Decreto 6: Si no es comida es amenaza

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Caminó de regreso con aquellas pesadas bolsas bajo sus ojos para soltar un bostezo. Eran pasado del medio día y eso le había dado menos de tres horas de sueño, pero todo valdría la pena si los mapas que le habían dado realmente le revelaban la ubicación de la siguiente Esmeralda Caos. Shadow siguió con su camino para que la luz de una vela que se asomara de una puerta semi abierta captara su atención.

–¿La biblioteca? – se dijo a sí mismo. Nadie a parte de él usaba esa habitación.

Se adentró curioso y dentro de la misma distinguió a la eriza rosa sentada sobre el suelo y a su alrededor, varios libros dispersos. Dio un paso adentro para notar que el desorden original que le había dejado el día previo había disminuido considerablemente. Al regresar de su última expedición olvido por completo revisar su progreso.

Su atención se dirigió de nuevo a la eriza quien parecía estar sumergida en su totalidad en un libro, pues no había percibido su presencia.

–¿Por qué sigues aquí? ­– preguntó el erizo al fin, para que ella soltara el libro al acto y lo viera de pie en el marco de la puerta.

–¡Shadow! – soltó nerviosa. El erizo alzó una ceja al ser nombrado de manera tan casual, después de todo todas sus sirvientas se dirigían a él como Señor, Amo o Lord, nunca por su nombre de pila –Yo... es que... – murmuró para ponerse en pie velozmente –Estaba terminando de ordenar cuando encontré el último volumen de Fauna Silvestre de Prower y no puede evitar ojearlo – explicó para ver el libro en sus manos con una sonrisa –Es una edición rara que...

Amy silenció al notar la mirada del erizo negro sobre ella, borrando su sonrisa y así apartar el libro de ella velozmente. No había terminado el trabajo que él le había solicitado antes del tiempo limite ¿Eso significaba que ahora sería castigada?

–¿A eso te dedicabas antes? – preguntó de pronto, para que ella subiera su mirada ante su pregunta –¿A leer en lugar de realizar tus tareas?

Amy bajó sus orejas ante sus palabras. No podía decir que no era así, de hecho, su madre, su padre y luego su esposo le hicieron esa misma pregunta, la cual generalmente seguía de un reclamó puntual o gritos y castigos.

–¿Es por esto que no sabes cocina o limpiar? – inquirió el erizo, para que la eriza rosa frunciera el ceño ante lo que su pregunta implicaba.

–¡Para tu información las mujeres podemos hacer muchas más cosas que sólo limpiar y dedicarnos a la cocina! – vociferó molesto –¡Somos algo más que adornos para servirles!

–Lo sé – respondió sin inmutarse.

Amy borró su previa expresión de ira para que el asombro se posara en su mirada, relajando sus facciones, quedando en silencio.

–Los libros son ventanas a mundos que no podríamos acceder de otra forma – habló el erizo negro casi poético –Una mujer que no lee es una mujer que tiene poco valor.

Era la primera vez que escuchaba decir eso a un hombre o en su caso a cualquiera.

–Serías el primero en pesarlo – respondió Amy con un mohín entristecido –Una mujer culta nunca será apreciada... no de donde yo vengo al menos.

–Alguien que no puede valorar a un diamante nunca será digno de él– dijo sin interés –Si un hombre no puede valorar a una mujer inteligente seguramente jamás podrá darle el valor que merece, pues nunca será capaz de calcularlo.

Amy sintió sus mejillas ruborizarse sutilmente por sus palabras, sin entender el por qué.

–Limpia todo esto – habló de nuevo el erizo con un dejo de cansancio en su voz. El momento de hablar había terminado. –Y lleva cualquier libro de The Marble Zone a mi despacho – comandó para dar media vuelta.

Bloody RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora