Capítulo Decimocuarto: Desesperación

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La noche despiadada la abrazó nuevamente bajo su frío inclemente. Otro invierno que empezaba adentrarse en el país, ocasionando que su cuerpo completo titiritara en cada soplo del viento inclemente.

Apresuró su paso soltando un pesado suspiro, siendo capaz de ver su cálido aliento en el ambiente. Se guio por la luz de la luna que podía apreciarse entre los nubarrones nocturnos para que un crujido a la distancia la sobresaltó para tomar su martillo con fuerza y ver hacia sus alrededores.

Amy tragó pesado sintiendo cada vello de su cuerpo erizarse ante lo que se sentía sería un peligro inminente, para luego ver un cuervo volar de entre las ramas mientras graznaba en la noche dejándola a solas.

–Maldición – susurró con cierto dejo de alivio, relajando sus músculos.

Amy recorrió con la mirada sus alrededores, sintiendo a la muerte observarla en silencio. Su corazón latió en sus oídos, imposibilitándole bajar la guardia. Los árboles albergaban la oscuridad entre sus ramas, así como las pesadillas de un soldado de guerra.

Un ambiente tenso y pesado se hizo sentir, presionando su pecho, uno que le gritaba que debía de salir de ahí tan pronto como pudiera.

Amy vio de reojo sobre sus espaldas para que la imagen de Silver se presentara ante ella, como un recuerdo perpetuo de qué era lo que hacía en ese bosque.

Inicio del Flash Back

–Es tu última misión, Amy – susurró el erizo plateado condescendiente.

–¡No, no! – suplicó ella con desesperación –¡Yo aún puedo...

–¡No, no puedes! – le negó abruptamente obligándola a callar de golpe.

Silver le desvió la mirada un tanto culpable por las palabras pronunciadas. Soltó un pesado suspiro viéndola nuevamente y así con severidad decirle:

–Todo acabo Amy... ya no puedes seguir haciendo esto– dijo en un susurro que rompió su corazón –Tu vida como cazadora de vampiros termina aquí – sentenció.

Fin del Flash Back

Amy chasqueó la lengua en señal de molestia sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas ante la impotencia que ahora la carcomía.

Llevaba dos años en un entrenamiento exhaustivo para poder intentar seguirle el ritmo a su mentor, uno que, si bien cuidaba de ella y procuraba lo mejor para ella, era un despiadado al momento de entrenarla; y a pesar de ello, ella había logrado seguirle el paso, pues se había prometido ser fuerte y autosuficiente sin importar el precio.

–Y al final ¿de qué me sirvió? – masculló para desviar su mirada a su muslo y poder ver bajo aquel short blanco que ahora vestía aquella cicatriz queloide (N/A: Es una cicatriz levantada que se produce después de la curación de una herida) en forma de un rayo como un mal recordatorio – "Regresa a una vida normal"– las últimas palabras de Silver golpearon su mente de forma indeseable para apretar sus puños con fuerza. –No – espetó para continuar su marcha, decidida –Me rehúso a vivir como una sombra nuevamente.

Ser una cazadora de vampiros no sólo era un estilo de vida que rozaba con la muerte, era también una vida que no la condenaba a vivir en las expectativas sociales; una vida que le daba hasta cierto punto libertad... si ya no podía ser una cazavampiros lo único que podría hacer para subsistir era buscar un marido que la mantuviera o bien vivir de limosnas cual pordiosera, después de todo ¿para qué más podría servir una mujer en una sociedad que nunca la vería como algo diferente a un simple bello adorno? Esa vida era tan buena como estar muerta en vida.

Bloody RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora