Suerte

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Cuando junio se estaba marchando, Zenitsu notó que siempre sus últimos mensajes eran con Tengen. Y que llevaba más de un mes sin ser molestado. Seguramente la persona se había desalentado al verlo tan cercano al adulto y es que era realmente curioso lo fácil que fue para ellos congeniar. Zenitsu era increíblemente inseguro y dependiente de un constante punto seguro. Tengen poseía una seguridad avasalladora y  Zenitsu se pegaba a él como una  enredadera en un árbol, atenida a su calor y sus cuidados para ir creciendo. La bondad venía de todos lados para él, de su abuelo, de Tanjirou, pero esa mano dura y la guía en los asuntos que consideraba demasiado íntimos para sus amigos, sólo podía obtenerlas de la forma desgarbada y quizá obscena de hablar de él, de sus maneras que inconscientemente había comenzado a imitar y es que siendo justos, Tengen era el parámetro. Todo él exudaba una confianza y sensualidad innatas, había muy poco que le quitara la sonrisa del rostro y la forma en la que hablaba parecía ser la indicada para abrir todas las puertas, todos los secretos del mundo. Era alguien brillante, llamativo, alguien capaz de convertir en oro todo lo que tocaban sus dedos. Era la figura que necesitaba en su vida, Tanjirou lo sabía, las circunstancias en las cuáles había llegado quizá no fueron las más sanas, pero veía al muchacho tan desenvuelto últimamente, tan confiado en él mismo que, a pesar que nunca había intercambiado siquiera una palabra con el adulto, le guardaba cierta simpatía.

Simpatía que iba menguando conforme junio iba adelgazándose en el calendario y Tanjirou iba dejando de ver con igual ternura la cara emocionada de Zenitsu cuando Tengen le invitaba a ciertos sitios, a ciertas horas. Comenzaba a preguntarse  qué intenciones tenía realmente el hombre al insistir tanto en ayudarle a hacer sus deberes, a darle tutorías en materias que no eran la suya.  Había más de cinco motivos por los cuáles aquello le parecía inadecuado pero se los guardaba al sopesar en su balanza si lo que obtenía a cambio el chico lo valía. Él tuvo a su padre, no quería ser injusto, no comprendía la admiración del muchacho por Tengen. Lo dejó pasar, una a una, siempre ponderando la sonrisa de Zenitsu sobre sus inquietudes. Pero, esa ocasión simplemente todas las alertas se le encendieron. Pasó de la honesta alegría al escucharlo contarle que había logrado que un grupo de muchachas, sus antiguas compañeras del club de jardinería, le invitasen a una fiesta, orgulloso de su desenvoltura ya que solía ser demasiado tímido y escondidizo en su reducido grupo de amigos, a la amarga alarma al confesar que quizá el único motivo por el cual le habían invitado, había sido porque prometió llevar a Tengen.

-Puedes decir todavía que no- dejó el vaso con agua en la mesa, mirándolo con cautela- es decir, dudo bastante que el profesor Uzui acepte, no sería muy ético de su parte-

-Tengen es la persona más egocéntrica que conozco, le encanta la atención y sin duda va a ser el alma de la fiesta, ni siquiera nos va a prestar atención y así tú y yo podemos pasar algo de tiempo con gente nueva, a veces es aburrido que sólo convivamos con Inosuke y Nezuko-

- Creo que hay otras maneras de relacionarnos con los demás, cariño, me parece algo deshonesto-

-No es como que lo esté utilizando- estiró el brazo en la mesa, apoyando la cara contra él, mirando directamente a Tanjirou con una sonrisa distraída- anda, vamos a divertirnos-

-No sé si me den permiso- sus dedos apartaron un mechón de su rostro, sonriéndole por reflejo. Se veía tan tranquilo.

-Trabajas mucho, lo menos que pueden hacer es dejarte disfrutar tu juventud una tarde- entrecerró los ojos ante el tacto, suspirando - al menos promete que lo vas a pensar, amor-

-Eso fue bajo- pasó sus dedos por sus mejillas encendidas por la luz que le tocaba , la consistencia aduraznada de su piel, la alargada línea de sus labios y su mano tomando la suya, besándola-  ¿Quieres quedarte a comer?-

Rojo CerezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora