Narcisa
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Llovía a cántaros, el cielo retumbaba y parecía de noche aunque apenas eran las dos de la tarde. Narcisa miró con nerviosismo tras la ventana, se apretó las manos frías una vez más y sin poderse contener, dio media vuelta y bajó las escaleras, rumbo a la cocina. Tilly, la elfo doméstico que cocinaba, le hizo una profunda reverencia y siguió en su cazo, ignorándola. La mujer siguió de largo y se encaminó hacia la puerta de la cocina, se detuvo titubeante en el picaporte y lanzó una mirada alrededor, sin embargo se encontraba sola. Entonces lo vio, se acercaban lentamente por los jardines traseros la comitiva de mortífagos.
Dando un salto, contrariando a sus impulsos, dio media vuelta de nuevo y se encaminó hacia el recibidor, prendió la chimenea con la varita y después tomó asiento en el sillón central, intentó ignorar el escalofrío que le recorrió al pensar que en esa misma sala, meses antes, Voldemort había hecho jurar a su único hijo como su seguidor. La sensación de enloquecer e histerismo se apoderó nuevamente de ella, pero lo empujó al fondo, como todas sus emociones y se concentró en el presente, se recargó con elegancia en el respaldo de plata y brocado y esperó. Un minuto después se escuchó ruido fuera y ella permaneció impasible, como si de una estatua de cera se tratara.
La puerta se abrió y los mortífagos entraron, Severus iba a la cabeza, pálido y más serio que nunca, le hizo un saludo educado con la cabeza y Narcisa miró a los demás mortífagos, inexpresiva.
—En las cocinas les espera un banquete digno de campeones.
Dolohov y los Carrow sonrieron e inclinaron la cabeza claramente complacidos, salieron en silencio mientras dejaban detrás suyo un vaho de victoria, dejando sólo a tres personas en la sala. Cuando la puerta se cerró, Narcisa se levantó de su sitio y le echó los brazos a Severus, quien le dio golpecitos torpes en la espalda y se separó, apenas ruborizándose. Entonces, la mujer miró al chico que había detrás y hasta el momento se había mantenido serio y en silencio.
—Draco—susurró Narcisa mientras el corazón se le descongelaba un poco. Tomó sus manos entre las suyas y lo miró con frialdad. El chico, pálido como ella apenas compuso una mueca y se giraron hacia Severus, su momento íntimo había terminado—. Gracias por cumplir con tu promesa, Severus.
—Lo importante —contestó Snape arrastrando las palabras—, es haber cumplido la misión para el señor oscuro.
Narcisa hizo una mueca, pero no dijo nada y asintió. Aquél hombre siempre sabía qué decir. Entonces se giró y sus ojos se encontraron, apenas una fracción de segundo donde ella le dijo todo y él lo cerró en lo profundo de su ser. Miró a Draco quien veía la alta silla donde alguna vez se sentó Voldemort y pudo leer en su rostro sus emociones. Asco, miedo, desprecio, imposición, duda. Era demasiado joven...
—Ve a tu habitación—le dijo la mujer a Draco, dándole la espalda y con eso, dio por terminó su esperada y ansiada reunión después de un año tan complicado.
Draco inclinó la cabeza y salió de la sala, con el corazón estrujado y faltándole la respiración. Su madre lo había visto como uno más, un sirviente que le traería a su, entonces sí, amado esposo. Él sólo era un artífice, como todo el mundo.
—He traído a tu hijo sano y salvo y próximamente, Bellatrix hará lo propio con Lucius.
Narcisa caminó involuntariamente hacia él y le tomó las manos, deteniéndolo, las miró un momento mientras contemplaba lo pequeñas y frágiles que lucían las suyas entre las de él, que aunque eran grandes, eran finas, largas y delicadas, como de pianista. Le acarició con el pulgar el dorso de la mano y luego lo soltó. Snape no demostró ninguna expresión e hizo ademán de marcharse, pero la cerradura se cerró y Narcisa se lanzó a sus labios.
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Arréglame o Destrúyeme/Nuestro Secreto
RomanceHermione no sabe en qué parte Draco comenzó a formar parte de su vida y Malfoy no sabe cómo Granger dejó de ser Doña perfecta para convertirse en la chica que más quiere enredarse de Hogwarts y... a la que más quiere, en general, pero ¿eso será sufi...