Capítulo Cuarto: Revelaciones

626 84 77
                                    


Había contado cada ventana, reorganizado las especias, alimentando a los corceles del castillo y pulido cada candelabro que Espio le había dado y sin más ridículas tareas que el camaleón ponerla hacer la incitó a salir ese día. Ella sabía que lo hacía para no tener que cuidar que Shadow se topara con ella de ninguna forma posible.

–"Dice que no desea hablar o verte, son ordenes directas, por favor... no las desobedezcas" – rememoró las palabras del camaleón.

Amy soltó un pesado suspiro con un mohín entristecido. Llevaba más de una semana sin hablarle, todo desde aquel incidente en la cocina. Dirigió su mirada a su mano y así remover su blanco guante dejando expuesta la herida que aún sanaba sobre la misma, recordando aquella noche y como sus labios habían acariciado su piel, estremeciéndose ante el recuerdo.

–"Tú no tratas así a nadie más... ¿no es cierto?" – recordó las palabras que causaron la situación que vivía ahora y seguramente la razón por la cual ahora él la evitaba a toda costa –¿Estuvo mal? – murmuró tristemente, cerrando sus ojos con pesadez.

Deseaba con todo su ser que su implacable silencio no hiciera que su corazón se sintiera de la manera en lo hacía, sin embargo, ya empezaba a extrañar los ojos color carmín que la veían con curiosidad e incluso cierta dulzura.

–No importa – espetó para vestir su mano nuevamente y así continuar en su búsqueda en aquel pueblito perdido –Encontraré la forma de librarme de esta maldición y me iré de su vida para bien, si es lo que tanto desea, me marchare – aseveró sintiendo un extraño dolor en su pecho y así colocar una mano sobre el mismo.

La idea de dejarlo empezaba a doler, demasiado. Amy sintió el escozor en sus ojos por las lágrimas que hacían su inapropiada aparición para así cerrar sus ojos con fuerza en un intento de contener su llanto ¿por qué partir empezaba a ser tan difícil? Tal vez no era el hecho de irse, sino de saber que no podría volver a verlo si lo hacía.

–¡Basta Amy! – se regañó secar bruscamente el asomo de las gotas rebeldes –¡No necesitas de nadie! ¿recuerdas? – se reprendió para fruncir el entrecejo y con una mirada de decisión ver hacia adelante –No más – se juró para empezar a caminar con decisión, en un intento por dejar sus conflictuados sentimientos atrás.

Buscaría por cada pueblo y villa hasta encontrar un libro que le dijera cómo liberar las cadenas que la ataban al castillo, a ese mundo de ultratumba, pero en especial, que lo liberaran de él y del extraño hechizo que había puesto sobre ella.

Amy siguió su camino sin rumbo cuando entre la multitud que recorría aquella vivida plaza, reconoció a alguien a la distancia, un erizo que ahora se despedía con aquella sonrisa cordial.

–¿Silver? – dijo al verlo acomodar algo en su alforja que no logró alcanzar a ver.

El erizo plateado salió de la armería del pueblo para sentir la mirada de alguien fija en él, y así, alzar su mirada para distinguir a una eriza rosa a unos cuantos metros de él, viéndolo atentamente.

–¿Amy? – llamó al reconocerla para caminar hacia ella, esquivando a la gente que se cruzaba en su camino, y con una sonrisa saludarla quien al verlo llegar a ella le sonrió con cierto nerviosismo –¿Qué haces aquí? – preguntó el erizo –¿No estás algo lejos de casa? – curioseó, pues estaban bastante lejos del pueblo que la había conocido.

–Un poco – respondió tímidamente –Buscaba un libro – explicó –, pero creo que me marcharé sin suerte.

–¿Qué tipo de libro? – investigó Silver curioso –Tal vez pueda ayudarte.

Bloody RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora