Estrellas

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Todo lo que podía decirse de él podía ser visto a la primera. Más allá de su cabello realmente no encontraba nada interesante. No merecía los colores llamativos que le adornaban ¿Para qué ese amarillo deslumbrante si el muchacho parecía retraído y asustadizo como un ratón de campo cuando lo buscaba en sus clases al saber a qué grupo pertenecía? Por qué esos ojos miel de arena, engalanados con aquellas pobladas cejas que debían darle una mirada madura, segura y de liderazgo, si se la pasaba lloriqueando tras la espalda de sus amigos a la hora del receso, viéndolo desde el salón de profesores. Sus notas no eran tan bajas ni altas para ser catalogado como nada más que alguien normal y tampoco era tan impopular o popular. Arrojó el historial académico del muchacho al fondo del bote de basura, resoplando al recordar que debía regresarlo a su lugar porque básicamente lo había robado. Aunque era tan gris que seguro nadie notaría si desaparecía. Estaba enojado incluso si era estúpido ¿Qué esperaba? ¿Una historia tan sobresaliente como la suya misma? ¿Algo que mereciera la pena? Era un chiquillo insulso, quizá demasiado seguro de sí mismo para haberlo estado seduciendo.

Aunque según las palabras del mismo Tomioka cuando le contó su situación y por qué quería saber el nombre de ese muchacho que descaradamente lo miraba siempre en su clase de gimnasia, sólo debió haberse confundido. Tenía sentido, era imposible que esa manchita de limonada en el mantel juntara el valor de intentar conquistar a alguien, sobre todo mayor. Sobre todo a un profesor de cursos más adelantados. Alguien debía regresarle el tiempo que había perdido buscando nada. Chasqueó la lengua, demasiado irritado para fijarse en las chicas que se hicieron a un lado no demasiado discretamente para verlo de espaldas. Con los labios apretados tomó la tiza, sin saludar a nadie, queriendo borrarse del calendario los jueves para siempre. Y aún así las sirenas estaban allí fuera, cantando para él enlazadas con el hilo de estrellas de ese cabello para que volteara, para que le buscara a pesar del roto encanto del anonimato. Esa piel tenía un nombre y una historia que no calzaba con lo que  Tengen deseaba haber leído. Los ojos de Zenitsu estaban cerca pero fueron flechas que le rozaron, no le atravesaron y por primera vez tuvo el tacto suficiente de mirar, realmente mirarlo. Estaba viéndose en el reflejo del ventanal. No lo estaba viendo a él. Apretó los labios, la tiza en sus dedos una vez más terminó en terroncitos de yeso y arcilla blanca que cayeron hasta la punta de sus bien lustrados zapatos. 

¿Cómo se atrevía?

Arrojó los restos de tiza al suelo, tomando una nueva de la caja y sacudiendo la cabeza. Veinte minutos para hacer el examen, escribió las indicaciones y tras asegurarse que todas las cabezas estaban agachadas hacia sus pupitres, se recargó en el filo de la ventana para ver a los adolescentes correr. Correr el sudor por su nuca, pegar la camisa a su cuerpo y el sol de mediodía por su piel, no alcanzaba a escucharlo pero sí a distinguir sus facciones lagrimeando, pegándose de nuevo a ese muchacho como un perrito buscando agua, dejando que inclinara la botella de agua en sus labios y volver a pegarse a él, el muchacho riéndose de una forma suave mientras pasaba una mano por el cabello de Zenitsu y con la otra le abanicaba el rostro. Resopló, pensando que incluso su sonrisa era vulgar, por más sincera que luciera. 

Se alejó de la ventana cuando comenzaron a abrazarse, pero alcanzó con el rabillo del ojo a ver sus dedos moverse hacia él, saludándolo. Se le secó la garganta al ver sus dedos moverse.

-Tres,ocho, uno...- tomó un bolígrafo, anotando los números en la palma de su mano- cinco, tres- sus dedos se detuvieron al contar diez dígitos, diez dedos cerrándose en las hebras borgoña de esa cabello al terminar. Era un número telefónico. A espaldas de quien parecía ser su novio, le había dado su número telefónico, debió repetirse porque le parecía tan... Extravagante que en verdad no podía creerlo. Resopló a mitad de una risa, anotando el número en su celular antes que el sudor lo borrara. 

Rojo CerezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora