cuerpo amarró una bata de algodón negro y así tomar dirección al baño. Soltó un pesado bostezo para así enjuagar su cara con un poco de agua y lavar cualquier rastro de sangre seca que pudiera manchar su perfecto rostro.

Llamó usted, Madame– escuchó del otro lado de su puerta.

–Espio, pasa– ordenó la murciélaga. El camaleón entró con una reverencia y sin por evitarlo fijar su mirada en el cuerpo que yacía boca abajo sobre el colchón de plumas de su ama –Deberás de cambiar las sabanas– indicó sin interés la murciélaga para caminar hacia él –Generalmente no traigo comida a casa, pero ayer realmente necesitaba un poco más que un buen trago– habló con picardía –¿Puedes encargarte?

–Por supuesto– asintió.

–Es tan bueno saber que puedo contar contigo– le sonrió con dulzura y así tocar su rostro con gentileza.

Espio retrocedió ante su tacto, sonrojándose intensamente por la repentina acción de la murciélago, haciéndola reír por lo bajo por su reacción.

–Adoró ver a los mortales sonrojarse ¿sabes? – confesó divertida para así caminar a su tocador y buscar entre sus cosas un pequeño cepillo –Es algo que se pierde al ser inmortal, o, mejor dicho, al convertirte en una criatura de la noche.

–Amm...– se atragantó sin saber cómo responder a ello. No era común que Rouge hiciera cosas como esas.

–¿Qué dice nuestra pequeña presa nueva? – preguntó la murciélaga para empezar a peinar su corta caballera –¿Shadow no la ha matado todavía?

–No Madame– negó el camaleón –Pero no parece querer adaptarse a su nueva situación.

–¿A no? –espetó volteándolo ver intrigada.

–Me temo que la Señorita Amy Rose no es la candidata más viable para ser la nueva sirvienta de Lord Shadow.

–Pues no podemos culparla realmente ¿o sí? – dijo Rouge pensativa –Shadow puede ser un tanto despiadado con sus sirvientas– señaló –Es decir, ha matado las últimas ¿tres, cuatro?

–Tres– rectificó el camaleón –Pero no son las órdenes de Lord Shadow el problema– explicó Espio –Al menos no está vez– especificó –Es más algo de la Señorita Rose en sí.

–¿A qué te refieres?

–Se ha encerrado en su habitación desde su intento de huir del castillo hoy en la mañana.

–Con que ese era el todo el alboroto del día hoy– habló Rouge pensativa –Oh bien– soltó sin interés –Ayuda a Shadow un par de días más, al menos en lo que ella conoce las reglas de este castillo– solicitó para que el camaleón asintiera con la cabeza –Luego de ello esa chiquilla deberá de vérselas por su cuenta.

–Como ordenes.

–Perfecto, iré a ver si nuestro malhumorado erizo ya ha despertado– dijo para caminar hacia la puerta –Después de todo, a penas acaba de anochecer.

Espio la despidió con una veneración para así salir de su habitación y dirigirse al extremo opuesto del pasillo, donde residía él.

Rouge se detuvo frente a las puertas de madera tallas exquisitamente y así tocar suavemente la puerta, prestando atención al otro la de la misma.

Bloody RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora