Rosas amarillas

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La culpa había sido suya y no había nada que pudiera borrarse al respecto. Él lo estuvo provocando,  estirando sus límites hasta romperlos , era lógico que acabara por perder la cabeza. Además, Zenitsu seguía siendo un niño inmaduro, sólo capaz de comprender las cosas a través del miedo y Tengen estaba seguro que eso sin duda le había dejado una lección. No sería tan paciente la próxima, no sería tan comprensivo y  sin duda, ya no iba a seguirle el juego. Debía enfrentar sus actos, debía... Claro, podía ser que Giyuu le recordara que no era posible que  Zenitsu hubiera usado los shorts cortos  que el reglamento comenzó a prohibir ya unos cuantos años atrás, que si analizaba un poco el ángulo de su salón de clases y el patio de deportes, era imposible que convergieran sus miradas.Que quizá sí había sacado su número del registro escolar.

No. No podía ponerse a dudar de sí mismo, no a esas alturas. No si de cualquier manera ya no importaba. Zenitsu ya debía comprender lo que ocurría entre ellos, ya debía haberse convencido que todo aquello, todo ese estallido de celos, sólo había sido un deseo mucho tiempo puesto bajo presión. Debía sentirse especial, debía sentirse amado. Ningún hombre cruza un límite así si no es porque le mueve una pasión muy poderosa, cualquier ser con sangre en sus venas le daría la razón. No tenía qué sentirse avergonzado, menos disculparse. Aún así él había sido educado como un caballero. Por eso escogió el ramo más grande de rosas amarillas que encontró, esperando que aquella pequeña nota escondida con el significado del color específico de ellas sacudiera al niño y le hiciera entrar en razón antes que él tuviera qué llegar más lejos. Veía a sus alumnas y alumnos mirarle con curiosidad, no a él sino al enorme ramo que llevaba consigo. Podía ser que fuera un arma de doble filo, todos comenzarían a hablar al respecto, todos comenzarían a notar a Zenitsu de ahora en adelante. Pero si llevaba filo aquél cuchillo, lo mismo le daba salir también herido si con él lograba lastimar a todos aquellos que intentaran acercarse a su pequeño milagro de oro. Lo divisó al final del pasillo, a punto de salir y se preguntó si había sido suficiente espera tres días antes de volver a acercarse, si acaso su berrinche ya había terminado. No importaba lo que pensara Zenitsu, era un chiquillo tonto. Él debía guiarlo.




-¿Está bien si me quedo hoy otra vez en tu casa? Prometo que me iré cuando Kaigaku salga de sus clases- era evidente en la línea violeta tras sus preciosos ojos miel que algo había ocurrido,sí, siempre fue alguien muy necesitado de cariño y siempre hacía lo posible por estar cerca, por ser abrazado. Pero era fácil leer que algo había pasado, algo en sus uñas de por sí mordidas, ahora reducidas a una masa sanguinolenta y rasposa. Pero al preguntar sólo había obtenido una negación y su cabeza recargada en su hombro como un punto final. Tanjirou sabía que no podía presionarlo. 

-Me encantaría, amor, pero hoy es el torneo de  Takeo y aunque me encantaría llevarte, sabes que el auto de papá es muy pequeño y con esfuerzos cabremos nosotros, además que no sé hasta que hora termine- los labios del muchacho se curvaron suplicantes y algo en el pecho de Tanjirou se tensó a punto de romperse- lo lamento-

-Está bien, de cualquier modo creo que últimamente he pasado demasiado tiempo contigo y no quiero ser una carga- comenzó a morderse la piel del pulgar al ya no haber más uña allí, bajando la voz- es que no me quiero quedar solo en casa- 

Tanjirou pasó su brazo por sus hombros, besando su frente, buscando con todas sus fuerzas no insistir. Quizá había peleado con su abuelo, aunque en todo el tiempo que llevaban conociéndose sólo una vez los vio discutir y fue por Nezuko, ni siquiera por alguna diferencia real entre ambos. Y Kaigaku seguía preparándole el almuerzo como cada día. El rabillo de su ojo captó el color amarillo bajo el sol, avainillado y de terciopelo, apretados capullos y pétalos en ese arreglo y por curiosidad volteó, descubriendo el ramo de flores descansar en las manos de ese hombre sonriendo, caminando con el pecho erguido, en una línea, con cada cabello en su lugar y la ropa deslumbrante. El rostro resplandecía arrogancia pero al descubrirlo mirando se congeló, mutando después a una rabia puntiaguda, mostrándole incluso los dientes al apretarlos tan fuerte. Pestañeó, sintiendo todo su cuerpo replegarse sobre el de Zenitsu, instintivamente protegiéndolo.

 Porque algo en su alma le decía que esas rosas eran para su novio.

-Aunque creo que tengo tiempo para acompañarte  a  casa ¿Tu abuelo ya está allí?- 

-Sí, creo que sí- iba a voltear hacia donde miraba Tanjirou, curioso por el repentino ceño fruncido, pero el chico no se lo permitió, tomando su mentón y besándole antes de tomar su mano y jalarlo para comenzar a correr hacia la salida. Las facciones de Tengen se relajaron, por completo, dejando en su rostro nada más que un vacío mientras dejaba caer el ramo, volviendo sobre sus pasos al interior de la escuela. 







-¿Estás despierto?- escuchó los golpes en la puerta, sobresaltándolo. No se había quedado dormido, tan sólo sentado en la cama, mirando las letras en el libro que intentaba leer  desde hacía dos horas,como si el lenguaje no le fuera conocido. Inhaló, exhaló, con la mano en el pecho. Era su hermano, estaba bien. Caminó hasta la puerta, quitándole el seguro- Odio preguntar esto, pero ¿Te estabas masturbando? No se me ocurre otra razón para la cual le pongas seguro a la puerta- la sonrisa de Kaigaku se disolvió al notar el rostro tan triste de Zenitsu, la poca fuerza con la cual negó. Esa clase de bromas siempre le hacían sonrojar y gritonear. Volvió a sentarse en la cama, con la espalda recargada en la pared, abrazando sus rodillas- ¿Qué sucede?-

-Nada- dejó salir sin ánimo, mirando hacia ningún lado, rogando que no notara la forma en la que se estremeció al sentirlo sentarse junto a él.

-Si no me quieres decir no lo hagas, pero tampoco me mientas, pajarito- 

-Hace mucho que no me decías así- la sonrisa le salió rota, incompleta, volviendo a mirar hacia ningún sitio.

- Bueno, a esta edad creo que es un poco raro que nos sigamos llamando por nombres  pero sabes que siempre vas a ser mi pequeño pajarito ¿Verdad?- estiró su mano para revolver sus cabellos, dejando que Zenitsu apoyara su cabeza en sus piernas, suspirando. Pasó sus dedos por sus cabellos, sonriendo por la forma en que brillaban contra la luz de la tarde que entraba junto al aire por la ventana- ¿Comiste con el abuelo? Me mandó un mensaje para avisarme que iría con sus amigos del club a una partida de una de esas cosas de ancianos. No puedo creer que a su edad sea más sociable que nosotros, casi parece una burla-

-Espero que si llego a su edad sea la mitad de enérgico- sonrió,  levantando su cabeza, recargándola contra el estómago de Kaigaku, dejando que el muchacho le ayudara a apoyarse contra su pecho como un niño pequeño, rodear su cuello, en silencio. 



-Sabes que si Tanjirou te lastima no me va a importar que sea el niño de oro de todo el instituto Kimetsu ¿Verdad? Le voy a romper los dientes-

-No seas tan buscapleitos, no podemos arriesgarnos a que te expulsen-

-Por mi hermanito no me importaría- sonrió con los labios contra su coronilla, sujetándolo, transmitiendo en el calor, en el ritmo de su corazón lo muy sinceramente que lo decía. Si hubiera tocado la puerta esa noche, si hubiera gritado...

-Hermano- tragó, pero era imposible. Ya estaban allí todas las lágrimas que quería guardarse, todos los temblores sacudiéndole, aferrándose a su cintura para que no le obligara a mirarlo- pasó algo malo, algo que no te puedo decir porque todo fue mi culpa, porque soy un estúpido,  no tengo derecho a sentirme mal porque no lo evité- acurrucándose más contra el muchacho quien le abrazaba con fuerza, besando su cabello- pero yo nunca quise que algo así pasara, te juro que no-

-Está bien, pajarito, yo te voy a cuidar, ya estás bien, ya estoy aquí- Zenitsu se abrazó más fuerte a él, llorando sin fijarse en lo encima que estaba del chico, en lo mojada que estaba dejando su camisa con su llanto, tan sólo sintiendo esas manos en su cabello, esos labios en su frente como promesas de que al menos por esa tarde, podía sentirse a salvo.

Rojo CerezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora