Como a la luz del sol

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"Tus ojos, el abismo donde muere mi razón"



Tenía pocas personas valiosas en su vida pero eran tan amadas que con eso le era suficiente para protegerlas con todo su espíritu. Venía de una situación dolorosa, inhumana que no podía ni recordar. Esos días quedaron atrás cuando Zenitsu lo encontró buscando comida en la basura una tarde y volvió al día siguiente con el abuelo para que lo llevaran a casa con ellos. Así de fácil se leía, pero fueron meses difíciles porque él no estaba acostumbrado al trato. Era un niño feral, había dicho la psicóloga del jardín de infantes la tercera vez que Kaigaku fue reprendido por golpear a Zenitsu cuando intentaba integrarlo en sus juegos con el resto de sus amigos. En casa era casi imposible mantenerlo quieto y para el abuelo, con su falta de una pierna y los castaños saludables de la juventud siendo reemplazados lentamente, aquella tarea era terriblemente desgastante. Fue un proceso mucho más largo y terrible que con Zenitsu, sin ser algo trivial de decir, contando todas las noches que despertaba al hombre con sus gritos suplicando por su padre, por su madre. Pero el resultado comenzó a ser palpable en una cálida escena cuando el menor estaba por entrar a la primaria. Encontró a Kaigaku ayudando a Zenitsu a atarse los cordones antes de su primer día, plancharle una arruga del uniforme y darle un beso en la mejilla a Jigoro tomando a su hermanito de la mano para irse juntos a la escuela. Ellos dos, Zenitsu y el abuelo eran todo cuanto le importaban en el mundo, las únicas personas que se tomaron los dos segundos que se necesitan para cambiar la vida de una persona bajo un acto humano y desinteresado. Los amaba profundamente, les estaba profundamente agradecido y su vida giraba en torno a ellos y su bienestar. Por eso cuando Tengen se acercó a su asiento casi al final de la clase, pidiéndole que  pasara a su cubículo al terminar sus clases porque necesitaba hablar con él de su hermanito, el corazón comenzó a palpitarle cargado de espinas que se iban dispersando por su torrente sanguíneo mientras bombeaba. Miró su celular, sabiendo que solía tenerlo apagado en horas escolares, entonces tomándose un par de minutos para correr a su aula, espiando a través de la puerta entreabierta en el cambio de clases, encontrándolo sentado en su silla, hablando con sus amigos. Suspiró, enviando un mensaje a su abuelo entonces, siendo escuetamente respondido minutos después, mientras volvía a su propia aula, sólo concentrándose en soportar el paso de tiempo, intentando no pensar demasiado. 

Pero al llegar la hora de la salida, apenas se despidió de sus amigos antes de salir como una flecha hacia el cubículo de Tengen, calmándose antes de tocar la puerta. 


-Pasa- la voz neutral de Tengen le hizo abrir la puerta, caminar y sentarse frente a él al verlo rodeado de papeles, revisando atentamente un par, remarcando en rojo los errores- a veces creo que me equivoco en las instrucciones, parece que leen " A la respuesta más estúpida le subiré cien puntos" o una mierda así, si leyeras cada estupidez que tus compañeros escriben- Kaigaku pestañeó sin mover ningún otro músculo de su cara, esperando- no me pagan lo suficiente para esto, te lo prometo-


-No quiero ser insolente, profesor, pero debo ir a mis clases extra en poco tiempo y me gustaría saber si ocurre algo con mi hermano-


-Por eso me agradas, Kuwajima. No te andas con rodeos- dejó los papeles, apoyando su mentón en sus pulgares, mirándolo fijamente- si no fuera porque el mismo Zenitsu me lo dijo, nunca habría sabido que son hermanos. No tienen el mismo apellido y tú tienes el cabello tan negro y los ojos turquesa, no se parecen en nada-


-No somos hermanos de sangre- contestó con impaciencia, golpeteando su muslo con su dedo. Tengen sonrió ante eso.

Rojo CerezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora