Hiriente

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"Las palabras son cuchillas cuando las manejan orgullos y pasiones."


Miró por quinta vez  el reloj, ya pasaba de la hora en la que Kaigaku debió haber salido de sus clases extras. No es que fuera un niño caprichoso, podía comer solo. Pero estaba tan acostumbrado a su rutina. Midió la temperatura de la sopa y al encontrarla ya fría por estar a la espera se dirigió de vuelta a la cocina, metiéndola al microondas, buscando en su celular algún mensaje. Se distrajo con sus redes sociales incluso después que el microondas le indicara que su sopa ya estaba caliente. La sacó distraídamente, volviendo a la mesa con el celular, riéndose con lo que leía, manchándose el rostro. Bueno, nadie estaba para regañarlo por sus pésimos modales en la cocina.  Siguió comiendo hasta que un mensaje de Tanjirou le llamó la atención. 


" Te veo en cinco minutos en el parque que está por tu casa."


Tragó lo último de su bocado, francamente intrigado y atizado por lo seco y exigente. Se limpió las mejillas con una servilleta, terminando apuradamente y corriendo después a lavarse los dientes, tomar las llaves, su cartera y el celular. Los zapatos, regresó a cerciorarse de haber apagado la estufa, mirando el plato servido de Kaigaku. Se trataba de Tanjirou, iba calmando las fatalidades que se le pintaban ante lo demandante que le había leído. Su sol era increíblemente romántico y detallista, intentaba recordar si se acercaba alguna fecha especial, si había olvidado alguna cita o si tan sólo era su corazón de almíbar intentando animarlo. Era cierto que había estado distante esos días y aunque no quería preocuparlo, tampoco encontraba todavía la manera de hablarle sobre lo ocurrido. En realidad pensaba que ya no era necesario hablarlo, Tengen se había mantenido alejado y estaba seguro que no sería capaz de volverse a aparecer frente a él. Que lo intentara, se irguió, seguro. Su hermano no dejaría que le volviera a poner una mano encima. 


El comienzo de la noche le caía por los hombros hacia abajo y parecía el corazón de una bromelia, en sus tonos rojizos, su piel canela sobresaliendo, humedecida por el verano, el cabello pegado a su frente, sus brazos en sus rodillas, su rostro escondido. Zenitsu se preguntó si acaso se estaba quedando dormido. Podía ofenderse en ese caso, porque justo el reloj acababa de marcar los cinco minutos que Tanjirou le pidió. Sonrió mientras se acercaba, disfrutando las mariposas que le nacían siempre que lo veía. 


-¿No deberías haberte quitado ya el uniforme?- se sentó a su lado, inclinándose para besar su mejilla, pero Tanjirou ladeó la cara, esquivándolo- Lo siento ¿Todavía huelo a cebollín? Me lavé muy deprisa los dientes y creo que no lo hice bien- se inclinó un poco más, curioso por lo apretados que estaban los puños del otro, esquivando su mirada- ¿Pasa algo, amor?-


-Pasan muchas cosas, Zenitsu- apenas levantó el rostro, volviendo al suelo, sin encontrar el coraje para verlo a la cara- Pasan más cosas de las que puedo manejar- resopló, con la frente entre las manos- ¿Por qué?- sollozó, mordiéndose los labios- Te pregunté mil veces si aún sentías algo por ella, te dije que podías decirme. No iba a juzgarte ni alejarme. Sólo quería ayudarte-


-¿De qué rayos me estás hablando? ¿Estás borracho?-


-Por favor, no me hagas decirlo. No puedo, Es demasiado- sollozó, por fin levantando el rostro, limpiándose las lágrimas- todos me lo decían en casa. Estaba haciendo alianza con el enemigo, estaba poniendo en peligro a mi propia hermana por querer creer en ti. Te defendí siempre, no puedes negarlo. Intenté ser comprensivo, quise entender- las lágrimas se le metían a la boca, haciéndole hablar más lento, con el suéter del uniforme ya totalmente empapado de las mangas- esto fue mi culpa, estoy dispuesto a asumir la responsabilidad. Mi deber como hermano mayor es mantenerla a salvo, Zenitsu, no estar excusando a su acosador sólo porque estoy tan jodidamente enamorado- 


-Tanjirou, de verdad no comprendo lo que estás diciendo-


-Vi las fotografías. Kaigaku me las dio. Estaba destrozado ¿Cómo es que no pudiste ni siquiera pensar en tu familia?-


-¿Fotografías?-


-No, por favor, no- volteó a verlo, sabiendo que fue un error en el momento en que los labios le bailaron, trayendo más lágrimas, más dolor al respirar- al menos ten los pantalones de reconocer lo que hiciste-


- No voy a admitir algo de lo que ni siquiera sé de que se trata, no tengo idea de qué me estás hablando. Te lo dije muchas veces, Nezuko nunca va a dejar de ser alguien importante  para mí, ya hablé con ella, ya me disculpé por mi comportamiento. Sabes que incluso me disculpé con Inosuke. Reconozco que fui un patán  pero ya no soy esa persona-


- De verdad quiero creerte porque esto me está matando, porque no puedo ni siquiera procesarlo por completo. Pero no puedo arriesgar a mi familia otra vez-


-Enséñame las fotografías, dime de qué son-


-Las rompí y las tiré a la basura. Estoy rogando que sean las únicas que tienes o que al menos tengas la decencia de hacer lo mismo si acaso hay más- se limpió el rostro una última vez, esta vez sí mirándolo- no quiero volver a verte cerca de nadie de mi familia, Zenitsu. Mucho menos de Nezuko- se levantó, dándole la espalda.


-Por favor no te vayas, te juro que no sé de qué me estás hablando ¿Qué fotografías? ¿Por qué me dices todo esto? Tú convives conmigo todos los días, tú sabes muy bien que ya no soy así. Sí, todavía me sigo sintiendo atraído por ella pero ya no de esa manera, te lo juro por mi vida, por favor-


-Prefiero que me odies por un malentendido a arriesgarme a que le hagas algo a ella, Zenitsu. Trata de ponerte por una vez en mi lugar- 


-¿Por qué me hablas como si fuera un violador?- su rostro se crispó, herido al ver de nuevo la mirada evasiva -¿Crees que sería capaz de hacerle algo así a otro ser humano?- silencio, pesado, intragable- vaya, nunca pensé que tu concepto de mí fuera así de bajo- se encogió de hombros, lamiéndose los labios, apretando los puños- da igual la mierda que sea de la que me estás hablando. Si piensas tan mal de mí  no tiene ningún sentido que sigamos juntos-


-Espero que algún día puedas entenderme-


-Espero que algún día te vayas al carajo- giró sobre sus talones, caminando a zancadas, sin poder correr por lo nublado que lucía todo tras las lágrimas. Siempre le había parecido molesto que ese parque estuviera tan cerca de casa, repleto de ruido y de gente. Abrió la puerta, encontrando los zapatos de su hermano en el recibidor. Se limpió las lágrimas con la palma de la mano, entrando hasta la cocina. Fueron menos de tres segundos los que lo miró, apartando enseguida la mirada. Pero dejándole ver en ella la misma decepción que en la de Tanjirou. No podía con tanto, no en un mismo día. Agachó la cabeza, caminando hasta su habitación intentando no hacer ruido.

Rojo CerezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora