Lucius

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Lucius

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—Es hora de despertar, amores míos.

Draco despertó con todo el cuerpo doliéndole como si se hubiera caído de la escoba a una gran altura en algún partido de Quidditch, pero entonces comenzó a sentir cada parte de su cuerpo en un ángulo extraño, la sangre se le iba del cuerpo y giraba perezosamente, sin control alguno. Abrió los ojos, pero no vio nada, porque llevaba una venda atada. Decidió no hacer ningún gesto o sonido y se limitó a mantenerse inerte, atento a los sonidos, olores y las voces inquietantemente familiares.

Escuchó un grito desgarrador y amortiguado de mujer y unas tremendas ganas de vomitar lo invadieron, mientras intentaba vaciar su mente. No sabía qué había pasado, pero no era bueno, nadie podía gritar así si no era bajo tortura. Escuchó una risa salvaje y entonces sí pensó en zafarse de cualquier manera y pelear por su vida. Pero alguien se puso a su lado, apenas un susurro de ropa, un olor como a jengibre o algo fuerte...

—Draco —susurró una voz masculina a su lado, casi imperceptiblemente—. Vacía tu mente. A H O R A.

El chico sintió una creciente asfixia que lo invadía y no lo dejaba pensar con claridad al reconocer aquella voz, los olores y la cantidad exacta de pisadas que se acercaban. Tragó saliva e intentó relajarse, haciendo lo que le pedían, cuando con un golpe sordo, algo cayó a su lado, como si arrojaran un bulto de papas que gemía lastimosamente.

El suave susurro de ropa se alejó de él y el silencio se adueñó del espacio, siendo peor que los gemidos del bulto.

—Veamos —escuchó otra voz a su derecha y tuvo que hacer uso de toda su fuerza para no vomitar en ese instante—.Así que, Draco.

Con un movimiento brusco, cayó al suelo y su mejilla golpeó la pata de algún mueble, provocándole una rajada de la cual sintió salir la sangre caliente y pegajosa. Con otro movimiento, la venda le fue arrancada y entonces miró a centímetros de su rostro el de otro hombre, tan idéntico y tan diferente al mismo tiempo, quien lo tomó del cuero cabelludo y lo alzó, para empujarlo al centro de la sala con una enorme facilidad.

—Estoy muy, muy decepcionado de ti, hijo —siseó Lucius escupiéndole desde arriba. Draco se mordió la parte interna de las mejillas para no vomitar.

Estaban en la mansión Malfoy y su madre estaba a su lado, en posición fetal, inerte. Pero la túnica de Lucius cubrió la visión de la mujer cuando se paró frente al chico y le propinó una patada en el estómago, entonces alzó su varita y apuntó a su hijo.

—Qué...

CRUCIO

—te hace...

CRUCIO

—pensar que...

CRUCIO

—sería...

CRUCIO

tan...

CRUCIO

—fácil...

CRUCIO

deshacerte de...

CRUCIO

mí —exclamó Lucius mientras descargaba toda su ira en el que creía su sangre, su hijo, el único ser del planeta que nunca jamás lo traicionaría. El chico no soltó ninguna exclamación de dolor en todo el tiempo que se ensañó en torturarlo, al contrario, aguantó estoicamente, sólo su cuerpo se retorcía en posiciones extrañas, pero él no emitió ningún sonido ni dejó de mirarlo a los ojos, desafiante.

Arréglame o Destrúyeme/Nuestro SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora