Capítulo III

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4:57 p.m.

Genial, si hubiera pensado en llegar tarde a propósito quizás y no lo hubiese logrado.

Axel bajaba tan rápido como podía las escaleras de emergencia que daban hasta la recepción de la Multinacional de Telecomunicaciones, la cual, había elegido el peor día para tener el ascensor en mantenimiento.

Sí, era martes.

La batería de su teléfono había muerto, y no había tenido el tiempo de poderlo cargar unos segundos para enviarle un mensaje a Camila, quien debía de llevar largo rato en el café esperando por él.

Claro, si es que todavía se encontraba allí.

Una vez se halló en las afueras del café, abrió tan rápido la puerta como pudo intentado mostrar un semblante calmado, lo que era evidentemente imposible. Divisó hacia todas las esquinas del local. Era un sitio nuevo, con un estilo bastante bohemio. Cuando volvió su vista a la derecha, en un pequeño rincón, encontró a quien estaba buscando.

Delgada, tez blanca y ondulados cabellos castaños.

Sí, esa era Camila.

―Lo siento ―soltó en un suspiro, con un hilo de voz.

―Has estado diciendo eso muy seguido ―bromeó ella.

―Bueno, creo que últimamente tengo muchas cosas por las cuales sentirme arrepentido ―le confesó, mientras colocaba su maletín a un lado de la banca que estaba justo en frente de su amiga y tomaba asiento―. Espero no haberte hecho esperar demasiado.

―Oh, no. Un café a tu cuenta me hizo compañía, no te preocupes.

―Completamente justo ―aceptó él―-. ¿Cómo estás?

―Bastante bien ―respondió ella con una sonrisa tímida―. Ahora mucho mejor, la verdad, que puedo verte finalmente. Pensé que Elena acabaría contigo.

―Estuvo a punto de hacerlo.

―¿Borracho al punto de la inconsciencia? ¿Es en serio?

―Ni que lo digas ―comentó apenado, tratando de tapar su cara―. De todas las cosas locas que he hecho, creo que me faltaba esa.

―La hubieses dejado faltando.

―Bueno, en retrospectiva, ahora puedo reírme de ello. Lo he tachado de la lista.

―¿Puedo ofrecerle algo? ―los interrumpió una carismática rubia. Con unos menús en sus manos―. ¿Algo más que desees tomar, chica?

―Creo que tomaré un late vainilla ―respondió Axel, simulando ver el menú―. ¿Camila? ¿Algún postre?

Ella lo miró tratando de ocultar una risa. Él sabía que esa era su debilidad.

―Un pie de limón estaría bien.

―Que sean dos ―terminó Axel.

―En un momento ―y sin decir más, la chica los dejó.

―Así que... ―inició nuevamente Camila la conversación, retomando su ritmo extrovertido―. Veo que ahora eres todo un hombre de oficina.

―¿Qué puedo decir?

―Te sienta bien, de hecho.

Axel sonrió tontamente, y se sintió un tanto intimidado por aquél comentario.

―¿La Facultad? ―ahora era él quien preguntaba―. ¿Todo va bien?

―¿Extrañando la Universidad tan pronto? ―soltó ella de golpe, ambos rieron―. Supongo que está bien. O te acostumbras a la medicina, o te acostumbras a la medicina. No hay mucho más que decir ―hizo una pausa―. ¿La pasantía? ¿Realmente era tan buena como tu tío la pintaba?

Y Sin Quererlo, Me EnamoréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora