Canela

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Eran amigos desde que podía recordarlo. Si buscaba muy adentro en su historia, regresaba el fuerte tirón de su abuelo para llevarlo al jardín de infantes, diciéndole con las mejillas resplandeciendo la vergüenza que el niño no tenía, que debía comportarse, que sólo serían un par de horas pero Zenitsu no dejaba de clavar los talones en el suelo, echando la espalda hacia atrás y gritando y llorando atrayendo las miradas de todas las personas e incluso haciendo que los niños que corrían su misma suerte dejaran de llorar para verlo. El abuelo quería enterrar la cara en el suelo, hablando con mayor firmeza para que cerrara la boca. Lo arrojó al interior de la escuela y se echó a correr con la fuerza de querer huir al bochorno. Zenitsu se quedó allí, abrazado a los barrotes de la puerta de la escuela, sintiendo que iba a hiperventilarse pero sin saber qué más hacer.


-¿Por qué estás tan triste?- todos intentaban seguir de largo e incluso los adultos se miraban entre sí " espero que ese niño tan llorón no esté en mi grupo" diciendo. Pero ese niño se detuvo, viendo con preocupación lo rojo que estaba su rostro-¿Olvidaste desayunar y te duele el estómago?-


-No va a volver- alcanzó a susurrar, limpiándose el rostro con su recién comprado uniforme, manchando las mangas del suéter- papá también lo hizo, dijo que sólo iría a la tienda, que lo esperara y nunca volvió- se limpió con rapidez, volviendo la vista al cada vez más reducido grupo de gente, intentando con desesperación encontrar el rostro familiar y arrepentido -no quiero que me dejen-

-Esto sólo es la escuela, en cuanto terminemos las clases vendrán por ti, no tienes por qué preocuparte- se acercó a él, abriendo su pequeña mochila para sacar un refractario con cubitos de manzana.


-No tienes qué mentirme- miró la fruta, tomando un cubo.


-Te prometo que es verdad, mamá me lo explicó y mamá nunca miente- aseguró con energía, sonriéndole. Incluso para ser un niño, esa era lo sonrisa más dulce que había visto.


-¿Y si se equivoca y realmente el abuelo nunca vuelve por mí?- Sus labios delgados comenzaron a curvearse, amenazando con volver a llorar.


-Entonces puedes venir con nosotros, no creo que les moleste si vives con nosotros- se encogió de hombros, extendiéndole la mano. Zenitsu dudó pero aceptó, dejando que lo guiara-¿Cómo te llamas? Yo soy Tanjirou, ojalá vayamos en el mismo salón-


-Zenitsu- dijo, limpiándose los últimos restos de llanto en su suéter, aceptando el resto de la fruta. 


Su abuelo fue el primero en llegar a la hora de la salida, con una porción doble de su postre favorito, sintiéndose quizá culpable de haberlo hecho llorar tanto cuando recapacitó que Zenitsu podía estar traumatizado por haber sido abandonado pero realmente tampoco podía mantenerlo siempre envuelto para que nada volviera a dañarlo. Se sorprendió sin duda al verlo caminar de la mano de ese otro niño, sonriendo y cantando. Pidiendo que volviera a llevarlo al colegio al día siguiente. El adulto enseguida comprendió que ese niño de cabello borgoña sería uno de sus mejores amigos y así fue. Pasaron los años y las personas, pero ellos sólo se volvieron más íntimos. Luego vino ese otro niño, Inosuke, y era cosa de cualquier día verlos a las tres juntos como si cada cual perteneciera a la casa del otro. Eso significaba también que Zenitsu podía estar cada vez más tiempo cerca de la hermana menor de Tanjirou, Nezuko, y con ello comenzar  a ver los colores que van tomando los primeros amores, tan sutiles pero sinceros, torpes y algo insistentes. Él no quería incomodarla realmente pero no sabía cómo detener esa necesidad que le golpeaba siempre que percibía el sonido que hacía con su cabello al rozar la puerta y entrar. Tanjirou intentó decirle que la estaba poniendo nerviosa, a pesar que él sabía que Zenitsu podía ser muchas cosas pero no una mala persona y todos aquellos torpes intentos de acercarse a Nezuko eran sólo fruto de su inexperiencia y falta de educación amorosa. El abuelo era un poco mayor para sentirse en confianza de hablar de esos temas y Kaigaku... Era lo suficiente guapo y confiado en sí mismo para tener otro consejo qué darle. Pasó más de seis años persiguiendo a esa mariposita de azúcar con nada más que un pobre hilo que jamás la alcanzaba. Se conformó con ser su amigo, el mejor amigo de su hermano mayor, más bien. No se detuvo el interés por ella mágicamente un día, ni el amor sincero que le tenía se murió por no ser correspondido. Inosuke iba a morirse guardando el secreto antes que comprometer su amistad al igual que Tanjirou, pero Zenitsu no era estúpido ni insensible. Intentó no mostrarse afectado por la forma completamente involuntaria en que Nezuko miraba con ese ensueño los ojos verde esmeralda de Inosuke cuando le enseñaba entre gruñidos cómo atar madera seca para hacer una fogata y le jaló discretamente el brazo a Tanjirou para que los dejaran solos. Fue su muy sutil y caballerosa manera de decirle que estaba saliendo del juego. Pero eso no significó que no llorara como un condenado esa noche en su casa, ni la siguiente. Tanjirou se apareció al tercer día que rechazó salir con él argumentando cualquier cosa poco creíble con un enorme pastel que él mismo horneó. Se sentaron en silencio mientras Zenitsu comía, todavía con lágrimas en las mejillas y Tanjirou, con el corazón en la mano le preguntó si acaso era él tan diferente de su hermana. Fue sutil como todo lo que le rodeaba, una persona de tacto y dulzura, pero firme. Dejó caer el tenedor, volteando a ver al muchacho que se había convertido en una corriente de fuego calentando la tarde, expuesto. Tartamudeó, lo recordaba muy bien y nunca olvidaría las palabras tan tontas que se le salieron esa vez.


-Tu piel es mucho más canela que la de Nezuko-


Tanjirou detuvo su vergüenza por la confusión. No era su género, no era la repentina posibilidad de romper una amistad entrañable ni el luto que se suponía debía guardar por su recién perdido amor imposible ¿Era su piel? Zenitsu se quedó mirando la ceja levantada de Tanjirou y ambos comenzaron a carcajearse. Era que nunca siquiera lo había considerado. Comenzaron a salir primero tras las cortinas, escudados en no incluir a Inosuke a veces porque él también necesitaba su tiempo con Nezuko. Las cosas no cambiaron mucho al principio, una salida al cine como cualquier otra, comer helado viendo las tiendas, tirarse al pasto y hablar de las tareas, del futuro y los recuerdos. Después vinieron los besos y con ellos la incapacidad de ocultarse. Estaban saliendo, comunicaron y aunque Inosuke primero parecía molesto, como si aquello fuera a cambiar su interacción, a esas alturas parecía incluso satisfecho por lo felices que ambos lucían. 


-Realmente detesto las clases de gimnasia- murmuró, irguiendo más el cuello para que los labios de Tanjirou alcanzaran sus cabellos- con este calor, es una tortura lo que hacen ¿Qué los profesores no piensan en nosotros? Vamos a morir deshidratados un día, lo verás, en cualquier momento alguien va a caer desmayado y será culpa de esas estúpidas vueltas bajo el sol-


-Estás exagerando- se rió contra su nuca, palpando con la punta de sus dedos su abdomen- es bueno que nos ayuden a tener buena condición física, el deporte es importante-


-Tienes razón, pero ¿Sabes?- guardó silencio mientras se mordió la punta del dedo, sopesando si era conveniente decirle- Puedes creer que exagero o es una paranoia mía pero desde hace un par de meses siento que alguien me ha estado mirando. Al principio fue sólo en gimnasia pero de pronto también lo he sentido en otras clases o en el receso. Y hace una semana comenzaron a llamarme y llegarme mensajes de un número desconocido- 


-¿Por qué no me habías dicho?- Tanjirou se incorporó, sentándose para mirar a Zenitsu a los ojos, con gesto preocupado- ¿Qué clase de mensajes?-


-Nada raro al principio- buscó el celular en su pantalón, extendiéndoselo- no había dicho más que hola o preguntar por qué no le contesto, así que supuse que era número equivocado y en algún momento se daría cuenta pero hoy me llegó esto- Tanjirou revisó el mensaje que Zenitsu le señaló. Era una fotografía de ambos besándose, de espaldas con un " seguro que conmigo lo pasas mejor" que le hizo hervir en segundos. No había ningún error. Zenitsu le quitó el celular cuando lo vio decidido a marcar y llamar- no es necesario, no sabemos realmente quién esté del otro lado y no quiero tener problemas-


-Te aseguro que si vuelves a recibir un mensaje, no serás tú quien tenga problemas, Zenitsu- 


-¿De dónde salió esa actitud de pandillero tan de pronto?- tomó sus mejillas, dándole un beso muy breve-estaré bien porque vas a cuidarme ¿No es cierto?- se acomodó entre sus piernas, con la cara contra su hombro. Tanjirou besó su cabello, apoyando la mejilla contra éste, suspirando.  Debió haber anotado el número antes de devolverle el celular- ¿Quieres quedarte a cenar? Hoy le toca la cena a Kaigaku y la verdad es que cocina muy bien-


-Me encantaría- sonrió, acomodando un mechón de cabello tras su oreja antes de besarlo en los labios. Debía estar más atento de ahora en adelante. 



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Esto no va a ser romántico y quizá sea un poco cliché pero tenía muchas ganas de desarrollar esta trama x) intentaré al menos mantenerlo interesante!! 

Rojo CerezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora