Cargas

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Cargas

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Era un agradable día de verano, hacía calor y la brisa campirana le golpeaba en la cara mientras Hermione enredaba bolsitas doradas con listones color lavanda debajo de un gran sauce. Llevaba un vestido ligero, apenas con tiras en los hombros y estaba descalza, con las piernas cruzadas debajo de ella, se esmeraba en sus bolsitas con suma concentración.

—Esa mujer nos va a matar —se quejó Ron dejándose caer a su lado, exhausto y accidentalmente le rozó la pierna. Hermione le lanzó una mirada pero no dijo nada, siguió en su labor, con seriedad—. Deja eso, Hermione.

—No, Ronald —contestó ella alejando sus manos de las de él, quien intentaba tomar sus bolsitas—. Déjame seguir —dijo medio exasperada, medio con una sonrisa.

—Anda, vamos al lago —susurró él con lo que creía era su mejor voz seductora—. Sólo un rato, Harry ya está ahí.

—Ve tú, termino esto y me escapo —cedió la chica mientras evitaba la mirada de Ron—. Necesito un momento a solas. Cosas de chicas.

Te ves muy hermosa con esa trenza —susurró Ron y como si le hubieran pegado, saltó y se incorporó, sonriendo muy amigablemente, para después huir hacia el lago, se giró y le gritó—¡te esperamos allá!

Hermione sonrió y lo vio alejarse antes de regresar a su labor. Mientras pasaba lazos de satín por las bolsitas, las lágrimas la invadieron y mirando rápidamente a su alrededor, comenzó a llorar. Se recogió las piernas, apoyó la cabeza y en una especie de auto abrazo, dejó salir el llanto.

De pronto, sintió unas manos que la jalaban y se dejó hacer, mientras se recargaba en un hombro suave y lloró con más fuerza. Las mismas manos le acariciaron el cabello y la acunaron como una niña pequeña hasta que se quedó sin fuerza de llorar demasiado.

—Lo siento —hipó Hermione incorporándose y pasándose uno de los saquitos de tela por los ojos. Ginny la miró con cariño y negó con la cabeza, acariciándole la mejilla.

—Está bien, pero sabes que no debes cargar con todo tú sola, ya tenemos suficiente con Harry.

La castaña asintió y se recargó en el árbol, inhalando con fuerza.

—Sólo fue un momento, supongo que en algún momento dejaré de llorar, nadie se muero por esto.

—No, nadie se muere, pero el proceso es muy doloroso —dijo Ginny mientras se sentaba a su lado y miraban hacia la madriguera. Suspiró con tristeza y se recargó en el hombro de su amiga—. Muy doloroso.

Hermione dejó caer su cabeza también y las lágrimas volvieron a resbalar, mientras sentía las de Ginny mojarle los hombros desnudos, ninguna dijo nada y sólo se mantuvieron ahí, llorando en silencio, pero acompañadas.

—Odio a los hombres —dijo Ginny mientras se secaba con la manga de su camisa y suspiró— Y odio que no regresen a Hogwarts.

—Harry tiene una misión —susurró Hermione mientras se retorcía las manos—. Yo también odio no regresar, pero es por una buena causa.

Ginny sonrió y miró a su mejor amiga. La castaña se veía demacrada, aún con aquél vestido llamativo y su esmero al peinarse distinto, Ginny sabía que estaba desecha y muchas cosas la corroían. Ambas estaban pasando por un proceso doloroso, pero mientras Ginny se deshacía de preocupación y sabía que cuando todo terminara, Harry y ella regresarían (ella siempre, siempre, lo esperaría así pasaran treinta años), a Hermione parecía que se le había muerto alguien o más bien, todos.

Arréglame o Destrúyeme/Nuestro SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora