Capítulo IV

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Podría enumerar el número de cosas que habían pasado en su vida estos últimos días, y todo se resumiría en dos:

La primera, su madre había accedido a devolverle el auto siempre y cuando sólo fuera usado con propósitos de pasantías, y en el día. Prohibidas las fiestas. Prohibidas las salidas. Prohibido, casi todo, realmente.

La segunda, había desarrollado una extraña obsesión, una la cual jamás hubiese previsto, y es que no podía haberlo hecho porque no se imaginaba a sí mismo en dicha situación.

Era un stalker.

Se había convertido en uno los últimos días, o mejor dicho, desde aquella noche en la que se había dado el permiso de responder. Se preguntaba si había hecho lo correcto. Y aunque muchas cosas señalaban que quizás había tomado el camino equivocado, sinceramente no podía detenerse.

Justo ahora, cuando debía de estar terminando un informe de una instalación de telecomunicaciones, se encontraba, nuevamente, revisando su último chat. Leía las respuestas una y otra vez, leía las cosas que él había escrito. Y se preguntaba, ¿qué podría haber sido diferente de haber respondido de otra manera?

Aparte, si había un récord por memorizar las fotos de una persona. Seguramente, él lo habría roto para el momento.

―Debe estar realmente buena ―las palabras hicieron que se incorporara de golpe y bloqueara su teléfono.

―¿Qué? ―inquirió mirando en la dirección de la voz.

La sonrisa de Felipe, su compañero de pasantías, con sus lentes hipster y cabello desordenado, lo recibió.

―Estás tan concentrado que no miras nada más. Por suerte he sido yo y no ha sido ninguno de los ingenieros. ¿Terminaste el informe?

Se sentó en el escritorio que descansaba al lado del de él. El espacio para los pasantes.

―Estoy en eso ―mintió, mientras volvía sus manos al computador en el cual descansaba, casi en blanco, un documento de Word―. ¿Terminaste el tuyo?

―Estaba buscando unos datos que necesitaba ―lo miró con suspicacia―. Y entonces, ¿está buena?

―¿Qué hablas?

―Sí, claro. Como si no pudiera darme cuenta ―hizo una pausa―. Llevas varios días pegado a ese teléfono, riéndote con él. ¿Si sabes que estoy justo al lado tuyo, verdad? Invítala ya a salir, está siendo un poco molesto.

―No sabes de lo que estás hablando ―intentaba tapar el nerviosismo que se había fijado en su voz―. Ahora déjame trabajar, necesito terminar el informe.

―Como quieras ―dijo finalmente, con una pequeña sonrisa burlona.

Axel le propinó una rápida mirada mordaz.

Demonios. ¿Quién se creía él para saber qué era lo que estaba pasando? Por supuesto que no se reía con el teléfono. ¿O sí? Aparte... ¿Invitarla a salir? ¿Qué era lo que estaba diciendo? Eso no era lo que estaba pasando. Era Jordi del que se estaba hablando. Otro chico.

Desestimó todos esos pensamientos y se centró en el trabajo que tenía por delante, si algo de lo que Felipe había dicho era cierto, es que debía terminar aquello lo antes posible.

***

―Gracias por acompañarme ―dijo Axel mirando a su amiga subirse al auto.

―¿Cómo crees que iba a negarme a que me vinieras a buscar a las prácticas? ―bromeó ella una vez que se encontró dentro―. ¿Sabes lo que tarda en pasar el colectivo?

Y Sin Quererlo, Me EnamoréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora