Decreto 11: Matarás para Sentirte Completo

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Desde las sombras observó a la jovial eriza marcharse en la carroza que Espio había recuperado hace poco, agudizando su mirada ante dicha escena. Algo no estaba bien ¿por qué se arriesgaría a salir en plena luz del día? ¿Creía que tenía algún tipo de ventaja por el estado convaleciente del erizo negro?

Rouge siguió la carroza con la mirada para ver como ésta cruzaba en el umbral y así ver con sorpresa como ella salía sin problemas.

–¿Cómo...? – murmuró sin entender.

–¿Madame? – escuchó decir, para voltear a ver al camaleón quien caminaba en su dirección – ¿Qué haces despierta tan temprano? – preguntó para llegar hacia ella.

Rouge ignoró su pregunta dirigiendo de nuevo su mirada a la carroza negra que se perdía en el camino de nieve entre la congelada floresta, frunciendo el ceño.

El olor a sangre la había despertado de su sueño muy temprano y aunque intentó obviarlo tapando su rostro con sus grandes almohadones de plumas, le fue imposible. Se levantó de mal humor para colocar aquella bata de seda negra sobre su cuerpo y caminar por el castillo, tan lejos de la habitación de ella como le fue posible, en un intento de distraerse del insufrible olor cuando algo captó su atención mientras yacía vagando en uno de los últimos pisos del castillo. La eriza rosa había salido.

–¿Ocurre algo? – inquirió Espio para colocarse a la par de su ama, al límite de la sombra y el toque el sol, donde ella miraba con un claro enfado a la eriza que ahora se perdía en la distancia –Parece que Lord Shadow le ha dado autorización en dejar las instalaciones durante el día – explicó el camaleón en voz alta.

–¡¿Cómo dices?! – exclamó para por fin voltearlo a ver –¿Por qué Shadow haría algo como eso? – inquirió con molestia –¿Qué propósito cumple eso para beneficio de él?

–Ninguno aparentemente – dijo el camaleón con su mirada en el ventanal –Posiblemente sea algún tipo de recompensa por haberlo ayudado en su última expedición.

–¿Recompensa? – masculló suspicaz –Tú crees que ustedes merecen recompensas por hacer un buen trabajo, ¿eh, Espio?

El camaleón volteó a ver a la vampira, quien tenía una extrañada mirada, una que le causaba escalofríos. Por lo general su ama siempre mantenía una actitud desinteresada y divertida, pero ahora se le miraba temible, y no estaba seguro del por qué.

–No, madame – respondió con desgano.

–Exacto, porque eso es lo que son – espetó mordaz –Sirvientes de una raza superior– resaltó despectiva –No iguales que merezcan ningún tipo de consideración. El hecho de que estén vivos es suficiente recompensa – puntualizó irascible –Y él debería de saberlo mejor que nadie.

–¿Hablas de Lord Shadow?

–Los mortales sólo sirven como alimento o para servirnos – dijo con un mohín de rencor en su rostro –¿Por qué él se niega a entenderlo?

–Me parece que su relación con la Señorita Amy se ha estrechado – murmuró el camaleón –Los vampiros son criaturas complejas y a pesar de su dura coraza tienen momentos como este – dijo con una sombra de sonrisa –Momentos que nos recuerdan que antes de vampiros fueron como nosotros.

–...Criaturas complejas – repitió Rouge estoica.

–Lo son – asintió Espio con un amago de sonrisa –Lo tienen todo y a pesar de ello, hay momentos que se toman para poder ayudar a mortales que...

–Dime algo – interrumpió la explicación del camaleón para verlo severamente –¿Por qué deseas ser un vampiro?

Los ojos de Espio se abrieron de par en par ante su pregunta. Él mejor que nadie sabía que ese era un tabú para hablar con ella; las pocas veces que había siquiera mencionado algo relacionado ella había estallado en una ráfaga de ira y dolor desproporcionado. Desde su última pelea debido a eso había optado por nunca más tocar el tema, y no estaba seguro que fuera una buena idea abordarlo aun si era ella quien lo sacaba a colación.

Bloody RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora