Extraño

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Estiró la mano demasiado deprisa y derramó el vaso de jugo sobre sus pantalones. 

Era una tragedia, una catástrofe para alguien tan aprensivo y lo veía en sus ojos de infusión de manzanilla a punto de derramarse también. Siempre estaba llorando en su naturaleza de flor que depende del rocío. Gimoteando y buscando del resguardo ajeno. La belleza de ese niño no venía de sus facciones demasiado faltas de armonía o su cuerpo que si bien era estético entre la lozanía y el trabajo duro, no aportaba a la vista más que eso. Su encanto nacía de su fragilidad, de su sincero y desesperado quiebre constante. Una flor bajo la lluvia, pensaba, un delicado y triste diente de león a punto de deshacerse bajo las gotas. Quería guardarlo en la calidez de su pecho, acunarlo hasta secarlo contra su piel y verlo marchitarse entre las hojas de su libro favorito. Destinado a apagarse, quizá, pero a salvo. Su garganta se sentía seca pero las manos le temblaban por la excitación de tener una excusa para acercarse. ¿Qué juego era ese? El niño lo estuvo buscando, intentando seducirlo y un día simplemente dejó de mirarlo. No más descarados labios relamidos, no más insinuantes vistas al paraíso bajo sus shorts. Ni siquiera había contestado sus llamadas o sus mensajes pero sabía, sabía que los leía. En su lugar, cada día se paseaba con más seguridad de la mano de ese muchacho que a sus ojos era nadie. Simple, demasiado insulso. Podía saberlo por la forma en que sus manos temblaban en su cintura, por la manera en que arrastraba sus labios por la comisura de los de Zenitsu como si un milímetro más abajo lo fuera a convertir en polvo. Era un chiquillo inexperto, acartonado en su excusa de ser respetuoso. 

-Si me dejaras tocarte-

Zenitsu borró ese mensaje sin haberlo leído completo y fue lo último que soportó antes de bloquear el número. Pero Tengen nunca lo supo y sólo imaginaba que Zenitsu estaba jugando con él. Pero a qué juego, sus ojos violeta recorrían la mancha de jugo que se jalaba hacia abajo, clepsidra diciéndole que no tenía tiempo para pensar nada. Ni en el dolor constante que le daba la forma indiferente en que sus ojos no se giraban hacia él cuando se cruzaban por los pasillos ni siquiera cuando le dio su mejor sonrisa cínica. Llegó a todas las personas alrededor, menos a ese encanto de alstroemerias que sólo parecía pendiente de ese aburrido muchacho. Pasaron a su lado y Tengen sintió el piso moverse bajo sus pies. 

¿Cómo se atrevía?

¿Quién se creía más que un estúpido diente de león que podía pisotear si le placía?

El latir de su corazón se alteró con la rabia y el desaire envenenando su ritmo y decidió que se podía ir al carajo. Ya había pasado la edad de los coqueteos y sin duda podía encontrar algo mucho mejor que un chiquillo más bien feo y descolorido, ruidoso. Pero por qué, por qué. El jugo seguía bajando y los ojos de Zenitsu, estaba a punto de ponerse a llorar, desesperado por no poder salir sin llamar la atención y todos malinterpretarían esa mancha, leía sus reacciones. Había comenzado a frecuentar la cafetería de la escuela aunque se suponía que los profesores tenían su propio espacio. Tengen quería verlo. Ni él mismo era consciente de cuánto quería hacerlo o de dónde venía esa necesidad de perseguirlo, de sacudirlo quizá para obtener su respuesta pero lo estaba orillando más desesperadamente cada momento. 

-¿Me estás haciendo caso?- Giyuu se sentía extraño porque Tengen lo hubiera comenzado a frecuentar en los recesos, pero supuso que era sólo porque él hablaba hasta por los codos y Giyuu sólo lo escuchaba sin interrumpir. Miró en la dirección en que Tengen, con una ceja levantada- ¿Otra vez estás con Agatsuma? Ya te dije que dejes el tema, Tengen. Es imposible que ese niño se te esté insinuando, le da miedo hasta su propia sombra- el hombre no apartaba la vista y sus músculos se tensaron para avisarle que estaba a punto de incorporarse- deja de hacer estupideces, estuviste a punto de meterme en un problema con el director por robarte el registro telefónico de mis alumnos. No sé qué demonios estás tramando pero mejor córtalo-

-¿Que yo hice qué?- dijo, ausente, sin darle ninguna clase de importancia mientras se agazapaba en dirección a la mesa de Zenitsu. Tenía esa carta, justo en las manos, brillaba en oro por la fortuna y no iba a desperdiciarla. Comenzó a quitarse la chamarra, dispuesto a enrredarla en las caderas de Zenitsu y guiarlo a su cubículo con la excusa de ser su salvador. Estarían a solas, entonces. El escenario en su cabeza era perfecto, lo estaba acariciando ya.

-Está bien, cariño- Tanjiro se deshizo del suéter de su uniforme, enrredándolo en las caderas de Zenitsu, besando su mejilla con las manos aseguradas en su cintura para cubrirlo con su cuerpo- vamos a los casilleros, tengo el uniforme de deportes allí, todo está bien- y Zenitsu se apoyó contra el cuerpo de Tanjirou, todavía temblando y con las lágrimas besándole la mejilla pero siguiéndolo, con sus ojos fijos en la sonrisa tranquila, en los ojos borgoña que eran una primavera sólo para él. Pasaron al lado de Tengen. 

Ninguno de los dos notó sus manos estiradas sujetando , de manera ahora ridícula, su chamarra como a punto de envolver a alguien. 

Rojo CerezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora