A salvo

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A salvo

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Hermione se encontraba recostada en una pequeña habitación que daba hacia el mar, llevaba puesta una sudadera de Ron y un pijama prestado de Fleur, era un poco larga, pero no se quejaba.

—Toma esto, Hegmione —dijo Fleur tendiéndole un vaso de poción cicatrizante—. Te ayudagá a desapagueceg eso —dijo la bruja sonriéndole. Hermione negó con la cabeza, sin moverse de su posición.

—Gracias, pero me gustaría recordarlo. Que sane de forma muggle, como un sacrificio —susurró mientras las lágrimas resbalaban por sus ojos. La rubia la miró con algo indescifrable y asintió—. ¿Dónde está Harry?

—Abajo... — guardó silencio un momento, dudando y después contestó—. Cavando la tumba de Dobby.

Después salió del cuarto dejándola con una lámpara tenue. Las lágrimas comenzaron a salir mientras recordaba todo, no podía dormir, pues cada vez que cerraba los ojos, veía a Bellatrix relamiéndose los labios encima de ella, clavándole la varita en el antebrazo y estrellándola con el piso, su olor a madera, tan masculino y potente, como un incienso de las clases de Trelawney, que le revolvía el estómago. Aún se sentía muy débil para poder bañarse, pero a cada movimiento, su cabello tenía ese mismo olor tan fuerte y desagradable, demasiado a madera y al mismo tiempo tan dulce, vomitivo.

Se miró el antebrazo y las lágrimas cayeron por su rostro, estaba dispuesta a dar la vida por sus amigos, siempre lo había estado, jamás lo pondría en duda, pero había sido aterrador la manera en que Bellatrix la miraba, disfrutando el dolor que le producía, como si se tratara de un ejercicio meramente lúdico.

La mirada retorcida que le había conferido y todo el dolor que sintió... Recordó a los padres de Neville...

El pensamiento repentino de que un ser como Bellatrix jamás la dejaría morir la atravesó como una revelación mientras la sentía llevarla al borde de la locura y regresarla abruptamente, tentando sus barreras, mandándola al límite, obligándola a enloquecer, incitándola a llevarla a través del dolor físico a un estado de calma perpetua, ése era el poder del crucio, proporcionaba tanto sufrimiento de tantas maneras, que el umbral de dolor mental era traspasado por el físico y la instigación de escapar de él acurrucándose en la oscuridad de la inconsciencia permanente era tan tentadora... como una suave amiga que te saluda y te ofrece un vaso de agua después de semanas en el desierto, que de manera oscura, entendió por qué la mujer lo disfrutaba tanto.

Aquella bruja era poderosa cuando te ofrecía el vaso de la locura y luego te lo arrebataba, dejándote aún más sedienta y débil, lo suficiente como para plantearte tomarlo a la primera y acabar de una buena vez. Y el dolor físico era tan terrible...

Sentías cómo se partían todos tus huesos, centímetro a centímetro mientras las voces retumbaban en tu cabeza de aquellos que te supondrían dolor (en su caso los gritos desgarradores de sus padres, de Harry, Ron, de él). Resistir más de diez minutos a la tortura continua era imposible.

Por no decir la intromisión a sus pensamientos, por más que levantó barreras, el dolor físico no le permitía hacerlo, jamás había tomado clases de Oclumancia y sólo se basó en lo que Harry le había contado, pero era aún más doloroso que la tortura física, era extenuante a muchos niveles.

Pero lo peor fue cuando él apareció y la miró, una fracción de segundo, apenas un barrido perimetral, pero el mundo se le derrumbó cuando Hermione haciendo un esfuerzo sobre humano, desvió la mirada, asustada de ser descubierta y encontró la de Narcisa clavada en ella, la vio mirarla con sus ojos grises, calculadoramente, tan parecidos a los de él, la recorrió desde las botas llenas de barro, hasta la trenza deshecha, el labio partido y las manos de Greyback más parecidas a garras sobre sus pechos, estrujándola con morbo.

Arréglame o Destrúyeme/Nuestro SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora